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Críticas de Chris Jiménez
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Críticas 2.157
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
17 de marzo de 2024
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Una noche de tormenta incesante, rugiente. 2 de Junio de 1.996, en una de las torres que forman el complejo de apartamentos Senju Kita han aparecido cuatro cadáveres.
El misterio continúa igual que la tormenta, descargando su furia sobre los implicados de algún modo unidos al caso...el mayor en la Historia del antiguo distrito de Arakawa.

Todo esto es una ficción, por supuesto, preparada en la imaginación de la prestigiosa, prolífica y numerosas veces galardonada Miyuki Miyabe, quien consiguió con ella la novela más exitosa de su carrera hasta esa fecha. "Riyu" empieza a publicarse por entregas desde finales de 1.996 y no tardó en llegar a "best-seller" gracias a su metódico y exhaustivo trabajo de suspense periodístico, ya que poco a poco, capítulo tras capítulo, la trama se iba alimentando gracias a la información de una enorme cantidad de personajes (107, nada menos); las ofertas para trasladar esta gigantesca obra que casi llega a las 600 páginas no tardaron en llegar, pero ninguna fue del agrado de la autora.
Pasarían unos años hasta que Yukihiro Toda, un joven productor de la cadena WOWOW, decidiera cumplir su sueño de adaptar aquel libro que tanto le había fascinado en su adolescencia...y no pudo pensar en nadie mejor que Obayashi para la complicada empresa; incluso antes de serle comunicado, su esposa (y productora) Kyoko se encontró tan entusiasmada con la idea que ya estaba dispuesta a participar, pese a la dificultad logística de tener que contar con un reparto tan grande. Lo primero que llama la atención de "Riyu" es su introducción, tras unos créditos iniciales sobre cielo tormentoso.

Como casi en todas sus obras, el director da una importancia especial al lugar donde se desarrollarán los acontecimientos. En este caso Arakawa, de la que se nos hace un cuidadoso estudio histórico al más puro estilo Fukasaku, utilizando imágenes de archivo y señalando las continuas tragedias a las que ha ido sobreviviendo la ciudad hasta nuestros días. La actualidad de la trama es 1.996, y el guión respeta la dinámica literaria dividiéndola en episodios, que llegará hasta 21, incluyendo un prólogo y un epílogo; pero lo más emocionante es que Obayashi también se mantiene fiel a la ruptura de las convenciones narrativas de Miyabe.
De este modo es un elemento esencial presentar la acción en términos de ficción documental. No se trata sólo de una cuestión técnica o puramente visual; la historia está relatada desde el punto de vista de quienes la vivieron, y este es el formato adecuado. Todo se presenta así de manera directa e impactante, más cercano al estilo de Imamura; la intención es que nos convirtamos en los reporteros que investigan este truculento caso que tantas vidas unirá y agitará, desde la noche en que Sano, conserje del edificio, encuentra el cuerpo de un joven supuestamente arrojado desde la habitación 2.025, donde otras tres personas descansan sin vida: un hombre y una mujer maduros y una anciana.

Mientras la acción domina con intensidad gracias a una cámara temblorosa y cercana, esta extensa 1.ª mitad de la película se extiende desde la observación de los detalles más minuciosos del asesinato hasta la entrevista a los individuos más próximos a dicho apartamento, cada uno aportando su versión de los hechos hasta donde se limita su conocimiento. Independientemente de la duración total, este es el mayor hándicap de "Riyu": ver en pantalla a los personajes comentando sus impresiones y ofreciendo sus opiniones sobre los hechos y al mismo tiempo verlos, tanto antes como después de la entrevista.
De elegir contarlo de un modo u otro el metraje se reduciría a la mitad, pero Obayashi y el guionista Shiro Ishimori prefieren no desviarse del método de la novela, y así cuenta tanto la implicación del espectador-entrevistador como la del personaje, ya que vemos lo que él vio. La ficción documental también permite al primero romper la lógica del suspense tradicional, con más mérito ya que se da dentro del tan limitado formato televisivo, y las sorpresas no sólo nos irán sacudiendo gracias al argumento en sí, sino también a través del riesgo visual y la estilizada puesta en escena.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

