Makinvaja es el entretenimiento máximo del cine de humor español contemporáneo por antonomasia. Cuando comienzas su visionado, con esos títulos de crédito avisando que "puen herí la sensibilidá", ya sabes de qué va a ir el asunto.

Descojone máximo.

No estamos hablando de buen gusto. Pero hijos míos, tampoco se tiran pedetes o hablan de gilipolleces como en las americanas. Estos dos son chorizos, chorizos barriobajeros, mal hablados, soeces, pero con sensibilidades musicales, son atracadores que aún se impresionan, deben al fisco y quieren llevarse bien con él, la policía los da de hostias y ellos se lían a tiros si quieren en el bar del Pira. Todo ello y mucho más forma un universo surrealista donde podrían hacerse no una, sino diez películas y todas ellas seguirían siendo para descojonarse vivo.

A MÍ ME ENCANTÓ. La pongo un diez porque para mí es la mejor comedia de la historia del cine español, (opinión totalmente subjetiva y deformada), porque de niño me la ví cien veces, y porque está muy infravalorada y quiero ayudar a que suba aquí.

IMPRESCINDIBLE su visionado. Os va a quitar muchas tonterías en lo que sin duda es la mejor actuación de Pajares en toda su carrera. La mejor. ¿Quién dijo que no es buen actor? Pues aquí lo demuestra.

El único fallo es el doblaje desacompasado, pero tal vez esto le de un punto de cutrez mejor, porque esta película es cutre, sí, pero porque quiere y por primaria necesidad. Está hecha con tres perras gordas y es literalmente cojonuda. Y os vais a reir de lo lindo si teneis un abierto (y muy español) sentido del humor.

Yo, con estos dos, os aseguro que las risas están aseguradas.
Mención aparte a Mary Santpere, estupenda como madre del Maki, una lástima que muriese en un avión nada más rodar esta película. ¿Y qué me decís de Lazaro Escarceller? Se tiró los últimos diez años de su vida recodando que había hecho más de cien películas, pero que sólo le reconocían como el abuelo del Maki... por algo será.

Magnífica, sin aspiraciones. Una hora y media de buen rato.

Señores, ya está bien:

Soy un firme defensor de la carrera de Vigalondo. Mención aparte merece casi la totalidad de su producción en cortometrajes, excepcionales o muy interesantes -a la par que divertidos- todos ellos (de los que, sorprendentemente, sólo margino, sentencio y aparto de la lista a su archiconocido y mencionado "7:35 de la mañana", el cual me parece un pufo sobrevaloradísimo). Nacho Vigalondo me gusta: su humor absurdo me divierte, su temática es fresca, original y aprovecha al límite unos medios siempre escasos (por no decir ínfimos, infrahumanos, como sucede en su excepcional trilogía "Código 7"). El cutrerío que luce la mayor parte de sus creaciones le otorga cierto halo de mito a sus sorprendentes salidas de tono, aventuras particulares enfrascadas -encapsuladas, por su dimensionada brevedad- en recurrentes temás de ciencia ficción -simples, concisos, dotados de lenguaje comprimido y dirección que abraza la sinergia de la chapuza y lo genuino- donde el verdadero protagonista es el absurdo humano, las relaciones interpersonales en situaciones límite.

Y he aquí que pago 7 euros por visionar "Extraterrestre", merced a un largo y sostenido debate con un buen amigo -el acompañante y selector de películas más extraño y particular que os podáis imaginar-, quien tuvo que sacar a la luz anteriores fallos de elección por mi parte -dos semanas atrás le había arrastrado a ver "Caballo de Turín" a un tugurio céntrico de mala muerte y seis filas de butacas- por lo que no pude rebatir su deseo y nos postramos frente a lo nuevo de Vigalondo.

Reconozco que, en mi interior, se manifestaban sentimientos opuestos, contrarios, divergentes, batallando entre sí: por una parte, crecía en mí la ilusión (casi excitación) ante la nueva ocurrencia de este gran tipo; por otro lado, leía el nombre de los protagonistas y caía en los males del presumible tópico del buen previsor (sobre todo cuando te juegas los cuartos, por pocos que sean). De modo que meditaba, en silencio, a través de la bruma de unos portentosos accesos de tos que molestaban a las seis o siete personas que ocupábamos la sala: Michelle Jenner, los de Chanante... no me jodas. Nada bueno puede salir. Sucedió esa (por desgracia) usual conexión entre los malos presentimientos y la confirmación del desastre. Siguiendo el discurso de nuestros abuelos, se cumplió el dicho: "Cuando el río suena...".

