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Críticas de Francisco Javier Millan
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Críticas 265
Críticas ordenadas por utilidad
3
31 de agosto de 2016
17 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
En las últimas semanas nos hemos cansado de escuchar la polémica sobre la participación de cuatro mujeres como protagonistas de esta especie de remake/reboot/secuela de la cinta de 1984. Buena parte de las críticas iban dirigidas hacía ellas, aún teniendo en cuenta que, la mayoría, ni había visto la película. Una gran cortina de humo que provocaba una serie de ideas preconcebidas, muy difíciles de salvar, a la hora de enfrentarse a esta revisión.
Mientras los machistas y feministas se enfrentan, el resto podemos decir sin riesgo a equivocarnos, que nos encontramos ante un film absolutamente fallido cuya guinda, para terminar de arreglar el patio, fueron precisamente estos acalorados comentarios.
Paul Feig firma una película muerta, desganada, construida en base a una serie de situaciones cómicas, seguidas a continuación por un festín de efectos especiales con bajo o nulo sentido de la épica. El original seguía el mismo esquema, pero contenía un gran atributo: la magia que desprendía.
Desde la magnífica fotografía de Laszlo Kovacs, que muchos asociamos a la imagen de postal de la Gran Manzana, pasando por un pletórico Elmer Bernstein y su uso de las ondas martenot, hasta llegar a un reparto en estado de gracia continuo, hacían de este film, a priori ligero y sin excesiva trascendencia, todo un hito a la altura de los grandes clásicos generacionales.
Nada, repito, absolutamente nada hay de todo esto en la propuesta del director de “La boda de mi mejor amiga”. Hay una falta de atmosfera, de esa magia que nos hacía creer en una ciudad plagada de ectoplasmas mocosos, además de una ausencia total de ese humor políticamente incorrecto del que hacía gala en más de una ocasión el guión de Dan Aykroyd y Harold Ramis.
Es imposible que estos nuevos cazadores de lo paranormal tengan la misma chispa que los anteriores, y todo por culpa (como es habitual) de la estúpida corrección política de nuestra sociedad y, por ende, de nuestros medios audiovisuales.
A todo ello se viene a sumar esa especie de desorientación que provocará a más de un espectador su visionado. Curiosamente sus creadores se han decantado por utilizar la tabla rasa, eliminando de un plumazo todo atisbo de los acontecimientos vividos en los anteriores films. Aquellos no existen, haciendo que los actores originales se presenten en una serie de personajes completamente diferentes, y lo que es peor, sin gracia alguna. No es de extrañar que Rick Moranis no se haya levantado de su cómodo retiro ante tamaño despropósito.
Nunca entenderé jamás cómo es posible, que durante los años 90 o en la década pasada no consiguieran de ninguna manera reunir de nuevo al grupo en una tercera película. Quizás habrá que culpar a Sofía Coppola por haberle llenado de pájaros la cabeza a Bill Murray, tras ese viaje bostezante al que nos sometió por la ciudad de Tokio en 2003.
Ahora ya veremos quién es el listo de levantar semejante cadáver. Ni un omnivagante de la clase 5 será capaz ahora de resucitar esta franquicia.
Francisco Javier Millan
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4
12 de febrero de 2016
10 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que hay profesiones que están aquí literalmente para tomarnos el pelo, que se lo digan a los banqueros. Estos supuestos profesionales que manejan las finanzas y nuestro dinero, tienen la mala costumbre de utilizar un lenguaje técnico excesivamente incomprensible para el común de los mortales. Y lo peor de todo es, que por culpa de ellos y sus operaciones, estamos como estamos.
La nueva película de Adam McKay se introduce en los años previos a esta crisis actual, llevando al espectador a esos instantes en el que agentes inmobiliarios, corredores de bolsa y banqueros, jugaban al Monopoly con las hipotecas de medio mundo. Mientras los ciudadanos corrientes se debatían (y todavía lo hacemos) en condiciones laborales mediocres, esta “casta” se dedicaba al exceso y a ser asquerosamente ricos.
