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España España · Madrid
Críticas de Mogwai
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Críticas 35
Críticas ordenadas por utilidad
9
5 de noviembre de 2007
20 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viendo los derroteros que parece haber tomado la carrera de Gus Van Sant en los últimos años, y viendo la (mala) fama que se ha ganado con sus últimos experimentos, creo que es justo recordar que este tipo fue, hace más de una década, una de las puntas de lanza del entonces incipiente cine independiente americano. "Todo por un sueño" y "Mi Idaho privado" son dos películas estupendas, pero este Drugstore Cowboy realmente toca el cielo, con la vida de una banda de cuatro yonquis que se dedican a mantener su adicción atracando farmacias por el noroeste americano, a principios de los setenta, y que tras serios problemas con la justicia por sus hábitos empiezan a replantearse si realmente les compensa su vida de adictos. Y no, no se trata de una película moralista sobre las drogas, ni mucho menos. El mayor acierto del film es precisamente la ausencia de juicios de valores sobre la conveniencia de la vida de unos y otros, simplemente se dedica a mostrar crudamente estas vidas, y cómo estos yonquis ven generalmente negado su sitio por la mayoría de la sociedad.

Dillon, genial, encarna la esperanza de alguien que sólo busca intentar vivir su vida de la mejor forma posible, sin molestar a los demás, pero que ve la imposibilidad de hacerlo ante el acoso de un abusivo agente de policía obsesionado con acabar con su carrera delictiva. También aparece por ahí el poeta beat William S. Burroughs, en un impagable papel como viejo sacerdote drogadicto rechazado por sus hábitos y que ofrece una de las reflexiones más lúcidas sobre la droga que se han visto en el cine. No es un film realista sobre las drogas, sino más bien una meditación sobre gente apartada de la sociedad que la empareja más con películas añejas como "Malas tierras" o "Cowboy de medianoche" que con cualquier película sobre adictos. Y si no fuese por esos ya comentados fallos estilísticos debidos a su época (era 1989, la estética por entonces se ve hoy demasiado obsoleta, y eso se nota aquí sobre todo en la música y en la elección de algunos planos un tanto estridentes, aunque el estar ambientada en los setenta nos libra al menos del vestuario hortera que se gastaba en el 89) podría ser una obra maestra de la talla de aquellas. Aparte de eso, es realmente una película excelente, la mejor de Van Sant y una de las imprescindibles de la primera hornada de cine indie norteamericano.
Mogwai
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7
6 de marzo de 2008
15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay que reconocer que Gus Van Sant es un buen director. Como prueba tenemos sus primeros films, y como prueba tenemos el virtuoso dominio de la técnica que luce en los últimos. Como diferencia entre ambas etapas está la intención. "Gerry", por ejemplo, es un increíble ejercicio de estilo que flojea por la total ausencia de chicha narrativa o capacidad para emocionar más allá de la fascinación de su técnica. En "Elephant", sin embargo, consigue aplicar esas técnicas para inquietar y estremecer. Este "Paranoid Park" cae más o menos entre medias: el hecho de estar basada en una novela hace que, por primera vez en mucho tiempo, el director americano tenga una historia que contar, una historia muy potente que sabe desarrollar para llegar a algunos puntos realmente preciosos. La estructura temporal desordenada y que gira constantemente sobre sí misma, los estilizados movimientos a cámara lenta y los largos planos secuencia siguiendo al protagonista se convierten aquí en un elemento realmente efectivo a la hora de hipnotizar al espectador y sumergir al personaje en la mente y las visceras del torturado protagonista, un imberbe skater que accidentalmente mata a un guardia de seguridad que le descubre haciendo trastadas en las vías del tren, un extrañamente profundo y reflexivo adolescente al que el autor logra tomar el pulso y usarlo para retratar de forma excelente parte de la naturaleza de los jóvenes de la Norteamérica actual.

El problema es que entonces Van Sant se acuerda de que es Van Sant, adalid del nuevo cine intelectuoloide, genio del vacío narrativo, y sencillamente se excede en su faceta más experimental, que funciona en pequeñas dosis pero que aquí se repite lo suficiente como para llegar a eclipsar la fuerza narrativa y entrar por momentos en el terreno vacuo y tedioso que caracterizó, por ejemplo, la bastante indigerible "Last Days". Y es realmente una pena, porque durante buena parte del metraje Van Sant parece haber encontrado el camino de sus mejores obras, logrando emocionar y penetrar en el espectador como pocos saben.