Partiremos de la base de que, a excepción de Julián Vilagrán (que no se ha visto en otra; esto es, no se ha comido otra igual... el pobre), "Extraterrestre" funciona sin actores. Cierto es que Cimas está brillante en su particular exploración de esa extraña labor conocida como "actuar". Con él te ríes sí o sí: es un tipo gracioso, de naturaleza humorística; dicho elixir -nada común ni extendido- fluye por su cuerpo abombado, atravesando sus gestos y su poderosa voz un talento extraño, sosegado y neurótico que nos conquista.

(Sigo en SPOILER por falta de espacio).

Siempre he pensado que, si al salir del cine, lo único bueno que puede destacarse del filme es la gran actuación del protagonista... las cosas no se han hecho del todo bien. "Gold" es una película confeccionada a la medida del -por otra parte, absolutamente previsible- lucimiento de un actor que lleva ya muchos años demostrando encontrarse en la cúspide interpretativa. McConaughey nunca falla, pero esta vez su personaje (no describiré ninguna de sus cualidades o características, porque creo que rompería la magia) no se antoja tan electrizante, tan poderoso como en otras ocasiones, incluso diría que peca de redundancias o matices trillados ya de antaño en la meca hollywoodense... aunque tal vez sea ese el sentido final: el ascenso y la caída, la revisión del mito clásico del perdedor, con todos sus vericuetos y escenarios vitales comunes. Ah, y para colmo de lo rutinario, se suman los problemas de alcohol...

Mención aparte merece la mesura (e incluso ternura) de Edgar Ramírez, con un personaje secundario que nunca abandona las buenas formas, la elegancia y esa calidez hierática que le proporciona un magnetismo invulnerable... aunque no arrollador.

Cada minuto del metraje, a pesar de su excelente fotografía, de sus paraísos situados en la Indonesia más primigenia (quién no quisiera sobrevolar esas montañas... pero solo sobrevolarlas, desde lo alto de una confortable cabina de helicóptero), de sus giros argumentales casi constantes, de las subidas y bajadas de una montaña rusa que no llega a impresionar demasiado (como esos receptáculos de realidad virtual de finales de los años 90... todos salíamos un poco decepcionados de aquello), del esfuerzo de sus actores y actrices por intentar demostrar la "relevancia y trascendencia" de la historia que se refleja... lo cierto es que todo se antoja un rompecabezas compuesto por miles de fragmentos de otros filmes que alcanzaron la cumbre. No se percibe la originalidad, no se termina de disfrutar la dirección, no acabamos de empatizar con la dureza de las circunstancias... es como si hubiésemos visto cada situación antes.

Otra de sus supuestas fortalezas, la impactante transformación física del protagonista, se percibe ya como un recurso desgastado: McConaughey adelgazó terriblemente hace pocos años, destruyendo su figura apolínea para interpretar al oscarizado cowboy Ron Woodroof, en la archireconocida Dallas Buyers Club... ahora aparece en pantalla con muchos kilos de más y... un momento... ¿no lo hizo hace poco Christian Bale?

- Grandes actores, excelentes actuaciones... pero no soberbios personajes (están plagados de esquemas emocionales recurrentes; otros son literalmente planos).

- Buena dirección... pero no inspiradora. No aporta nada excepcional.

- Interesante guión... pero previsible a pesar de sus constantes giros argumentales.

- Escenas y actitudes que ya hemos visto antaño.

- Guión susceptible de revisión.

- Excelente caracterización... pero eso no debería convertirse en el elemento más destacable. Y me temo que ha sido así.

James McAvoy es un pardillete. Yo que sé tíos, en serio, yo cuando era crío espabilé como todos pero solo necesité un par de avisos, no que me majaran a hostias durante semanas. Yeah.
Como este videoclip de dos horas no es serio, no pienso hacer una crítica seria...

