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Críticas de Juan Marey
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Críticas 622
Críticas ordenadas por utilidad
8
5 de enero de 2014
17 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Howard Koach y John Huston escribieron el guión de esta película a partir de un relato de Huston, cuya inspiración según parece le vino después de la compra de una estatua china de madera en una tienda de antigüedades y de una conversación a propósito de unos boletos de carreras de caballos en Irlanda. La película es una fábula sobre el karma, sobre la mezquindad humana y sobre la inevitabilidad del destino, ese fatalismo inherente al cine negro y que tan fantástico nos resulta. Nos situamos en Londres, Crystal Shackleford (Geraldine Fitzgerald) quiere averiguar si la leyenda de una estatua china es cierta, para ello decide reunir a dos extraños, Peter Lorre (Johnny) y Sydney Greenstreet (Jerome), los tres hacen un trato, apuestan por un caballo a las carreras, y el dinero conseguido, si es que ganan, lo invertirán en una nueva carrera al mismo caballo.

Ambigua e irónica, el film cuenta con una dirección fluida y elegante por parte de Negulesco que se mezcla a la perfección con las dosis de cinismo, pesimismo y misoginia del relato Huston. La ligereza del conjunto no debe confundir en relación a lo descorazonador de sus conclusiones, aquí todo el mundo pierde, aunque algunos en menor grado, como el personaje encarnado por un Lorre genial, como siempre.

La ambientación es fascinante: en casa de Crystal, en las oficinas de Jerome o de okupas en unas ruinas con Johnny y Gaby, estamos siempre en un no-lugar. La música de Adolph Deutsch acompaña el misterio. Los actores, todos fantásticos, pero es Peter Lorre (Johnny) quien realmente marca el ritmo de la película. Por último, la fotografía excelente del veterano Arthur Edeson da a este cuento esotérico la atmósfera negra que le conviene.

Una de las obras más desconocidas de este director de origen rumano Jean Negulesco que consigue dotar al film de un ambiente de misterio y extrañeza que no decae nunca. Una película a recuperar que se ve con fascinación.
Juan Marey
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8
6 de marzo de 2016
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un tiempo en donde cualquier realizador con apenas un par de películas, en la mayoría de las ocasiones de calidades muy discutibles, se ponen de moda, son entrevistados en todas partes o se les dedican generosamente libros, nunca es tarde para evocar a uno de los grandes del cine clásico de Hollywood, Jacques Tourneur, un director de culto, un artista de paladares selectos, un cineasta excepcional que nunca disfrutó de un especial reconocimiento en el engranaje de Hollywood. Un director perfectamente dotado para crear atmósferas de lo más turbio, y en las que se daban la mano todo tipo de temas, películas como ‘La noche del demonio’ (‘Night of the Demon’, 1957), ‘Retorno el pasado’ (‘Out of the Past’, 1947) —una de las cumbres del Film Noir—, y sobre todo ‘La mujer pantera’(‘Cat People’, 1942), ‘Yo anduve con un zombie’ (‘I Walked with a Zombie’, 1943) y ‘El hombre leopardo’ (‘The Leopard Man’, 1943) —excepcional trilogía temática de índole fantástica—, entre las más conocidas, respaldan a un director al que le gustaba más sugerir que mostrar, la sutileza por encima de la evidencia.

Adaptación de una novela de Margaret Carpenter que seguía un esquema similar al de ‘Luz de gas’, ‘Noche en el alma’ (‘Experiment Perilous’, 1944) pertenece a la gloriosa época de la productora RKO, productora que duró desde 1928 hasta 1953, y por la que pasaron algunos de los directores y actores más famosos de aquellos años, desde Orson Welles a Alfred Hitchcock, pasando por Katharine Hepburn o Cary Grant, y cómo no, el insigne Val Lewton, especializado en producciones de terror. El presente es el primer film producido por el escritor Warren Duff, que también se encarga del guion, un drama de suspense psicológico, como gustaban de hacer en aquellos años, de resultado estimable aunque sin llegar, claro está, a la perfección de las citadas.

