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Rusia Rusia · Stalingrado
Críticas de Ferdydurke
Críticas 2.675
Críticas ordenadas por utilidad
3
12 de marzo de 2016
53 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero es una evidencia: se parece demasiado, la idea general, descaradamente, a la novela de Eugenides, "Las vírgenes suicidas", y a la peli de la Coppola.
Lo demás es una enorme decepción y sorpresa. Desencanto ante una obra tan floja, deslavazada y superficial. Estupor ante el éxito cosechado (¿con tan poco ya vale, es suficiente?, ¿tan mal estamos como parecemos?).
Película donde la intención (la siempre aplaudida y querida denuncia cuando esta se limita al tópico y no profundiza, explica, cuestiona o molesta a nada ni a nadie. Venga, va, que, se supone, y es mucho suponer tras lo visto, que en Turquía se está produciendo una terrible regresión que consiste en martirizar jovencitas porque... son mu malos y no les gustan na las mujeres. Déjalo así que en la Europa, más o menos, rica seguro que lo entienden perfectamente, en el primer mundo tienen más conciencia, es lo que tiene el progreso, y la compran como un producto de un feminismo estupendo y fácilmente asimilable. El patriarcado ominoso, los musulmanes malos, las madres, abuelas, tías, primas y demás parentela turca, abducidas todas, sometidas y conspirando para matar la primavera púber y virginal; conflagración pavorosa para asesinar la inocencia y se acabó, no digas más que no vaya a ser que la liemos) aplasta cualquier sentido, personaje o coherencia narrativa, donde las protagonistas aparecen y desaparecen sin previo aviso ni desarrollo mínimo y las situaciones se suceden a la carrera sin que su duración o fundamento se imbrique de forma lógica con lo que se está contando.
La arbitrariedad y un efectismo amañado, bonito, de catálogo de moda adolescente (¿es creíble o aceptable que nos muestren a esas niñas, de repente, sin contexto, evolución ni cosa parecida, como ángeles caídos del cielo o nínfulas del paraíso, que parecen recién salidas de un anuncio o cualquier delirio manufacturado por la industria del más desaprensivo entretenimiento, a cada cual más guapa y con ropa más "occidentalizada", cuando se supone que han sido educadas y criadas en una casa y un ambiente tan represivos, castradores y medievales? ¿No se corre el peligro, claramente, de hacer justo lo que se critica, es decir, utilizar esa carne joven como reclamo en lugar de como queja, como cebo estético e insinuante en lugar de como instrumento de lucha? ¿No parece evidente que se ha sacrificado la crítica en aras del negocio y que se ha utilizado a esas chicas como elemento decorativo y no como verosímiles hijas salidas de un lugar supuestamente tan nefando? ¿No parece que se ha preferido primar una fotografía publicitaria, de acuerdo a los cánones más banales, en vez de mirar la historia con mayor rigor y austeridad?) son los que mueven los hilos.
Secundarios, novios o maridos, como fantasmas utilizados sin criterio, escenas alargadas o cortadas a lo que salga, cámara mareante y obsesivamente encima de las chicas, algún diálogo escabroso metido a la buena de Dios, reacciones brutales, malo de tebeo, grotesco, buen samaritano puesto por el ayuntamiento, abuela...
Muy precipitada, abrupta y cortante.
La fórmula es sencilla: juventud lozana, unas pizcas de tragedia, otra de comedia, un poquito de morbo y un algo de reivindicación y... a gozar que son dos días.
¿Quién no se va a identificar con las pobres huerfanitas, con esos seres tan bellos, delicados, puros y vitales? ¿Quién será tan duro de corazón como para no emocionarse y rezar por unas almas tan injustamente dañadas?
Nadie es tan malo, eso tenlo por seguro.
Ferdydurke
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2
11 de octubre de 2013
43 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
La fórmula de siempre: pareja cómico festiva se ve embarcada en una aventura más grande que la vida y, entre tiros y bromas, nos regala una enorme patochada.
Festival del humor y Orgía de la memez.
Un comienzo prometedor (media hora) y una hora final estrepitosamente mala. Promete una peli de acción entretenida y solvente y acaba masacrada por un guion espantoso.
La DEA, la CIA, la Marina y los narcos mexicanos en una aberrante y abigarrada promiscuidad, en un carnaval de la estupidez; un aquelarre informe y descerebrado, sin pies ni cabeza; como si jugaran a una grotesca versión de la gallina ciega y nada tuviera un mínimo sentido o coherencia.