"Riyu" termina como una inteligente deconstrucción metafílmica del trillado género del "thriller" y esos programas dedicados a crímenes famosos; los medios del cine y la televisión hallan el camino más arriesgado gracias a un Obayashi claramente influenciado por el Lynch de "Twin Peaks" (el humor negro, el absurdo y el "jazz" entre conversaciones es un recurrente sin por ello romperse el tono dramático).
El índice de audiencia resulta tan exitoso, la autora queda tan satisfecha y las críticas han sido tan buenas (no pocos la consideran una obra maestra) que los productores pedirán al director una versión para su estreno en cines, realizando un montaje más adecuado...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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3
15 de marzo de 2024
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Aunque el título de la crítica sugiera un "giallo" de los años '70, no es así. Esto trata del cirujano más popular de todo Japón, también el más costoso y extraño.
Aquí, en la gran pantalla, tenemos oportunidad de contemplar en carne y hueso las aventuras de Kuro Hazama...
afortunadamente será la primera y la última vez.

Un curioso personaje, más conocido por su apodo "Black Jack", que hizo su aparición en 1.973 de la mano del maestro Osamu Tezuka, y poco tardaría en convertirse en toda una sensación que incluso en nuestros días continúa generando secuelas; no goza, sin embargo, de mi entusiasmo, este cirujano experto de trágico pasado y apariencia inquietante atrapado entre las intrigas de aquellos pacientes que decide operar, siempre al margen de lo legal y por sumas de dinero inimaginables, y los serios dilemas morales que se le van presentando capítulo tras capítulo.
Es un trabajo con pros y contras, como tener un buen ritmo y personajes extravagantes y carismáticos pero también que sus historias sean independientes, que esté fuera de lugar su mezcla de temas serios y humor ligero, y su originalidad surrealista al aparecer a veces tramas involucradas en lo sobrenatural. A Obayashi, que se había vuelto la envidia de todos al hacer algo tan inclasificable y gamberro como "House" en los dominios de la todopoderosa Toho, Hideo Sasai, otrora productor de Nikkatsu, le ofreció el desafío de adaptar el cómic de Tezuka; la desconfianza de este proyecto siempre estuvo presente, y no pocas veces se arrepentiría de ello en el futuro...

Pero en aquel entonces el joven director aceptaría simplemente por continuar poniéndose a prueba y por homenaje a Tezuka, apreciable durante esos eclécticos créditos iniciales animados, tal vez lo único bueno que ofrece esta "Hitomi no Naka no Homonsha", cuyo guión se basa en la historieta "Haru Ichiban", y que resulta difícil de encajar desde el principio. Parece que estamos ante una comedia juvenil por el desfile de rostros (y piernas) de chicas jóvenes recién descubiertas por Toho y esa especie de ligereza propia de serie televisiva...hasta que una pelota de tenis destroza el ojo de Chiaki.
A la sosería insoportable del trío Nagisa Katahira/Etsuko Shihomi/Shingo Yamamoto se unen unos aires de melodrama poco creíbles que se mezclarán con la todavía menos creíble excentricidad de "Jack", interpretado por un Jo Shishido de más de 40 años (cuando rondaba la veintena en el manga...) y con unas pintas que producen entre miedo y vergüenza ajena; incluso aparece Pinoko, la asistente con cuerpo de niña, pero errónea (y terriblemente) presentada aquí como esposa del cirujano (cuando era ella quien lo afirmaba en el manga...). Al ser el actor quien es el guión mantiene la actitud ambigua, cínica y áspera del personaje, pero también su buena voluntad y dedicación por sus pacientes.