Pocos saben que, entre los años 2006 y 2007, estuve trabajando en una inmobiliaria bastante conocida. En ella nos hacían entrar a cuchillo vendiendo pisos a inmigrantes, aún a costa de forzar créditos hipotecarios a unos 40 años. Nuestro objetivo eran principalmente los sudamericanos y los marroquíes. La inmobiliaria tenía anexa una especie de agencia, que se dedicaba a gestionar la documentación con los bancos para conseguir la entrada como fuese a estas viviendas.
La mayor parte de las personas que me encontré en ese ámbito eran amorales, buscaban las comisiones por encima de todo y alardeaban de sus ganancias, coches, casas y viajes de ensueño. Entre los agentes inmobiliarios que tenía como compañeros había auténticos obsesos del vil metal, además de machistas mujeriegos, que harían palidecer al mismísimo lobo de Wall Street.
Fue precisamente en febrero de 2007 cuando abandoné ese mundo, diciendo claramente que el sistema se iba a hundir, y así fue.
Años más tarde y con una crisis galopante de cuya salida no estoy del todo seguro, todavía la mayoría de los ciudadanos se mueven en clave de propiedades, hipotecas y en tener más que los demás, aunque sea cargándote a todo lo que tengas por el camino.
El resultado da lugar a una serie de cadáveres y, a una forma de trabajar, que impide el desarrollo de proyectos labores y de vida moralmente éticos. Mismamente a mí me ocurrió, con un caso de alquiler en una oficina.
Por eso ver esta película me produce una apatía y una rabia interior incomprensible, hasta el punto de terminar odiando a los que fueron mis anteriores caseros, a mis compañeros de aquella inmobiliaria y a los banqueros que me he ido encontrando.
Y si hablamos de banca, ya os contaré en otra ocasión lo que escuché, palpé (y hasta grabé), en las sesiones formativas de un organización de este tipo.
No sé vosotros, pero en este mundo dominado por el dinero, la hipotecas, los bancos y los economistas no quiero vivir. Y más cuando te tratan como si fueras tonto, al igual que esta película ininteligible, a la par que reveladora.
Francisco Javier Millan
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6
3 de marzo de 2017
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me considero un gran lector, y menos de novelas de moda, pero tengo que reconocer que la obra de Dolores Redondo me atrapó desde el primer momento en que oí hablar de ella. Esta zona del norte de Navarra, fue para mí durante un breve periodo de tiempo, un lugar al que huir de los problemas cotidianos y personales. Solía recorrer sus bosques en pleno invierno, en soledad, acompañado de mis pensamientos, en una forma única y diferente de arrancar el año.
La adaptación cinematográfica de su primera novela ya es una realidad. Un thriller que intenta seguir la estela de la escuela nórdica, mostrando un ambiente frío y distante en un entorno mágico donde, incluso, lo sobrenatural puede hacer acto de presencia. El primer tramo del film se hace literalmente cuesta arriba; durante su primera hora el fantasma del ritmo insufrible de “Palmeras en la nieve”, obra también del mismo director, parece pulular amenazando hacía el desinterés. Afortunadamente cuando la trama se asienta en los problemas familiares de la protagonista, y se pone en modo “Secretos del corazón”, el interés sube, al igual que lo hace la investigación criminal. Aún así, Fernando González Molina parece incapaz de alcanzar el pulso que otros cineastas españoles han logrado con creces, véase por ejemplo “Que Dios nos perdone”
En lo que respecta a las interpretaciones, Marta Etura, aún siendo correcta, dista mucho de ser la Amaia Salazar perfecta; aunque deja una puerta a la esperanza hacía los siguientes episodios. Por su parte, Elvira Mínguez, y su inquietante figura de la hermana, confiere al relato esa grandeza que parece estar allí, pero no consiguen del todo alcanzar.
No es una película memorable, pero mantiene muy bien el nivel de entretenimiento, sobre todo, cuando más nos acercamos a su resolución final. Probablemente llamarán bastante la atención sus incursiones en la mitología vasco-navarra, conteniendo un par de escenas no solo bien resueltas, sino también con un acabado francamente evocador. La música de Fernando Velázquez es muy a tener en cuenta a este respecto.