El sistema está podrido y el mundo es una mierda, sí, pero siempre nos quedarán este par de machotes (el patán chistoso Wahlberg y el más sobrio pero igual de majadero Washington -es más listo y se reserva un papel menos ridículo y bufonesco) que van sobrado de huevos y talento, que se ríen de todo y de todos (aunque en el fondo son más buenos que el pan) y que, final e ineludiblemente, son el verdadero pilar sobre el que descansa nuestra moribunda civilización.
Ferdydurke
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3
4 de octubre de 2016
36 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buenas ideas visuales y narrativas ("Atrapado en el tiempo") tiene, un gusto por la aventura y la maravilla, también, pero cuánto dura, qué larga se hace, qué innecesarias tantas explicaciones y redundancias, tantas transiciones agotadoras, qué desafuero extenuado, agonístico, que no termina nunca y sigue y se eterniza y me abure y me mata y no acaba, nunca jamás.
Si le hubieran quitado treinta o cuarenta minutos de vellón. Claro. Y si Dios existiera. Y si los malos monstruos no dirigiesen el mundo. Sí. Sí. Así quedó esta película del buen Burton y ya no se puede hacer nada, hay que apechugar con ella, con esa, finalmente, papilla densa y grumosa.
Imaginación, humor y amor. Viaje en el tiempo, guerras y Gales (el rap de los chavales es simpático, taberna, cura, paro...). Florida (el infierno), familias y ojos. Diluvio de ocurrencias y oportunidades, mil cuentos en uno. Pero, mucho me temo, que todo nos dejó a medias, ciegos y cojos, quedó muy superficialmente mostrado, limado en sus aspectos más sugerentes, inquietantes o sórdidos, infantilizado en el peor de los sentidos, en la convención, el amaño y la tibieza, cuando debería ser justo lo contrario, todavía mucho más delirio, riesgo y disparate.
Ya digo, no escatima ni es rácana en cuanto a méritos y virtudes, la pena es que la sensación general, a pesar de su estructura de hierro y su final obligado, o justo también por eso, deviene amorfa y fofa, deslavazada maleza de melaza.
Ni los inmensos ojos claros de Miss Green ni el veterano Stamp o esos mamarrachos tan bonitos que devoran ojos (brillante y siniestra idea) y el Jackson haciendo el majadero, ni por esas, todos arremolinados, deglutidos por la misma inercia perezosa y rutinaria.
Ferdydurke
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6
16 de enero de 2016
21 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con un argumento similar al de "La zona gris", apreciable película, pero en este caso centrado exclusivamente en las andanzas del iluminado protagonista, su mayor novedad y mérito radica, sin duda, en la opción formal elegida, esa cámara en la cara, y en la espalda, de Saúl, todo el rato, más de cien minutos siguiéndole como si de un documental en tiempo real se tratara.
El efecto que se consigue es poderoso; que lo que sucede, el infierno mismo, no salga en primer plano, que solo sea el marco o contexto, todo lo que rodea a Saúl. Así el espanto es más impactante e impresionante, por creíble, por la sensación de realidad y de cercanía que produce, de posible identificación; al huir del sensacionalismo obvio se gana más en verdad/autenticidad.
El asunto sería sencillo: hombre acogotado por el horror pierde la razón y busca un sentido, una señal, un clavo ardiendo, algo a lo que agarrarse desesperadamente para así trata de transformar la crudeza claustrofóbica, agónica, en esperanza y evasión, un modo de sublimar y trascender una situación inasumible, insoportable.
En el niño que no muere, como debería/sería lo normal, cree ver un símbolo religioso, algo que le obliga, que le llama, un mandato moral, una misión redentora y luminosa que le salva y aísla de la miseria abominable que le ahoga.
En un lugar en el que la posible existencia de Dios, o cualquier tipo de finalidad, quedó salvaje, constantemente humillada y negada, tratar de imponer, restituir esa usurpación evidente y terrorífica a la fuerza, mediante una aventura visionaria y enferma, provoca que la odisea de Saúl sume, si eso fuera posible, delirio y disparate a unos hechos ya de por sí aberrantes en todos los aspectos. Una locura que sirve de espejo deformante, lúcido en su distorsión, exacto por acumulación estrepitosa de unos sucesos inaceptables desde cualquier punto de vista, ya sea una premisa humanista, juiciosa o solidaria.
Su actitud pone de manifiesto el absurdo esencial, lo eleva a la máxima potencia, sería el empeño enloquecido por ordenar el caos y el horror, por ritualizar a través de la religión y la sepultura sagrada un lugar en el que lo humano y sus afanes fueron destruidos y no quedó ni rastro, un reflejo monstruoso y grotesco de la eterna lucha del hombre por racionalizar, iluminar y buscar absolutos donde solo halla falta de asideros, crueldad y banalidad; el choque inextinguible entre el ansia de unidad y claridad con(tra) el puro azar frío, tan grosero y gratuito; Sísifo subiendo y bajando la montaña una y otra vez con la roca a cuestas, hasta el fin de los tiempos.