Todo está atravesado por los alardes experimentales del director, menos delirantes que en "House" y más elegantes y estilizados; la técnica, en realidad, no es el problema, incluso da gusto perderse en la riqueza visual y la aberrante estética con la que se nos bombardea, más propia de las películas de Nikkatsu de finales de los '60. El problema es todo lo demás: para empezar la nefasta progresión, del humor al melodrama romántico y de repente al misterio y un poco al terror, al verse Chiaki atormentada por alucinaciones y espectros desde el ojo que le ha sido transplantado.
Podría ser interesante toda esta intriga, pero no cuadra porque "Jack" no se hace en ningún momento con el protagonismo, sino que queda en segundo plano, cual mero artista invitado (en ese caso debería haber aparecido como un cirujano normal y corriente). La protagonista es Chiaki...un error, porque Katahira no puede lidiar con todo esto, y menos cuando la película se abre a una especie de romance sobrenatural con ecos de la "Fascinación" de DePalma; el "fantasma" en el ojo pasa a ser un amante misterioso, también extravagante (jovencísimo Toru Minegishi), y tal vez sólo en la imaginación de la chica.

Ojalá hubiera sido así, ya que la trama pega otro vuelco y lo que era romance fantástico-psicológico-sobrenatural (sí, la lista de géneros se acumula sin orden ni concierto...) se transforma en una simple y trilladísima historia que podría haber pertenecido perfectamente a un "giallo" o un "thriller" de la época (con la chica imbécil de turno enamorada/obsesionada con un hombre que nunca conoce del todo y oculta un terrible secreto mientras sus amigos la intentan avisar y, en última instancia, rescatar de las garras del rufián, pues sus intenciones eran más aviesas de lo que parecían...).
Este desarrollo con tan pocas sorpresas se intuye ya desde la mitad de la película, y el ritmo, tedioso hasta la náusea, no ayuda en absoluto. "Hitomi no Naka" fue una mala idea desde el principio, no porque Obayashi no tuviera la capacidad ni el dominio visual para llevar el trabajo de Tezuka a imagen real, sino porque no eligió una buena manera de contarlo; narrativamente y en términos de ritmo y personajes es una catástrofe de proporciones gigantescas, como casi todas las adaptaciones de mangas en personajes reales. Cuando la película se estrenó tardó sólo dos semanas en ser cancelada, y los críticos, que ya le tenían tirria al director, no dejaron pasar la oportunidad para hundirle definitivamente.

El mayor regocijo en esta patraña es poder ver juntos a tantos veteranos del cine japonés en pequeños papeles; no sólo Shishido, también están Hiroyuki Nagato, Koji Wada, ¡incluso Sonny Chiba!
No es de extrañar que sea la única versión cinematográfica del manga; desde entonces sólo se ha llevado a la pequeña pantalla, el formato ideal.
Chris Jiménez
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7
14 de marzo de 2024
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"Caminando por el campo, las montañas y la playa,
por las colinas cubiertas de flores,
soy más feliz que tus ojos al mirar el cielo azul.
Sigo las sombras a través del bosque;
soñando, mis ojos arden de amor como los cerros en mediodía,
mientras mis días de juventud se llenan de alegría".

Este extracto del poema "Shonen no Hi", del prestigioso Haruo Sato, describe a la perfección los sentimientos que emanan de las imágenes de "No-yuki, Yama-yuki, Umibe-yuki", un viaje que Nobuhiko Obayashi decidió hacer cumpliendo así un sueño que se remontaba a sus años adolescentes, cuando quedó fascinado con la novela "Wanpaku Jidai", del mismo autor. Lejos, sin embargo, de llevarlo a cabo desde el drama, se lo toma con el desenfado y la inocencia propia de los protagonistas que ocupan esta sencilla y profunda historia, situada en años duros para la nación japonesa.
La burla surge desde el principio, cuando señala que Japón era una tierra de pícaros, incluso en la guerra los había. La bandera ondea poderosa y los niños marchan en silencio y con los kimonos tradicionales a la escuela...salvo Sotaro, que va dando saltos por las calles, la viva imagen del Sato niño (como su padre, el suyo también era médico), y sus aventuras son las que narran la novela. Obayashi se centra en el mundo de la infancia, aquellos días de inocencia que siempre supo retratar en su cine, y filma sin muchos alardes ni movimientos de cámara, influenciado por el estatismo clásico de Ozu; se podría decir que esto es una típica obra de Shimizu pero revestida del sentido absurdo de Suzuki.

