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España España · santiago de compostela
Críticas de berenice
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Críticas 149
Críticas ordenadas por utilidad
7
21 de enero de 2015
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
El otro día conducía mi coche por remotos pueblos. En uno de ellos, lo más triste posible, paré a echar gasolina y me quedé pasmado con lo que vi. Se lo escupí, indignado, al gasolinero:

-¡Oiga! ¡Allí hay dos críos follándose un gato!!!
- Ja, ja, ja... cosas de críos,- respondió el empleado.
-¿Usted lo ve normal? ¡¡¡Y allí hay un viejo haciéndose una paja en público!!!
-Ja, ja, ja... no pretenderá que un pobre viejo salga a perseguir gatos.
-¡Esto es una crítica al sueño americano!!!, -dije ofuscado mientras arrancaba y me alejaba de allí para siempre.

La ineludible expresión "crítica al sueño americano"... ¡Cómo os gusta! Aparece millones de veces en Filmaffinity. La verdad es que mola y tal, parece profunda, pero es un perezoso lugar común de terrible indefinición. Casi en cualquier film estadounidense triste, en cuanto te des la vuelta, te endiñarán una "crítica al sueño americano". Que es el mismo sueño que en Puebla de Sanabria, pongamos por caso, porque allí también quieren follar y también se ponen los cuernecicos los vecinos. Aunque en este pueblo igual Bogdanovich se ha pasado. Mejor.

Precisamente, follar es el meollo de la cuestión. Unos por soledad, otros por vicio, otros por descubrimiento. Yo, que me escapé a la gran capital para follar, y ahora resulta que donde había orgía todos los findes era al lado de mi casa, en el poblacho. En el puto poblacho. Y que todos se acostaban con todos, pero vamos, sin pensarlo mucho. Cagoendios, con lo tradicionales que parecían todos.

La primera mitad de la película es de una nobleza cinematográfica inusual: gestos,miradas, idas, venidas... Sirve para presentar a los personajes, sin muchas palabras. La desgana post adolescente de Bridges y Bottoms quedará en la memoria de este que escribe, también la perversidad estúpida, descontrolada y, algunas veces, tierna de Cybill, fruto de la opresión del poblacho; y, sobre todo, esas maduritas interesantes, a las que dotan de mil matices de todos los grados de sutileza posibles las actrices que las interpretan, de las mejores secundarias que recuerdo, en especial la mamá de Cybill, increible, impresionante Ellen Burstyn. Cada vez que aparece ella, la tensión sube de una manera apoteósica. La escena en que le perdona la follada a Bottoms podría figurar en las antologías más exigentes del cine americano, y eso que viene cerca del final, tras un bajón grande.

La segunda mitad es mucho menos interesante, pero eso cualquiera que vea la película lo podrá comprobar. Todos son demasiado malos y vacíos, todo está demasiado viciado. Incluso se nos obsequia con una escena risible que comento en spoiler.

¿Ya está? ¿Un poco de pesimismo y de nostalgia engañosa por los tiempos pasados bañado todo en polvo? No estaría mal, pero sería demasiado poco. Sin embargo, hay algo más. Algo que provoca una redención general, que baña la tristura en pura luz de la que no se olvida, que justifica un millón de miradas y de acciones. Pero me temo que iremos al spoiler
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
berenice
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5
23 de febrero de 2013
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desmitificación. Hermosa palabra. Muy apropiada para usar en esta película, como leo en las críticas de tantos usuarios. Significa eliminar los atributos míticos, en este caso los de Sherlock Holmes, ya intocable desde mucho antes de los años setenta del siglo XX. Ignoro por qué el hecho de desmitificar imprime un valor artístico añadido. Además, ¿se desmitifica realmente aquí? Ay, ¡almas de cántaro! ¿Acaso pensábais que el famoso detective tenía en realidad siete hijos, cambiaba pañales y era contable en sus ratos libres? ¿Pensabáis que era conductor de autobús, o que no se duchaba nunca? Eso sí hubiera sido desmitificación. Lo de que se inyecte cocaína, sea desordenado y sexualmente ambiguo no tiene nada de particular, y cualquiera que haya leído los relatos de Conan Doyle pudiera incluso haber llegado a imaginarlo sin demasiado esfuerzo, así como el pudor del escritor para no explicitarlo. Al fin y al cabo, su cualidad verdaderamente mítica, su sagacidad, no queda puesta en entredicho casi en ningún momento.
Tenemos, pues, un matiz levemente humanizador para los dos famosos caballeros; y una intriga soporífera para ellos y para mí, donde las piezas del puzle dejan ver demasiado que las pone, forzadas, un alambicado guionista, (las pistas siempre caen del cielo, como dice otro usuario, y siempre en el momento preciso, abusando de una casualidad de la mala hasta la náusea) . Y todo es servido por un Wilder correctísimo pero sin atisbo de genio, en una realización "a la clásica", bastante teatral en sus medios planos secuencia. ¿Dónde está el riesgo?
Habría que ver ese famoso proyecto inicial, tal como lo concibió Wilder. Mientras tanto, para mi gusto, lo que queda es una película tan pulcra como sosa, sólo animada por la primera media hora, de deliciosa indefinible melancolía. Eso sí, la expresión de desgana y fastidio, durante toda la cinta, de Robert Stephens es perfecta para el tono de desidia general.
Film absolutamente fallido, (que no es lo mismo que "malo"), al menos en la versión que hemos podido ver, de lo que ya se dieron cuenta en el momento de su estreno los tontos críticos y espectadores de entonces.