De primeras, un director de Días de Cine.... para flotar en Júpiter. Debió de ganar todos los certámenes de literatura de su barrio, porque qué imaginación... señor...
Si llego a saber que esta película la dirigía este borracho de vodka, no la hubiese visto. Desde luego ha resultado ser una sorpresa: esta ALUCINANTE (en el mayor sentido del término) película es soberanamente superior a Guardianes del Día. Pensé que estaba enterrado en la Siberia, después de aquello...

Está bien, hablemos de la película:

1. Angelina Jolie me ha seducido. Es la primera vez que esta mujer me vuelve loco loco. Impresionante. ¿Pero no estaba anoréxica?

2. El guión: el guión, bueno, pasemos a los personajes.

3. El que más me gusta es el pardillo de Avoy. A Morgan le veo siempre igual, igual aquí, igual en Batman, igual en todas, yo creo que este hombre sale a rodar hasta con el mismo traje y corbata... prometo investigar...

4. La primera escena nos muestra como adelanto una serie de sucesivas FLIPADAS, SANDECES, MOVIMIENTOS TRUCULENTOS Y ACCIONES INVEROSÍMILES que hacen de CRANK: VENENO EN LA SANGRE una película realista, emotiva, correcta y delicada.

ESCENAS IMPAGABLES:

- Coches trampolín: el director detuvo el rodaje: esperad esperad troncos, quiero hacer una escena en la que un coche vuele por los aires catapultado por otro.

- Esperad compis, quiero hacer que un cochazo derrape con la puerta abierta e introduzca al personaje en él tras el volantazo. Échale un vistazo ahí que se notan algunos unos y ceros...

- ¡Un momento, solo una más por favor! ¿Que tal si matamos a los malos con una pistola a dos kilómetros del lugar, haciendo que la bala haga tirabuzones? ¿Chicos? ¿Hola?

- No soy loco, soy excéntrico. Preparáos, nuevo reto: Quiero que hagamos la persecución del pañuelo sobre un tren en marcha.

- ¿Que qué hacemos con las hipotéticas heridas que sufriría el protagonista después de tanta hostia? Joder... yo qué cojones sé. Crea una poción o algo. Una piscina con agua y sales... venga dale.


Así ad eternum.
Lo peor es que me he divertido mucho. Tenéis que verla porque como esta película no se toma en serio a sí misma, tiene algo cojonudo que la acabará haciendo de culto.

Dios la gorda asquerosa esa... yo no hubiese sido tan delicado. Qué HIPÉRBOLE DE PELÍCULA, que exageración... qué desfase.

Siempre quise que mi crítica número 100 supusiese una entrega especial a todos aquellos que, día tras día, me alegráis con vuestras reseñas y aconsejáis en este vasto universo filmográfico. Desde el principio, deseé poder aportaros algo especial, un bello y esperanzador mensaje, mi más sincero agradecimiento por vuestro desinteresado esfuerzo ya que en esta comunidad, por norma general, el respeto predomina y el intercambio es real y productivo.

Este es mi regalo para todos vosotros: Más Allá de los Sueños. Toda palabra sobra, esta película es indefinible por sí misma; es sencillamente maravillosa, a todos los niveles.

Recuerdo que tenía 13 o 14 años cuando mi padre y yo acudimos al cine a verla. Doy gracias a mi juventud, pues me permitió absorber toda esa carga de profundidad con el corazón de un niño. Aquellas dos horas me transformaron y, ciertamente, cuando regresábamos a casa, pude intuir ese mismo brillo en los ojos de mi padre. Creo que nos sentimos mucho más unidos de lo que ya estábamos, cada minuto de metraje entrelazó nuestras sensibilidades, identificándonos, reencontrándonos en un abrazo espiritual.

Se debe elegir con quién compartir el momento de su visionado. Si alguna vez has creído en el romanticismo, en la idea de amor eterno (tan desgastada hoy día), más allá de la pareja, abarcando la totalidad del propio ser humano, si crees en las bondades del mismo, en la existencia de su naturaleza soñadora, en la finalidad de toda lucha… no debes perdértela. El contexto, repleto de fantasía, nos traslada a una niñez colorista y paradójicamente adulta. Todo amor conlleva sufrimiento, pero el dolor no es más que ese proceso a través del cual modelamos, en una realidad no siempre feliz ni prometedora, las suaves formas de la experiencia vital de nuestra ánima.

Regresamos juntos, mi padre y yo, a casa. Los pies flotaban en el asfalto. Nos sentíamos felices.