Fantasía y realidad se unen al más puro estilo y gusto de Tourneur en una película construida con un notable sentido de la atmósfera opresiva, con resultados realmente inquietantes. Todo en ‘Noche en el alma’ resulta extraño, acorde con el tono de la historia. El encuentro de Bailey (Brent) con el extraño personaje de Cissie (Olive Blakeney) en el tren, en el que ella se muestra especialmente preocupada; más tarde la repentina muerte de ella, el entierro, el encargo a Bailey, por parte de Nick (Lukas), de que estudie y diagnostique a su esposa; y cómo no, la fascinación que Allida (Lamarr) despierta en todo hombre que se le acerca. A la actriz le toca el personaje más complejo de la función, mezcla de inocencia y siniestra madurez, y sobre la que, hasta el final, no sabemos si es así, si está loca, o sufre algún tipo de conspiración marital. Brent no luce demasiado bien como héroe de la función, incluso no resulta convincente en sus teorías sobre psicología, y pierde la “batalla” actoral frente a un camaleónico Paul Lukas, que borda un personaje muy cambiante y decisivo, la normalidad y la locura dándose la mano en un rol que pasea libre por los góticos decorados, nominados al Oscar.

Una muy curiosa mezcla de drama, romance y suspense, una excelente muestra del talento de un realizador que no siempre ha sido valorado en su justa medida.
Juan Marey
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9
24 de mayo de 2015
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
“A pleno sol” es la primera adaptación al cine que se hizo de la novela “The Talented Mr. Ripley” de Patricia Highsmith, la primera y, bajo mi humilde opinión, sin duda la mejor, una de las muestras más interesantes de cine negro europeo, una película gestada bajo el calor sofocante del verano italiano que se transforma en un thriller psicológico marcado por la desconcertante falta de moralidad de su protagonista.

Uno de los aspectos más interesantes del film, y por extensión de la novela original, es la idea del crimen perfecto, o más bien la idea de adquirir una vida deseada de la única forma posible para un fracasado, enfermo mental aunque genio, engañando no solo a sí mismo sino al resto. La película nos habla de la envidia, de la dualidad de personalidades, del amor y el desamor y sobre todo de los límites a los que puede llegar uno por querer incrementar su propia autoestima, y todo esto lo filma Clément de forma pulcra, cuidando mucho los detalles, haciendo un análisis visual del proceso de suplantación de una persona, con un tratamiento de los personajes formidable. La cinta se aparta de sentimentalismos, de excesos de planos y refleja perfectamente el acoso y el miedo interior de Ripley, trasladando al espectador a terrenos del género negro pocas veces visto con tanta sobriedad.

El protagonista es el magnético y hermoso Alain Delon, criatura diabólica que brinda una interpretación insuperable, Delon encarna a Ripley con una mezcla entre infantilidad y frialdad extrema, casi inhumana, su mirada pasa de ser distante a mostrar una curiosidad insana que roza el sadismo, como un niño que disfruta al ver chamuscarse una hormiga bajo una lupa, aun así, el actor francés consigue que Ripley resulte carismático, es difícil no sentirse atraído por la elegancia indiferente y la clase de este asesino enfundado en mocasines y pantalones de pinzas, su Tom Ripley pertenece por derecho propio a la larga galería de encarnaciones del mal que ha dado el cine. No menos hermosa y seductora está Marie Laforet como el objeto de deseo de Ripley, contrastando su belleza frágil con la posesión total y suplantación que ejerce el Ripley de Delon. Muy notable también la actuación de Maurice Ronet en su papel de Phillipe Greenleaf, representa claramente un “viva la vida”, un chico bien con dinero para malgastar sin oficio ni beneficio pero con respaldo económico de sus padres, la chulería y el dinamismo de su personaje están perfectamente reflejados por este gran actor.

Una joya del thriller, un auténtico clásico del “noir” europeo con una extraordinaria banda sonora de Nino Rota y una fantástica fotografía que logra atrapar el magnífico brillo y tonalidad de Italia, de esa Italia del sur, en particular de los escenarios naturales y urbanos en la que está magníficamente ambientada. Imprescindible.
Juan Marey
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8
5 de junio de 2016
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque no esté dentro de las numerosas obras maestras con las que cuenta la productiva filmografía de John Ford, “Corazones indomables” es una brillante película. Ford, basándose en la novela de Walter D. Edmonds ‘Drums along the Mohawk’, quiso realizar su particular homenaje al mencionado valle, un enclave fronterizo que resistió por sí mismo hasta la llegada de las tropas del general George Washington.