Epígrafe aparte para el (soberbio) apartado técnico. Brillan aquí el exquisito uso de la cámara lenta y los citados planos secuencia; la fotografía de Christopher Doyle es fabulosa, los fragmentos en super 8 de los skaters, sin añadir realmente nada a la trama, se convierten en estupendos complementos de la historia. Y, además, recupera en la música al malogrado Elliott Smith y recicla la música del gran Nino Rotta, usando bastantes fragmentos de su música para "Giulietta de los espíritus".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Mogwai
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9
5 de enero de 2011
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decía Oscar Wilde que los verdaderos artistas escriben sobre la vida que no pueden tener. Y luego estamos los que ni podemos tener la vida que queremos ni tenemos ningún talento para escribir, o componer, o pintar. Los artistas sin arte, que diría Burt Lancaster en “Los profesionales” (película para reivindicar, enmarcar, adorar y conservar como una auténtica joya, por cierto). Y no nos queda más que vivir a través del arte que crean otros. Sentarnos delante de la tele, poner el dividí y olvidarnos durante 100 minutos de toda la mugre que hay fuera de esa pantalla.
Por ejemplo, los 100 minutos de “La vida de bohemia”, obra clave en la carrera de Aki Kaurismäki y primera peli que veo del afamado finlandés. Ese cuento sobre desheredados, románticos e idealistas, que se convierte en una cápsula repleta de humanidad, de amor, de ternura, de tristeza. De vida. En perfecto blanco y negro, sembrado de esas gotas de humor lacónico, ese ritmo pausado y esa afición a los fundidos en negro que parecen la forma en que Kaurismäki le devuelve a Jarmusch el guiño que le hizo en la última historia de “Noche en la tierra”. Tres extraños en un paraíso de buhardillas destartaladas y vino barato. Louis Malle haciendo de gentleman. Samuel Füller con sus malas pulgas habituales. Jean-Pierre Léaud haciendo nada excepto recordarnos al inmortal Antoine Doiniel. Esa gloriosa coña sobre la música contemporánea. Un lugar en el que refugiarse y disfrutar, antes de que las luces se enciendan y nos devuelvan a la realidad más mundana. La magia del cine. Una película preciosa.
Mogwai
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8
5 de noviembre de 2007
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
[Extracto de la conversación entre dos petirrojos]

-¿Por qué Neil Jordan siempre divide opiniones con sus películas? A mi esta me ha encantado, realmente.

-Bueno, tiene uno de los estilos más personales que hay. Lo suyo son más cuentos que historias. Convierte la imaginación de los personajes en imágenes, llena la pantalla de colorido y sin embargo lo hace contando historias que en el fondo son muy duras. Esta va de un personaje que lo pasa mal durante toda su vida pero logra superar esa frustración y encontrar siempre el lado bueno de las cosas.

-Sí, cierto. Es que me recuerda a otra peli suya...

-“The Butcher Boy”, de 1997. Ambas están basadas en novelas del escritor Patrick McCabe, y cuentan la historia de un personaje criado en la dura Irlanda rural de finales de los 60. Pero aquella era un cuento durísimo sobre la influencia que tienen sobre una persona los malos tratos, físicos y emocionales, en la infancia, y esta trata más bien de la forma en que un chaval afronta un mundo hostil con él por cómo es, y cómo nunca desiste en intentar alcanzar sus sueños...

-Y, otra vez, lo hace retratando de fondo el conflicto irlandés, claro, omnipresente en su obra. Desde “Juego de lágrimas” es un tema que ha tratado con mucha fortuna, y ayuda a crear un tamiz secundario a la historia del prota y a meter algunos de los momentos más dramáticos, con los que rompe constantemente el tono onírico que mantiene el resto de la peli.

-Claro. Y salen Liam Neeson y Stephen Rea, y Cillian Murphy está absolutamente impresionante, y la dirección artística y la fotografía son excelentes, y encima suenan un par de temas estupendos de Van Morrison. Una película espléndida, en definitiva, muy recomendable.

-Sip....oye, acaba de venir el lechero. Vamos a picotear la nata...
Mogwai
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8
19 de julio de 2008
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta “A Zed & Two Noughts” (en España simplificando, como siempre) es probablemente la película menos conocida de la primera etapa del pintor metido a cineasta Peter Greenaway, uno de esos tipos raros, raros. De hecho, hasta hace poco la película ni siquiera tenía ficha por aquí. Y es curioso, porque tiene todos los elementos por los que las primeras películas de Greenaway son tan amadas (y odiadas): un argumento truculento, las tendencias hacia la no-narración y la destrucción de la trama tan del gusto del director británico, su obsesión por la pintura (en este caso el objeto de deseo es Vermeer), sexualidad grotesca, cuerpos en descomposición..., aunque en un formato realmente más accesible de lo que acostumbra, quizá básicamente por el humor negro que destila constantemente.

En este caso la trama involucra a dos biólogos gemelos desconcertados por la muerte en un accidente de coche, cisne incluido, de sus mujeres, accidente en el que una tercera mujer perdió una pierna. Mientras se dedican a tragarse los 8 episodios de una serie sobre la evolución de la BBC, intentando encontrar en ella el significado de su situación (“...desde que hace 400 millones de años apareció la vida en la tierra hasta que mi mujer murió intentando esquivar un cisne...”) los gemelos empiezan a cultivar una fijación malsana por la descomposición de los organismos, se enamoran simultáneamente de la mujer amputada y empiezan a liberar animales del macabro zoo en el que trabajan. Un panorama desasosegante y enfermizo que una vez más contrasta con el impecable apartado técnico en que envuelve el film, planeando cada encuadre como si fuese un cuadro y reservando sus gloriosos movimientos de cámara para las escenas clave, todo ello inmerso en la soberbia fotografía del gran Sacha Vierny y el excelente score (uno más) de Michael Nyman. Todo esto hacen de “A Zed & Two Noughts” una propuesta tan radical y extraña como el resto de la filmografía de Greenaway, pero también una de sus películas más sorprendentes y divertidas y, por qué no, un buen punto de iniciación para todo aquel curioso por saber de qué va la filmografía de este peculiar galés.
Mogwai
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