Las situaciones ocurren con sencillez, y el tono de humor, aunque exagerado y surrealista, encaja de manera natural en el entorno. La trama, por su parte, se divide en tres capítulos, siguiendo la novela, aunque sólo cubriendo la parte de la niñez del protagonista; se enfrenta a los pequeños en guerras de guerrillas en el patio del colegio, se les hace tener sus primeros encuentros sexuales y se les coloca en situaciones que van más allá de su comprensión, sin un verdadero hilo conductor, sólo observamos una cotidianidad idealizada, mientras de fondo se nos recuerda que son los días de la servidumbre absoluta al emperador y la Guerra del Pacífico.
La modelo Isako Washio debuta en el papel de Osho y el director la filma transmitiendo a la cámara y a nosotros la emoción que le causa su hermosa presencia; ella sirve de alguna forma para conectar los episodios, las decisiones de los protagonistas y los hechos que irán desarrollándose, empezando por ser el objeto del enfrentamiento entre su desagradable hermanastro (Sakae Osugi, nada menos, futuro autor anarquista-socialista que tantas veces fue encarcelado y terminó asesinado, ¡lo cual es un anacronismo sin sentido en la película!), Sotaro y otro niño del colegio.

Tal vez Osho no sea más que la metáfora de Japón en aquel momento. En silencio y con estoicismo va encarando diversos avatares, los hombres (niños, en este caso), luchan a muerte por ella y los sueños de futuro y libertad que planea parecen imposible que se cumplan ya que su novio va a ser llamado a las filas del ejército, decidiendo entonces que lo mejor es preparar una huida. Es difícil conseguir un equilibrio tan eficaz entre humor y melodrama, absurdo y tragedia, pero Obayashi se ve capaz de ello al dejar que las cosas fluyan con naturalidad.
Tras un largo segmento centrado en la infancia todas esas subtramas dramáticas que circulaban de fondo toman especial importancia en el 3.er capítulo, donde la chica es la total protagonista, y cual princesa de cuento raptada, o cual Helena en la Guerra de Troya, todos los chavales del pueblo dejan atrás sus diferencias para rescatarla de las garras del dragón, representado en un famoso proxeneta al que todas las familias le están vendiendo a sus hijas para sobrevivir a la pobreza. Se llega a un clímax casi épico, con los pequeños luchando por la vida de Osho y las muchachas, pero inútilmente, provocando que el drama invada por completo la historia.

Esto remite a las grandes tragedias femeninas de Mizoguchi, donde las mujeres han perdido su condición humana para convertirse en objetos, y por acción de sus propias familias; ahora que no tienen un hogar, ¿dónde van a ir?, claro, ¿van a huir?, ¿y para qué?, todos son pobres en todas partes, y los que no lo son o se aprovechan o quedan al margen. Triste realidad social que significa sobre todo el inicio de la toma de conciencia que han de afrontar Sotaro, Sakae y sus amigos, aún pequeños para entender nada de nada.
Con la inclusión del novio de Osho en el ejército y ésta viéndose forzada a renegar de su libertad no hay lugar para el humor aunque Obayashi siga empeñado en dejar caer algunas ocurrencias surrealistas, que ahora se sienten incómodas. Por eso este capítulo está fuera de lugar en comparación con los dos anteriores, no terminan de equilibrarse bien los géneros ni las emociones, y uno, ya empapado de la atmósfera cálida, agradable y nostálgica de la historia, sólo desea que todo termine bien...por desgracia las sorpresas que da la vida no son siempre satisfactorias y llegan tan inesperadamente como en la historia. Por supuesto, al igual que Sotaro y los demás, yo no deseaba esa conclusión.