O, desde un punto de vista más materialista, supondría el reconocimiento de su hijo, o un trasunto, o alguien parecido, o un recuerdo o un anhelo, simplemente.*
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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7
2 de julio de 2017
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy interesante película, incluso estupenda si tienes cuajo y paciencia suficientes.
Intelectual por antonomasia, salido del cogollo crucial de toda la gran cultura centroeuropea del siglo veinte, judío sofisticado y delicado, hombre de letras de altos vuelos y muchas vueltas, tiene que salir pitando del horror hitleriano en sus inicios de espanto (principio de los años treinta).
Sudamérica es su destino. Huye con su joven mujer, Lotte. Brasil, Argentina y Estados Unidos. Allí es bien recibido, su gran prestigio le precede. Es tratado con cariño y respeto. Él corresponde con educación, sensibilidad y resignación.
La narración es elegante, tan civilizada y lograda como el propio Stefan, un bello reflejo de su esmerada personalidad.
Se trata de mostrar trozos decisivos, no linealmente narrativos, que iluminen sus preocupaciones, sentimientos y dolores durante aquellos tiempos de dolorosa errancia.
Una recepción en Buenos Aires entre judíos amigos y otros intelectuales con recuerdo emocionado a los ausentes.
Un viaje a Petrópolis, en el interior de Brasil, entre cañas de azúcar y alcaldes azorados. Rodeado de buena gente y mucho calor.
Y una transición neoyorquina muy helada, desasosegante y angustiosa que es aliviada por las presencias queridas de su ex esposa y su hija.
A partir de aquí, por motivos de espacio, zona spoiler. Quedáis avisados.
Terminaron como ya sabemos. Suicidados. Cansados. Hartos de este perro mundo que pareciera (eso creía, temía él) que se acababa, que caía sin remedio en las garras ominosas del poder nazi.
Con delicada nota de despedida. Entre llantos contenidos, infinita pena y mucha admiración por la pareja tan trágica y hermosa que se acabó rindiendo (o quizás siguió luchando, según se vea: ¿el suicidio como gesto de independencia, rebeldía y libertad inviolable o no?). Final bellamente filmado con espejo de por medio.
Es una obra a favor del autor. Hay amor, bonita reverencia. Pero bien entendida. Con altura de miras. Sin idiota hagiografía, babosa sensiblería o bobas loas. Desde la distancia y el entendimiento. Con una fina y calurosa contención, con observación inteligente y sosegada.
Destacaría dos momentos jugosos y muy insidiosos. El primero en Buenos Aires.
- Es un cobarde, egocéntrico y pusilánime, comenta enrabietado un periodista estadounidense tras la negativa férrea de Stefan ante un reclamo de cualquier tipo de vituperio o crítica suya hacia el régimen nazi o, por extensión, hacia su lugar de origen.
Es una opinión. Podría ser la verdad, o parte de ella, o solo un desahogo malvado de un periodista decepcionado.
Stefan se había explicado. Comentó que no quería decir lo previsto, repetir eslóganes, aprovechar la coyuntura para montar el número y apuntarse un tanto fácil. La lucha o la rebelión solo tienen sentido si hay disparidad de criterios o resistencia de la otra parte, no si están todos de acuerdo. Un intelectual, añadía, debe tratar de elevarse por encima de esa mediocridad, debe intentar entender el punto de vista opuesto, comprender al enemigo si tal nombre le dieran. La clave del artista está en su obra, no en declaraciones oportunistas (o necesarias, según se diga) a los periodistas.
- Quiere ser una isla, comenta otro periodista de maneras más comprensivas y menos críticas respecto de Stefan.
El otro insiste en que esa postura no es posible, en que hay que mojarse, es mucho lo que se juegan y no valen medias tintas.
La película sigue y asistimos a la "actuación" de un conferenciante que desvía inevitablemente la charla hacia la iracunda denuncia de los hechos atroces europeos y la reivindicación de las figuras perseguidas.
Stefan observa. Parece incómodo, superado, apabullado. Como fuera de sitio. Aplaude, felicita, asume, reconoce, asiente, es halagado y querido. Pero a él le gustaría estar en otro lugar, más tranquilo y menos alborotado, más sutil y educado. Quizás escribiendo, o diciendo o paseando o amando. Quién sabe. Pero lejos. Eso parece.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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