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España España · Barcelona
Críticas de Eduardo
Críticas 1.293
Críticas ordenadas por utilidad
1
9 de septiembre de 2012
17 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
A ver, es fácil perder la paciencia con películas (por llamarlas de alguna manera) como ésta. En primer lugar, hay un inepto a cargo de la dirección, el hombre que pasará a la no-Historia por haber dirigido las dos peores entregas de Batman. Hay un guión que habrá sido pergeñado entre cigarrillos de crack y viajes a la botella de Jim Beam, más alguna consulta en la Biblia para acabar de rematar la jugada. Los actores campan a sus anchas, aunque más valdría decir "a sus estrechas". Con decir que a uno le muerde un perro y lleva encima una vacuna para la rabia... Basura en estado puro. Estoy en contra de la censura, pero habría que prohibir bodrios como éste, por favor, un respeto al espectador, aunque le guste el género de terror...
Eduardo
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3
28 de febrero de 2018
14 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tercera película de Pedro Aguilera (desconozco las dos primeras), que me parece fallida en extremo. Un director de cine (no sabemos de qué tipo de cine, pero nos lo imaginamos), aficionado a ciertas perversiones, descubre a su hermanastra en una página web erótica. Obsesionado con ella, se reencontrarán y la arrastrará en su espiral de voyerismo y sexualidad bizarra. Hay un momento en la cinta, cuando descubrimos que ha llenado la casa de Aurora de cámaras ocultas, en qué nos preguntamos cómo lo ha logrado, pero eso, por lo visto, no importa; lo que de verdad interesa es la relación enfermiza que une a los hermanos, y que poco a poco socavará su equilibrio mental. El gran problema es que no existe un verdadero estudio psicológico de los personajes, no sabemos por qué Aurora se siente impelida a jugar el juego de Oliver, qué le resulta tan atractivo de ser espiada constantemente. Los diálogos suenan forzados, así como algunas situaciones. ¿Es normal que te vayas a follar a tu hermana con los amigos a pocos metros de distancia? Pase que Oliver sea un perverso de manual, con sus videos de Karen en plan sadomaso, pero la evolución de Aurora no resulta coherente, más parece una adolescente necesitada de un par de hostias, con perdón, que una mujer hecha y derecha. Por fin, el homenaje explícito a Holocausto caníbal, uno de los granes bodrios de la historia del cine, parece querer comunicarnos un mensaje especial, pero eso lo dejaré al cuidado de sus futuros espectadores.
Julio Perillán (ay, esos apellidos), una especie de Eduardo Noriega canoso, da el pego en su papel de obsesivo compulsivo. A destacar que Ivana Baquero, la niña de El laberinto del fauno, ha crecido. Ha crecido mucho. No tanto en estatura, como por delante y por detrás. Impresionante. En cuanto a sus dotes interpretativas, la gestualidad es correcta, pero el recitado de los diálogos no tanto. Es como si no se lo creyera. No me extraña.
Extraña y fracasada película.
Eduardo
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7
4 de septiembre de 2019
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me atrevería a decir que no me ha gustado la película, no sea que los psicópatas enganchados a ella pongan precio a mi cabeza. Pero vamos por partes. Serie negra se basa en una novela de Jim Thompson (otro que tal), gran plasmador de anormales de todo tipo, nada de extrañar con la infancia que padeció. Es una de esas películas que te dejan hecho escombros, babeante, necesitado de un subidón. No hay personaje positivo en toda la cinta, sólo basura humana en sus peores encarnaciones. Ni siquiera la dulce víctima es lo que parece... Un pringado de mucho cuidado, siempre caminando a dos centímetros del brote psicótico, vendedor a domicilio, se encapricha de una adolescente utilizada por la tía de la muchacha, y la relación dará lugar a una espiral de sangre, semen y sufrimientos. Las casas están sucias, los despachos están sucios, las calles están sucias, todo es suciamente depresivo. No existen los sentimientos, sólo la inmediatez del deseo, la codicia, la estulticia, el triste deambular de unos perros perdidos sin collar. Pero lo que realmente se te mete hasta lo más hondo de tu ser es la interpretación de Patrick Dewaere, suicida a los 34 años, aquejado de graves anomalías psíquicas, se retira del escenario de la vida tras haber triunfado en el cine, en el teatro y en la televisión, haber compuesto canciones para Françoise Hardy, escrito la banda sonora de un film... La interpretación de Dewaere es tan sentida, tan brutalmente íntima, que acaba de sacarte de quicio, toda su gestualidad, toda su exagerada expresividad denotan un dolor interno que nadie, jamás, podrá cambiar, salvo la llegada de la Parca. Hay momentos que provocan tanta angustia como ganas de borrar con un golpe de botón tanta necedad. Bernard Blier, sublime en su papel de avaro jefe de Dewaere, y mención especial para una tierna Marie Trintignant de 17 añitos, con matrícula de honor para su felpudo precioso, un perfecto triángulo negrísimo, poblado, presumiblemente ensortijado y suave como terciopelo. Lástima que la chica tampoco supiera gestionar su vida amorosa.