A los niños, que han experimentado la pérdida, la desilusión, la muerte, la quiebra del sueño, sólo les queda el gesto de rebeldía contra sus mayores, un puntapié a la violencia adulta y la injusticia militar rematada con un apunte onírico-simbólico al estilo inconfundible de Obayashi.
Aunque en el reparto tengamos a Koichi Sato, Riki Takeuchi y veteranos como Tomokazu Miura, Sanae Nakahara o Jo Shishido, son los pequeños Yasufumi Hayashi y Junichiro Katagiri quienes roban nuestra atención al aparecer en pantalla. Realizada en dos versiones, una en precioso blanco y negro y otra en color para su emisión televisiva, el cineasta logró otro éxito de crítica y público.
Chris Jiménez
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10
13 de marzo de 2024
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Qué díficil es decir "Adiós" a un ser querido, y más aún si es para siempre. Aquí, bajo las estrellas de la playa de Yobuko, en la ciudad portuaria de Onomichi, muchos deberán despedirse...
El dolor y la pérdida es inevitable, pero también es importante pensar en el mañana, porque lo mejor para honrar a aquellos que se fueron es recordarles viviendo donde ellos no podrán.

La simbiosis entre Nobuhiko Obayashi y su ciudad natal es algo muy especial, y cuando coinciden en pantalla se plasma en forma de indescriptible emoción. Ésta recorre y alimenta la denominada Trilogía de Onomichi, tan importante para su filmografía; a mitad de los '90 realizaría otra serie de obras para rendir homenaje a ese lugar tan querido, y "Ashita" es quizás la mejor, nueva adaptación de un libro, del versátil Jiro Akagawa: "Gozen 0-ji no Wasure-mono", por deseo de su propia esposa, Kyoko, que ejerce de productora. Es difícil ubicarse debido a las grandes elipsis de los dos tiempos presentados en unos pocos minutos antes de empezar la historia como tal.
Flota ese halo de perpetua nostalgia cada vez que nos asomamos a esta Onomichi glorificada por el cineasta, si bien el peso de la melancolía distingue a la gran cantidad de protagonistas que uno tras otro van apareciendo; la manera en que se nos acerca a sus vidas es natural y directa, y ayudan mucho las brillantes actuaciones en un plantel donde nadie destaca por encima de otro. Lo que además les une es que han sido convocados en el puerto a las 12 de la noche...y que los remitentes de dichos mensajes fallecieron hace meses en el naufragio de un ferry...

Su condición y caracteres tan diferentes garantiza una fascinante riqueza humana: aquí un viejo yakuza (Kanazawa), una dama de sociedad (Mitsuko) y un amargado constructor (Yoji), allá una profesora de instituto (Sayuri) y dos estudiantes (Megumi y Sayuri); dos hermanos también yakuzas (Tsuyoshi y Satoshi Sasayama) y un par de amigas que disfrutan de sus vacaciones (Rumi y Noriko) coincidirán con los demás porque así lo ha querido el destino (al arco de Noriko se le presta mayor atención pues Mitsugu, el chico del que siempre estuvo enamorada y que hace años que no ve, trabaja ahora para Kanazawa).
La trama se divide en dos partes, y la 1.ª se dedica a juntar a todos esos individuos bajo el techo de la caseta del muelle, por tanto la acción avanza gracias a sus interacciones, diálogos y emociones, además de a los vistazos que echamos a sus respectivos pasados sin tener que recurrir, y esto es muy inteligente, al tan manido uso del "flashback". La atmósfera en ese reducido lugar, lejos del contrapunto violento que dan las luchas entre los hombres de Kanazawa y los hermanos Sasayama, es confortable y cálida...y de repente, en el ecuador del metraje, sucede algo tan inesperado como que, al llegar las 12, el mismo barco que se hundió emerge de las profundidades con todos sus pasajeros.

La única diferencia con la novela es que Akagawa imaginaba toda esta situación en una parada de autobús; Obayashi prefiere el ensoñador escenario de las playas de Onomichi (si bien la de la película fue recreada artificialmente), y tal vez pensemos que este increíble momento, catarsis del impulso lacrimógeno, debiera suceder al final...pero nada más lejos. Porque tras suceder el mágico encuentro entre el mundo real y el mundo de los espíritus y que los que quedaron llorando desconsolados hayan podido abrazar a los que se fueron...¿ahora qué?, ¿qué sucede después? Y el director nos sacude con este desgarrador dilema.
La tristeza por la pérdida y el amargo recuerdo los compensa el deseado reencuentro y los sueños realizados, pero esta situación, tratada con la mayor naturalidad, y esa es la mejor baza de "Ashita", no puede durar. Lo que se desarrolla a partir de aquí son las dudas, el miedo y la incertidumbre a volver a experimentar ese adiós, el desconsuelo, además de la consumación de aquellas promesas de amor en su día incumplidas (la historia personal de Noriko y Mitsugu); el drama de Megumi y Jun es el mejor ejemplo de lo fácil que es desear reencontrarse con las personas que perdimos pero lo difícil que sería prometer una unión eterna con ellos.

