Capítulos cortos donde la acción se desarrolla en torno a dos personajes mayores, envueltos en momentos y conversaciones desternillantes. Michael Douglas es un soplo de aire fresco que te provoca carcajadas sin esfuerzo y por el otro lado, Alan Arkin borda un papel, cuyas frases representan lo mejor de la trama.

Lo complicado o malo, sería perderse la oportunidad de disfrutar de una serie que apuesta por la comedia sana y sin vicios.

¡Qué ciento nueve minutos más largos!
No tuve forma de cogerla..
No tiene sentido...
No tiene garra...
No tiene nada...
Larga, aburrida, carente de sentido, visualmente tampoco vale la pena, los diálogos son la risa, la trama es innecesaria...

No hay por donde cogerla...

Aburrida, lenta, mala...

¿Qué le pasó por la cabeza a Clint Eastwood para hacer tal experimento?

No me inspiró nada la cinta ni me transmitió un ápice de ilusión, fue un coladero de minutos pasando mirando y mirando el relój.

Tan solo ocho capítulos, eso basto, tuve que ver uno tras otro, riéndome a carcajadas y asombrado por la facilidad con la que trataban los delirantes argumentos de cada uno de ellos.

Engancha por su arrollador sentido del humor y del sexo y eso la hace ser una comedia descarada. No tiene desperdicio, pese alguna acción predecible y algún tópico innecesario, la serie brilla con luz propia.

El envoltorio que rodea la cinta no se termina de entender.

La película sobrevive, de tópico en tópico, sin ofrecer nada realmente interesante, nada que te haga engancharte realmente, o conectar con los dos protagonistas.

Las interpretaciones salvan (un poco) este paupérrimo conjunto de escenas inconexas y aburridos tópicos.