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España España · Madrid
Críticas de jokinr
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Críticas 110
Críticas ordenadas por utilidad
7
30 de noviembre de 2015
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como artefacto fílmico "Esquilache" funciona. No es una gran película (la producción por ejemplo es pobre y la dirección a veces poco cuidada) pero Josefina Molina consigue al menos que se vea con interés y que nos olvidemos de su origen teatral. Gran mérito en este logro está en las excelentes interpretaciones de casi todo el elenco (dejaremos fuera a Ángela Molina, que no llega a la altura de sus compañeros Closas, Fernán-Gómez, Rivelles, López Vázquez o Concha Velasco). Lo que me interesa destacar, sin embargo, de este título es su intencionalidad política. Su factura es de 1988, año de una huelga general que tuvo un seguimiento abrumador contra las políticas económicas y laborales del PSOE, presidido por Felipe González. Josefina Molina y el productor José Sámano trazan un paralelismo con la España de finales de los años 80, intentando comparar las reformas de Carlos III y Esquilache con las Felipe González y sus ministros (Boyer, Solchaga...), el motín contra el ministro italiano con la oposición sindical a las políticas del gobierno "sociaista" y las intrigas del Marqués de la Ensenada con la ambigua posición ante la huelga de la Alianza Popular de Manuel Fraga; estrategia ésta de los paralelismos entre el pasado y el presente nada nueva en el cine (véase Espartaco, por ejemplo, de Kubrick). Más allá de las distancias que pueda haber entre ambas coyunturas, lo que me parece censurable en la obra de Molina (que, en realidad está ya presente, aunque en mucha menor medida en la de Buero Vallejo), es la superficialidad con que se aborda el hecho histórico del famoso motín; pero sobre todo la interminable ristra de insultos y menosprecios con que se propina, por parte del señor ministro y de su gracioso monarca, al pueblo amotinado, actitud no muy distinta de la que tenían el señor González, sus ministros y sus seguidores políticos hacia los trabajadores huelguistas de aquel lejano ya 14 de diciembre de 1988. Probablemente Molina y Sámano también compartían un visión superficial de la situación de este inolvidable año.
jokinr
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3
2 de noviembre de 2012
15 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé porque le he puesto un 3 a este bodrio. Quizá porque me sienta generoso o porque sale Ralph Bellamy por ahí, o quizá por las piernas de Julia Roberts, o por qué negarlo, en alguna ocasión he querido ser el sosaina de Richard Gere, sobre todo tras algún atracón de calabazas proporcionadas por ciertas chicas de mis sueños. En fin, para no extenderme, a parte de la poca imaginación de la historia, típica del Hollywood actual, esta peli machista y clasista no es más que una apología de la prostitución y del arribismo, dos de los principios más sólidos del capitalismo y, por tanto, de EE.UU. Por eso, por que esta sociedad capitalista está completamente corrompida, ha tenido y tendrá tanto éxito esta película y películas como esta. He dicho.
jokinr
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7
6 de noviembre de 2012
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rodar una película basada en una joya de la literatura es uno de los mayores riesgos que pueda asumir un equipo fílmico. Siempre surgirán las comparaciones con la obra maestra de referencia y, sin duda, la mayor parte de las opiniones serán condenatorias si el resultado del filme no es otra obra maestra, lo cual ya sabemos que es difícil de lograr. Por otro lado, los cineastas siempren tenderán a "respetar" de una manera escrupulosa tanto el texto como el espíritu de la obra en cuestión, amordazando ya su libertad desde la redacción de la primera línea del guión, lo cual no es un buen punto de partida. Quizá por ello, la mayoría de las adaptaciones cinematográficas suelen ser de obras mediocres: mayor libertad y menos comparaciones.
Esto es exactamente lo que ocurre con este filme. Desde mi punto de vista, considerándolo como tal, como obra independiente, que es como creo que se debe considerar, me parece un buen filme: buenos diálogos (¡cómo no!: son de Valle-Inclán), buena historia (ídem), personajes fascinantes (íd.), dirección eficaz, ambientación estupenda, interpretacines bárbaras... Es decir, una buena obra en sí misma. ¿Que la mayor parte de los méritos son de Valle-Inclán? Sí, y está en los títulos de crédito; y eso hay que colocarlo en el haber de la película.
Yo, me lo pasé como un enano viéndola y disfruté con un mono con escenas y diálogos antológicos, como son aquellos en que aparece el estupendo Ángel de Andrés y su grupo de modernistas.
Y eso, el resultado, al fin y al cabo, es lo que importa.
jokinr
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8
8 de junio de 2017
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sobre el ascenso a los cielos del alma y del cuerpo de Luis Carrero Blanco el ingenio español ha creado una no corta lista de chistes y chascarrillos a cual más chispeante y gracioso. Para acceder a ellos basta solo con darse una vuelta por internet, a pesar de los patéticos esfuerzos del sistema judicial para escarmentar al personal eligiendo al azar a unas cuantas cabezas de turco. Sobre este acontecimiento histórico tan divertido (lo digo sólo por el hecho de que a la chavalería que estudiaba en los llamados por entonces colegios nacionales, a la cual yo a la sazón pertenecía, le dieron un par de días libres en cumplimiento del decreto de luto nacional, lo cual llenó a dicha chavalería de una gran dicha, y valga la redundancia), un cineasta italiano de esos que iban fastidiando a reaccionarios con sus películas (“Queimada”, “La batalla de Argel”, por ejemplo), decidió seguir tocando los bemoles a la fachería hispana (y con el tiempo, a todos los demócratas biempensantes de esta querida piel de toro) realizando la que probablemente sea la mejor cinta sobre ETA que jamás se haya visto hasta la fecha.