En esta película encontraremos muchas de las constantes del cine de John Ford: acción, drama, humor, amor… Sin ser una película redonda del tuerto genial, es una película maravillosa, realizada con un inmenso cariño por la historia de los Estados Unidos. Para ello, contó con una fotografía en color de Bert Glennon y Ray Rennahan que, casi, se convierte en un personaje más de la historia, la belleza y el cromatismo de unas imágenes dominadas por tonos azules es asombrosa y se impone y al propio tiempo se integra en las intenciones puestas por el maestro norteamericano a partir de un estupendo guión. Fue tan terminante este trabajo que Ford tardó casi diez años en volver a rodar en color por miedo a no igualar los resultados de ésta (el tiempo demostró que pudo superarlos).

Por poner algún pero y en contraposición con la estupenda actuación de Henry Fonda en el papel protagonista, nos fijaremos en la inadecuada elección de Claudette Colbert como su oponente femenina. Colbert, una mujer que formaba parte de manera tradicional de los fotogramas sofisticados y llenos de glamour, se daba de bruces con la imagen de los pioneros que se retratan aquí, además de todo ello, tuvo una penosa relación en el rodaje con el propio Ford aumentada por la camaradería que demostraba el director con Edna May Oliver, fantástica, inconmesurable en el papel de Sarah McKlennar. Y aunque pueda parecer un tópico, los personajes secundarios vuelven a brillar con luz propia en una película de John Ford, como Caldwell, el indio Blue Back, o el introvertido doctor Petry (Russell Simpson), o el animoso Adam Hartman (Ward Bond), pero por encima de todos, como ya hemos comentado, brilla con luz propia la viuda McKlennar, interpretada por Edna May Oliver, nominada al Oscar a la mejor actriz de reparto, el papel de Edna, que se definía a sí misma como “una mujer con cara de caballo”, es memorable: divertido, agrio y entrañable a partes iguales.

Otra estupenda película de Ford, sin sentimentalismos gratuitos, además de un pequeño manual de historia de la fundación de los Estados Unidos a través de los hipnóticos ojos azules de Henry Fonda. Con sencillez y humanidad una vez más el viejo maestro logra transmitir la magia eterna de un artista que entre un plano a otro podía llegar a emocionarte y al siguiente, y con lágrimas en los ojos, abrirte una sonrisa. Siempre… siempre merece la pena ver una película dirigida por John Ford… aunque no sea de las mejores que hizo.
Juan Marey
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9
8 de diciembre de 2013
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primer largometraje del director francés Jacques Demy en 1960, “Lola” empieza con una significativa dedicatoria a Max Ophüls, un homenaje del muy cinéfilo Demy a ese maestro del cine que fue el alemán Ophüls y a su célebre película “Lola Montes”, pero que nadie vea en esta dedicatoria una tentativa de imitar a tan venerado cineasta. Jacques Demy firmó con su ópera prima “Lola” una película original y absolutamente personal que se desarrolla en su ciudad natal Nantes, en donde esos mismos decorados urbanos fueron los que lo vieron crecer y en donde se forjaron sus sueños de niño y su pasión por el cine.

Lola es una atractiva cabaretera, una madre soltera que ha educado sola a su hijo de siete años y que espera con confianza, aunque no con fidelidad, el regreso de su primer amor, ese hombre que se fue a las colonias, que le prometió que un día volvería, una esperanza insensata como lo dice la canción que interpreta Anouk Aimée y que compuso para la película Agnès Varda, la esposa de Jacques Demy y ella misma reputada cineasta. El guión está sabiamente construido a partir de varias acciones paralelas que se entrecruzan en esa ciudad portuaria en donde transcurre la adolescencia de Cécile, en donde Lola trabaja en un cabaret y tiene una relación pasajera con Frankie, un marino americano, en donde Roland, un amigo de la infancia de Lola se enamora de ella sin ser correspondido, una ciudad a la que de pronto llega Michel, el amor absoluto y esperado de la protagonista.

Anouk Aimée está magnífica, lozana, chispeante como una copa de champán, en la representación de la feminidad y del amor en su estado más puro, una mujer que sigue creyendo en ese amor aunque para educar a su hijo y seguir con su carrera de bailarina se acueste con uno u otro cliente del cabaret, a sabiendas de que como en el caso de Frankie no serán el amor de su vida.

Poesía, ternura, desenfado al abordar los sueños humanos y las relaciones sexuales en esos años 60, con un lenguaje directo y de absoluta actualidad. Todo esto es “Lola” una de las grandes películas del cine francés. La crítica de la época, que aplaudió el estreno de “Lola”, calificó con razón a Jacques Demy como “El poeta de la nouvelle vague”.
Juan Marey
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