“Psicosis 2” arranca 22 años después, cuando Norman es declarado “curado” y vuelve al motel. Pensé que me encontraría con algo peor, pero la verdad la he seguido con cierto interés y poco sonrojo (excepto por la última secuencia: inenarrable)
Los paralelismos con la primera “Psicosis” son abundantes, moviéndose la película en el pantanoso terreno de la copia/homenaje: la ducha de Meg Tilly, el clímax en el sótano…
Lo malo es cuando se aportan cosas de cosecha propia, en una concatenación un poco burda de sustos y pistas falsas, pero con todo se soporta.
Una gran novedad reside en mostrar el interior de la casa con gran detalle, lo que le resta mucho misterio (Hitchcock sólo mostraba la escalera y el sótano para dos escenas clave)

Es inevitable salir con la sensación de que a la peli le falta intensidad (qué floja la escena final), pero desde luego supera la media del cine nacional: tiene una factura impecable, una historia que engancha, buenas actuaciones…

Aparte de esa falta de intensidad, quizá lo que menos me ha gustado han sido algunos cambios demasiado repentinos en los personajes: el paso del miedo ante las amenazas a comerse el mundo por parte del protagonista, el cambio de “malo” a “bueno” por parte de Coronado…

Coronado, por cierto, está excelso: en la primera parte de la película me dio auténtico miedo, para luego mostrar sus fisuras y su humanidad de un modo igualmente convincente.
A Miguel Ángel Silvestre ya lo había descubierto en “Vida y color” de Santiago Tabernero, así que no me ha sorprendido su buen hacer. Además creo que este papel de “duro frágil” encaja muy bien con su físico (imponente) y su voz (nada dura, muy humana, aparte de que demuestra una dicción impecable)

Por un lado me pareció una obra menor y sin mayor trascendencia, pero por otro me resultó muy interesante ver en ella el germen de películas posteriores. En especial me recordó a “Vivamente el domingo”: el personaje que interpreta maravillosamente la bella Marie Dubois es todo un precedente de la radiante Fanny Ardant (el peinado, las gabardinas, el verse envuelta en medio de una intriga en la que tiene que ayudar a su feúcho enamorado, cosa que hace con mayor desenvoltura de la que cabría esperar dada su inexperiencia en aventuras de cine negro…)
También vemos esa fijación de Truffaut por la piernas de las mujeres que el director desarrollaría (para mí hasta el hartazgo) en “El hombre que amaba a las mujeres”.
Tiene buenos momentos de humor, como cuando el protagonista está en la cama con una protituta y le tapa los pechos con la sábanas “igual que hacen en las películas”, dice.
La estructura con saltos en el tiempo es bastante moderna para la época (1960), y emplea la técnica del Mcguffin hitchcockiano de construir una historia trepidante en base a algo mínimo (no le funciona tan bien como a Hitchcock, pero no queda nada mal)
Una película muy interesante (pero más por las comparaciones y paralelismos que permite hacer, que por su propio interés intrínseco)

Preciosa historia de amistad (más potente que muchas historias de amor) dirigida por el prolífico Patrice Leconte.
Que sea predecible no le resta ni un gramo de gracia y emoción.
Los dos actores principales están superlativos: Daniel Auteuil revalida su valía para la comedia (en el drama lo encuentro insípido) ganándose al espectador con un papel no muy simpático, y Dany Boon sorprende (después de hacer el ridículo en “El juego de los idiotas”) con una inusitada simpatía y sensibilidad. Realmente dan ganas de conocer a alguien así, de esa pureza y vitalidad desarmantes, y hacerse amigo suyo.
Muy bonita. De las que sales sintiéndote mejor de lo que has entrado. De las que se sienten más que se analizan (aunque también deleita con el reconocimiento de sus inspirados símbolos)

Grandísima película alcohólico-sentimental (muchas veces los personajes se dicen las cosas estando "piripis"), grandísima película sobre lo difícil que es hablar de ciertas cuestiones íntimas. Realmente "sientes" la incomodidad de los personajes al abordar ciertas cuestiones delicadas, gracias a unas interpretaciones SUBLIMES (sobre todo de Mia Farrow y de Diane Wiest), grandísima película de "filosofadas" con un whysky de por medio, tristísima, ya que en ella no funciona ni el amor romántico, ni el familiar, ni el amistoso... inusitadamente pesimista (normalmente Allen es un blandengue), y grandísima la metáfora del título: ese septiembre en el que se acaba el verano (lo bueno), y hay que lidiar con lo malo (la vida cruel)
Sin duda, Allen gana mucho cuando se pone serio.