Como no podía ser de otra manera, los revisionismos que se hicieron a posteriori, cuando Wilder ya disfrutaba del status de clásico intocable, elevaron esta película a los altares. Es una maniobra muy habitual, desde Cahiers du cinema, con todas aquellas películas de grandes directores que habían sido "fallidas" en su momento. De vez en cuando, muy pocas veces, se reparaba una injusticia, (por ejemplo, “Moonfleet”). Con “La vida privada…” podría engañar a mi intelecto, pero no a mi corazón. A pesar de ese violín de Miklos Rozsa.
Además, tiene delito haber dispuesto del inmenso Stanley Holloway y darle sólo dos minutos. Me pregunto cómo hubiera cambiado todo si él hubiera sido Watson en lugar del anodino Blakely.
berenice
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6
20 de agosto de 2013
14 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
El título de esta crítica gustaría a Herzog, sin duda, pues es el título que él mismo se adjudicaba para su empresa a propósito del film. Un título hipócrita, pues quien conquista lo inútil está falto de pretensiones y a Herzog le sobran y, además, busca descaradamente el aplauso. Lo "inútil", en este caso, es ese viaje en circular, (volver a empezar o empezar para volver, en cualquier caso para nada). También es inútil el propósito del viaje, aunque el infladísimo y ufano Herzog intente conferirle una carga de romanticismo desesperado a base de gramófono, lírica de la mala. Inutilidades líricas, pero todas impostadas, puesto que el loco Fitzcarraldo, ciertamente, está a punto de conseguir sus imposibles empresas, para lo cual el guionista le suministra artificialmente todo lo que necesita. Así cualquiera emprende locuras.
Pero lo verdaderamente inútil y, por tanto, en lo que más se empeñó el director alemán, es que el barco, sus toneladas y su remolcamiento, (amén, supongo, del desbroze y destrozo en la selva), tenían que ser reales. Herzog transustanciado, trasunto de Fitzcarraldo, embarcado en una empresa tan grandiosamente inútil como el melómano loco; eso sí, con la conveniente publicidad sobre las penurias del rodaje para que se supieran de antemano en todos los festivales de cine, especialmente en Cannes. Se presentaba no un director de cine, sino la misma esencia del cine. No sé por qué no interpretó él mismo al personaje, pero creyó que se llegaría a la poesía por medio del realismo, y ahí olfateó el aplauso de gentes hartas de trucos y deseosas de reciedumbre, (hoy, en la era digital, más que nunca: véase que todas las elogiosísimas críticas, panegíricos muchas, son del año dos mil y mucho en adelante, cuando todos estamos hastiados de los efectos digitales. Ya sé que la página no existía en tiempos de la película). Pero, en este caso, la realidad se funde un poco con lo falso, sin pretenderlo, y es una cosa especialmente curiosa que, al bajar los rápidos o en algunos momentos de subir la montaña, el barco parece, más que nunca, una maqueta, sí, incluso en pantalla grande.
Pero es lo de menos. Lo triste es que, con tanto canto a la futilidad, importan más las maderas, las maromas y las poleas que la carne que va a bordo, con lo que tenemos tan sólo esbozos, (no despreciables, pero esbozos), de cocinero, de piloto, de mecánico, etc, acompañando al visionario. Y con dos horas y media hay que pedir algo más que esbozos, hay que exigir personajes para que la cosa no sea tan plúmbea a ratos. Total, que Fitzcarraldo hace su aventura casi solo, a la postre. Un visionario de perfilado tan elemental, y tan primariamente interpretado por Kinski, que sin gramófono no sería nada. . Además, sin tener ni idea de cómo son las tribus de jíbaros del Amazonas, protesto enérgicamente por el sobrecargamiento de ponchos de estos, en vez de un esplendoroso, cobrizo y amenazador desnudo pintado.
¿Por qué le pongo un seis a una película tan pedantorra y cansina? Por algunos buenos momentos, que los tiene, y, amigos, porque soy hijo de los cómics que leí, de las películas que vi de niño, de mis lecturas de autores clásicos de aventuras que me marcaron y fascinaron; y ver un barco remontando los ríos amazónicos hace tambalearse en mí cualquier severidad excesiva. Hay que verla, porque la selva luce esplendorosa, aunque no se trague al Kinski de los cojones. En la escena final, más lírica de la mala, como en las letras de La oreja de Van Gogh.
berenice
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6
25 de diciembre de 2012