En este sentido, "Ashita" se relaciona estrechamente con otros títulos del director, como "Ijin-tachi to no Natsu", donde la unión entre vivos y muertos es un imposible ya que unos no pueden interferir en la realidad de los otros; varias veces se pondrá de relieve que lo más importante es aprovechar la vida, continuar día tras día con valor y que sólo en el recuerdo y en los sueños sea donde debamos honrar a nuestros difuntos. Esta poderosa atmósfera de tristeza y nostalgia atraviesa toda la historia, pero en especial durante la 2.ª parte, hasta impregnarse en cada milímetro del encuadre y elevarla a las alturas más sentimentalmente poéticas del melodrama.
Aquí no hay otras intrigas salvo las luchas yakuza (débilmente apoyadas por algún sentido lógico), el resto se basa en simples y emotivos encuentros, sentimientos a flor de piel, confesiones íntimas y profundos dilemas de connotaciones universales. El reparto, con algunas de las caras más conocidas del cine japonés contemporáneo (Kaori Takahashi, Toru Minegishi, Yoriko Doguchi, Mai Hosho, Ittoku Kishibe, Hitoshi Ueki...), es la fuerza que impulsa todo el film, además de la sensibilidad visual que brindan Obayashi y su director de fotografía Noritaka Sakamoto y la conmovedora banda sonora de Taro Iwashiro.

Tomoyo Harada, cuya aparición fue improvisada casi en su totalidad, pone la guinda a esta bella experiencia cinematográfica, que hay que vivir al menos una vez, interpretando la canción principal.
Es difícil no sentirse abrumado por la catarata de emociones que se desbordan en "Ashita" delicadamente durante sus casi dos horas y media. Obayashi nos hace soñar y retorcernos de dolor con la misma intensidad...logrando una de sus obras maestras definitivas.
Chris Jiménez
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7
12 de marzo de 2024
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El sabor del sukiyaki que prepara mamá...la fuerza con que papá lanza la bola de baseball...el césped del patio de atrás recién cortado...la sandía refrescándose en la cocina...la partida de cartas en el salón...
Son bellos recuerdos, de una época mejor, más pura, más cálida. Recuerdos que no pueden revivirse...¿o tal vez sí?

Gracias a su narración breve y fluida, el prestigioso guionista y autor Taichi Yamada nos lleva a través de los recovecos insospechados del recuerdo en el que fue uno de sus trabajos más famosos, "Ijin-tachi to no Natsu", publicado en 1.987, donde sigue al poco sociable Harada, más preocupado de su vida profesional que de su familia, y recientemente divorciado, hacia un misterio relacionado estrechamente con el mundo de los espíritus. ¿La versión nipona de "The Turn of the Screw"? Aquí, con devenires a la fantasía sobrenatural, también se trata la influencia de estos espíritus, tan placentera como perjudicial...
¿Qué pasó por la cabeza de los ejecutivos de Shochiku cuando pidieron a Nobuhiko Obayashi realizar una exitosa película de terror para el verano...utilizando esta novela de base? Pues nada relacionado con el sentido común. De hecho lo que recibió fue una breve sinopsis de la historia y un sorprendente final muy propio del "j-horror" con una cara implicación de efectos especiales; por fortuna éste y Shinichi Ichikawa decidieron ser fieles al texto original, empezando por destacar la actualidad del protagonista, un tipo igualmente ensimismado con su trabajo, con la ficción televisiva que cada día escribe y observa, desapegado del mundo real.