Hacer una peli en 1979 sobre ese gran marinero de altura (como hubiera dicho don Pío Baroja), seguramente era mucho menos arriesgado que hacerlo ahora, pues probablemente hoy le habrían enchironado (a Pontecorvo, quiero decir, no a don Luis, ni a don Pío). No hay que olvidar que la Audiencia Nacional considera al pobre émulo de Andrea Doria (me refiero al marino genovés, claro, y no a ninguna otra cosa que se pueda encontrar en Wikipedia) como una “víctima del terrorismo”, algo tan chocante como el hecho de que el sistema judicial checoslovaco hubiese decretado en su momento tal cosa respecto al señor Reinard Heydrich, quien como todo el mundo sabe destacó por su labor humanitaria en la patria de Franz Kafka. Pero los demócratas biempensantes son así y les gusta más la LEY (con mayúsculas) que a Aznar un pirulí, siempre y cuando la LEY (con mayúsculas) les beneficie.
Para no enrollarme mucho, no es que “Operación Ogro” sea una obra maestra pero sí conserva el buen tono, ritmo y dirección que Pontecorvo siempre dio a sus películas. Volonté, como es habitual, está muy bien, al igual que Poncela; hasta Ángela Molina parece ofrecer un buen trabajo (entre otras cosas porque está doblada) y toda la historia se vive con un gran interés hasta que llega el final, en el que todas las tensiones estallan, logrando un magnífico resultado, por cierto.
Concluyendo, un filme más que recomendable.
jokinr
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El proceso de Burgos
Documental
España1979
6,8
449
Documental
7
3 de octubre de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hubo una época en que Imanol Uribe se acercó con su cámara a la izquierda “abertzale” de forma más bien cómplice. Fue la época de esta película y la de la “Fuga de Segovia”. A partir de “La muerte de Mikel”, ya integrado en la industria del cine nacional, comienza su distanciamiento, el cual no ha hecho más que pronunciarse a lo largo de los años. Uribe manifestó en algún momento que él no estaba comprometido con la izquierda abertzale en los años de “El proceso de Burgos”; es más que él aterrizó en el contexto político del País Vasco y Navarra como “un marciano” y que quiso hacer algo con la inocencia y la estupidez del que no sabe dónde está. Recordemos que Uribe nació en América y que muy joven marchó a Madrid a estudiar, por lo que la realidad vasca le alcanzaba un tanto indirectamente. Bien, pues con esa inocencia política (dejemos aparte lo de la estupidez, pues creo que no procede en Uribe), se enfrentó no sólo al proceso de Burgos, sino a la compleja problemática que vivían el País Vasco, Navarra y el resto de España en los años setenta. Claro es que esa “inocencia” le llevó a Uribe a aceptar sin rechistar la visión unívoca del nacionalismo más extremista de izquierdas, acallando otras voces de ETA menos proclives a las tesis vasquistas y más interesadas en el socialismo. Así, la película comienza con una clase magistral de Francisco Letamendia sobre la interpretación del surgimiento de la izquierda abertzale que sienta cátedra y que parece ser aceptada por el propio relato. A partir de la imposición de ese punto de vista, todos los testimonios posteriores de los protagonistas del proceso parecen circular por esas vías, aunque sabemos que a la altura de 1979 ETA y la izquierda extremista vasca se habían roto en varios pedazos (ahí están frente a las cámaras Mario Onaindía y Jon Mari Bandrés, por ejemplo) y esas tesis Letamendianas parecían ya no ser tan válidas, si es que alguna vez lo fueron. Así, en esta cinta política, el principal defecto precisamente es el discurso político asumido: ETA y la izquierda “abertzale” como motores únicos de la lucha antifranquista en Euskadi; ETA y el nacionalismo radical de izquierdas como catalizadores de la movilización, como aglutinadores exclusivos del pueblo vasco contra la tiranía franquista. Así, como buen nacionalismo, se arroga la representación de toda una sociedad, de toda su lucha contra una opresión supuestamente foránea. Algo que, cualquier lector crítico de la Historia de España sabe que es más que discutible.
Por otro lado, a este documental no cabe negarle el mérito de ser un testimonio histórico, una fuente histórica diría yo, de primer orden. El relato de sus protagonistas es muy importante (aunque se echa de menos la visión procedente de otros ámbitos políticos), y la grabación que se conserva de la jornada en que el juicio “se rompe”, impagable. La labor de Uribe, sin embargo, se limita a llevar a cabo con eficacia y con un ritmo de tensión creciente un esquema clásico de documental basado en testimonios orales, una buena e inteligente manera de comenzar una carrera cinematográfica. Lo demás depende casi absolutamente de la importancia del hecho histórico y de los testimonios de los protagonistas. Yo diría que, sin ser una obra maestra del documental, es una cinta que se ve bien, a pesar de su duración, y por supuesto imprescindible para todo aquel interesado en la Historia reciente de nuestro país.
jokinr
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