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lana Turner no fue nunca una buena actriz, y como señora de bandera hoy no daría el pego. Juanita Moore, de tan madraza, es estomagante. John Gavin está cada vez más joven aunque pasen los años, y su papel no se traga ni con patatas. La hija negra que quiere ser blanca es lo único verdaderamente perturbador de una película-dramón que tiene fama de personajes bien construidos en su progresiva desesperación, pero que no resisten ni un soplo. No, ni siquiera bajo la excusa de dramón desaforado con licencia para arrasar corazones.
Sin embargo, la cosa fluye, más o menos, durante dos horas, (aunque no se excluye algún que otro bostezo), y es verdad que hay manejo de la escena y del ritmo, pero los tours de force, (como el encuentro en el camerino o el boato boatísimo de la muerte final), no conmueven nunca. Y se trataba de eso, ¿no?, de tirarse del avión sin paracaídas. Hay demasiadas escenas que dan más risa que otra cosa, y una polilla retro que es casi lo mejor , aunque no deja de ser polilla. Me remito a la mejor crítica que hay sobre la película, la de wapawapa37, el que mejor ha entendido de qué va todo este asunto y que, desde hoy, figura entre mis críticas favoritas
berenice
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6
20 de enero de 2013
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los franceses son los únicos seres del mundo que no sólo siguen siendo amigos de sus parejas tras separarse, sino que las invitan a cenar y a todo tipo de eventos junto a sus nuevas parejas. En esta película la relación no hubiera acabado nunca, está claro, si ella no sufre ese final, una de tantas chorradas de la película. En “El desprecio” no hay ningún desprecio de verdad; sólo se lo dice a su marido francés, de palabra, una apática Brigitte Bardot, pero luego sigue dale que dale, hablando con él, paseando con él, dando la brasa con él. Por cierto, que el marido es francés, vaya si es francés: después de toda su actuación, hostias incluidas, se extraña de que su mujer ya no le quiere. Ay, tanta pose y tanto giro, tanta impostación cultureta para indicarnos hastío, amargura… la cajita de cenizas de la canción de Sabina. El tono intelectualoide es tirando a ridículo, y se manifiesta en mil poses y mil amaneramientos, y en otros tantas “godardeces”, tanto de guión como de realización. Particularmente estúpida es la escena del auditorio con la chica cantando, cuando se va el sonido de la sala cada vez que hablan. En fin, son tantos los experimentos vanguardistas a los que se les va el gas con el tiempo que no se lo tenemos en cuenta. Supongo que esta película tenía que hacerse, hacerse así, y punto. Es más tragable que casi todo lo de Godard, al fin y al cabo.
Pero no todo hace gracia de la mala en el film. La planificación de algunos largos planos secuencia es absolutamente magistral, (maravillosa la escena del apartamento, de principio a final, toda: composiciones, movimientos de los dos personajes, cámaras, gestos, acciones de cada uno, idas, venidas…). Los diálogos también atraviesan largos momentos de brillantez y credibilidad, en especial cuando la pareja habla como una pareja y se dejan a un lado las tontunas de poetas, dioses y pedanterías varias. El cuarteto actoral está simplemente genial, incluido ese Fritz Lang que era un maestro muy superior a Godard retratando psicologías, e infinitamente menos pedantorro. De BB, otro usuario ya ha remarcado su inolvidable culo, la única razón por la que esta película quedará en la memoria. Piccoli, genial, como siempre. Y el grandullón Palance, todos saben que ha sido uno de los más grandes, y compone con su actuación todo un personaje que no estoy seguro que estuviera tan bien perfilado en el guión. Como el tono de amargura, de desaliño, de hastío puede, (a pesar de las mil tontunas que pueblan el film), traspasar la pantalla de vez en cuando, la catalogaremos al final como una película que se puede ver aunque aburra en muchos tramos.
Mención aparte para la tan alabada “banda sonora” del gran Delerue. No es una banda sonora, es una sintonía: la sintonía de la amargura. El uso que se hace de ella es muy superior a la calidad intrínseca de la música en sí. Es corta, bachiana, facilonamente triste en su movimiento secuencial; aparece siempre igual, y asimétricamente, en cualquier momento, lejos o cerca de su anterior aparición, aparentemente independiente de lo que está ocurriendo en ese momento, como esas torturas nuestras que parece que nos han dado tregua, y súbitamente aparecen en medio de cualquier sitio: un parque, una cola en un banco, al arrancar un coche…, para recordarnos que nunca se fueron.. Esta sintonía se convierte, así, en el quinto personaje de la película.
berenice
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