Eso sí, obligará a cierta atención sobre los personajes, ya que, a diferencia del libro, el film se pierde en su aspecto coral, dando por obvio aspectos fundamentales que ayudan a entender la solución del caso.
Un viaje repleto de misterio a las profundidades de los bosques de Elizondo, un lugar que, aunque haya subido el índice de criminalidad en la ficción, sigue siendo el mejor sitio para conectar con uno mismo y con la naturaleza. Y sí, yo también he notado la presencia del guardián invisible.
Francisco Javier Millan
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9
29 de agosto de 2016
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Auténtico e inesperado “sleeper” de este ya cansino verano. Un ejercicio de suspense realizado con muy pocos elementos, cuyas principales referencias se pueden encontrar, por razones obvias, en el cine de Alfred Hitchcock. Una especie de “La Ventana Indiscreta” que bien podría cruzarse con la trama de “Sola en la oscuridad”, aquella película prácticamente olvidada en la que unos delincuentes asaltan la casa de una desvalida ciega interpretada por Audrey Hepburn.
El realizador Rodrigo Grande parece haber recibido “iluminación” de esta clase de títulos de los años 60, pero no solo se dedica a referenciarlos sino a construir una trama lo suficientemente atractiva como para mantenernos en vilo durante prácticamente dos horas.
El film contiene también la marca inconfundible del productor Gerardo Herrero. Un hombre curtido en el thriller y, sobre todo, en esta clase de piezas cinematográficas sencillas, a la par que gratificantes.
La historia se plantea y desarrolla en tres únicos escenarios, siendo aprovechados cada uno de ellos con gran eficacia. Y a pesar de entrar en ciertos momentos inverosímiles, el director logra que comamos en la palma de su mano para regocijo de quienes disfruten con esta clase de propuestas más minoritarias.
Sin duda gran parte del mérito reside en un enorme Leonardo Sbaraglia. Su atormentado y deprimente personaje se convierte en un hombre hábil con toda clase de artilugios, además de demostrar una gran inventiva para desbaratar por completo el plan de unos cacos que han decidido atravesar su casa para llegar a un banco. La cinta depara más de una sorpresa, junto con un clímax que viene durar buena parte de la segunda mitad. Una genuina película de robos a la antigua usanza, cuyo principal punto negativo sea la poca trascendencia que ha ocasionado a su paso por la cartelera estival. Ya que lo peor de todo es que te la pierdas y desaparezca entre la marea de estrenos semanales. Para reivindicar y descubrir.
Francisco Javier Millan
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8
14 de agosto de 2015
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
En dos palabras: Blake Lively. De belleza hipnótica y de interpretación absolutamente natural, la protagonista de la serie “Gossip Girl”, soporta este relato de corte fantástico, sacándonos completamente de la realidad que nos rodea, durante sus casi dos horas de metraje.
Al cine actual le falta magia, pero aquí la volvemos a recuperar. Una historia que cabalga entre el drama de época, y el cine de gran sensibilidad romántica. Una especie de “El secreto de Benjamin Button”, al que se le ha quitado el aura de trascendencia.
Ocho décadas en la vida de una mujer que no envejece y, cuya resistencia al amor, se convierte en motor principal, con el fin de alejarse del dolor que le produce la perdida de los seres queridos.
La cinta está repleta de escenas enternecedoras, como aquellas en las que la protagonista se encuentra con su hija anciana (Ellen Burstyn), o el encuentro con el que fuera uno de sus grandes amores (Harrison Ford).
Todo tiene un aire de reflexión y nostalgia, aunque sin cargar excesivamente la tintas. Es una película para románticos, y para gente que sigue con un gran apego emocional, hacía momentos concretos de su pasado.
Vendría a enmarcarse en ese pequeño grupo de títulos “especiales”, como la anteriormente nombrada de David Fincher, u otras como “Powder”, “Phenomenon” y “Más Allá del Tiempo”; relatos donde la magia se introduce inesperadamente en la realidad, transformándola y mejorándola.
No hay nada mejor que atravesar el umbral de un cine, y dejarse absorber por estas sensibles propuestas, que calan y te hacen pensar en tu propio camino y vida. Yo desde luego no cambiaría mi corazón nostálgico por nada en el mundo.
Francisco Javier Millan
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