Morio Kazama, en una actuación flemática similar a la de Koji Yakusho, interpreta este solitario papel de maravilla, también guionista de televisión, aunque no un álter-ego de Yamada. Tras poner de relieve su divorcio y el amor que su compañero de trabajo (Mamiya) siente por su ex-mujer, el director no profundiza en los aspectos trágicos de su vida (la muerte de sus padres cuando era un niño, la de su abuelo, que le cuidó más tarde, su empeño por aprobar sus estudios, gracias a un tío suyo), donde nunca existió la presencia de un núcleo familiar; en lugar de eso le sitúa en el epicentro de un misterio narrado con sobriedad casi poética.
También aparece la extraña vecina, Kei, rechazada en un principio, que mantendrá con él un romance casi furtivo. El viaje a Asakusa cambia las tornas del argumento; como si la magia del espectáculo de variedades al que asiste impregnara la realidad, Harada se encuentra de repente con un hombre de apariencia similar a su padre, incluso le invita a su casa de forma natural, donde espera una mujer igual a su madre. La clave del misterio es que ellos están muertos, pero Obayashi desliza esta fantasía espectral delicadamente por los cauces del melodrama.

El acercamiento es conmovedor gracias a su puesta en escena. Cuando Harada entra en la casa de esta pareja, que no son sino los espíritus de sus progenitores, sólo cunde el desconcierto y la confusión, pero cuando él, aceptando su presencia, regresa una y otra vez a visitarlos, ese hogar se transforma en un cálido refugio lejos del cinismo, la frivolidad, la envidia y el individualismo de la sociedad exterior. Este sentimiento llena las páginas del libro de Yamada, quien a través de él hace un viaje a la Asakusa en la que nació y se crió (su padre también era dueño de un restaurante).
Obayashi lo plasma como en aquellas obras que filmó en su ciudad natal, Onomichi: con especial atención en la nostalgia. El ritmo lento y el inadecuado escenario (¿no sería mejor reubicar esta historia en una estilizada era Taisho, igual que la trilogía de Suzuki?) impide mantener al principio un gran interés, pero así como Harada se ve arrastrado a ese imaginario situado al margen del mundo de los vivos es inevitable ser arrastrado por la atmósfera de la película, en particular durante los instantes compartidos como familia entre los protagonistas, que rezuman una pureza, una inocencia difícil de describir. Y la cual deja un poso de amargura ya que esa felicidad no es algo que pueda ni deba durar mucho más.

Y es que pende la amenaza de la muerte. Un espejo actúa de reflejo de una realidad aterradora, pero no se trata desde el horror, sino más bien desde la tristeza. Recuperando el anterior unas emociones nunca sentidas con tanta intensidad, ¿cómo abandonarlas ahora? El adiós, como siempre, es trágico. En un izakaya de Asakusa, Obayashi nos atraviesa el corazón con una secuencia de despedida que está entre las mejores cosas que haya filmado en toda su carrera (sin olvidar las brillantes actuaciones de Tsurutaro Kataoka y Kumiko Akiyoshi). El fallo más grande del guión, además de no preocuparse por el compañero de Harada, es el rol de Kei.
Hay algo misterioso flotando alrededor de ella, la única conexión que por ahora mantiene con la realidad...desgraciadamente el director, o Ichikawa, o quien quiera que fuese, derrumba toda la credibilidad del personaje en un clímax fuera de lugar y fuera de la trama cumpliendo así con las expectativas de los productores...pero que sólo produce la incómoda sensación de que su presencia debería haberse eliminado por completo (o haber tomado otro camino). En un pésimo remate, se tergiversa el sentido de la historia (la mujer, aun oculta en la incógnita, debería ser lo que aparta a Harada del mundo de los fantasmas...¡y no lo contrario!).

De todos modos el gran poder visual y la conmovedora narrativa hicieron del film todo un éxito de taquilla y crítica. Curiosamente el libro ha vuelto a ser adaptado en versión anglosajona (rebautizada "All of us Strangers"), con varios cambios sustanciales, sobre todo uno importante de género...
Y habrá captado el interés de muchos por su ocurrente temática oportunista...pero no el mío, ni lo más mínimo. Nadie reemplaza a Obayashi ni a la bellísima Yuko Natori.
Chris Jiménez
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