Un golpe en el bajo vientre que alarmará a más de uno. Y aun así hay que verla...
Eduardo
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8
16 de febrero de 2018
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Martin McDonagh es un tipo listo: no tiene prisa. Irrumpió como un ciclón con la excelente Escondidos en Brujas, donde osaba emparejar a Colin Farrell con Brendan Gleeson. Al cabo de cuatro años, entregó Siete psicópatas, un ejercicio al estilo Tarantino que no funcionó. Y ahora, cinco años después, se sumerge en Misuri y realiza su mejor obra hasta el momento.
Todo el mundo conoce ya la premisa: una mujer de un poblacho trumpiano, después de un año de esperar nueva información sobre el asesinato y violación de su hija adolescente, alquila tres vallas publicitarias para "animar" a la policía a actuar. No sólo los agentes de la ley, sino todo el pueblo se pondrá en su contra. Estamos en una de las zonas más reaccionarias de los reaccionarios Estados Unidos. El sheriff es un buen hombre, pero le queda poco de vida (no es spoiler, muy pronto se desvela su mal), su ayudante es un supremacista blanco con graves problemas mentales (y una madre que da miedo en cuanto la ves), y los habitantes del lugar una pandilla de patanes. Cuando uno está pensando en huir del cine, harto de la América profunda, se empiezan a producir giros sorprendentes en la trama que te clavan a la butaca. Porque McDonagh tiene la habilidad de convertir a sus monstruosas criaturas en seres humanos, seres con sentimientos, seres abrumados por el peso de la vida y la sinrazón de la muerte. Y le echa humor. En los peores momentos (véase la escena del hospital, no puedo decir más), el velo de la tragedia se rasga y aparece un soplo de humorismo que calma las heridas. Y también deja paso a la ternura cuando menos te lo esperas (La escena del ciervo). La cámara, siempre pegada a los personajes, recrea primorosamente el espantoso pueblucho, los hermosos alrededores transitados por los colores del otoño, esas casas prefabricadas horrorosas que tanto les deben recordar a los pioneros. Una inspirada banda sonora de Carter Burwell (este tipo me gusta cada día más), en la que intercala canciones, mayoritariamente country aunque no todas, adecuadas a las situaciones que estamos presenciando, arropa la historia sin hacerse oír demasiado. Y el reparto... Frances McDormand, con sus andares a lo John Wayne, domina la función con autoridad desde la primera escena. Oscar seguro este año. Woody Harrelson, en su breve aparición, demuestra que cada día está más maduro y seguro de sí mismo.
And the winner is... Sam Rockwell. Lo odias desde el primer fotograma en que le ves. Palurdo, racista, sexista, alcohólico, edípico... Todo el lote. Una lección de interpretación que te deja estupefacto. Quiero que le den el Oscar, caramba, pese a que ya sabemos que esas cosas funcionan de otro modo. En suma, una película para ver y disfrutar, con paciencia y entrega. Y a esperar otros cuatro o cinco años más. Enróllate, Martin.
Eduardo
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6
31 de marzo de 2019
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se le ha quedado viejita esta peli a José Luis Garci, por diversos motivos:
1) Es una obra muy coyuntural. España está a las puertas de las primeras elecciones democráticas, tras casi 40 años de dictadura franquista, y Garci entona un canto de esperanza al futuro, cauteloso, pero canto al fin y al cabo. No sólo ha cambiado la política, sino las relaciones en general, y las sexuales en particular. Lo cual provoca problemas a los hombres de su generación, incluso a los progres. Es una película testimonial de una época, de un tiempo y de un país, como diría Raimon.
2) Con la caída de la censura, todo el mundo se despelota, sobre todo ellas. Pero claro, plantar la cámara ante una señora con las sábanas por debajo de las tetas, en plan estatua de sal, tiene de erótico lo que yo de cardenal. Garci filma en plano medio a sus personajes en la cama, y no puedes evitar una sonrisa de ternura. ¡Qué falta de morbo, por Bakunin! Si bien agradecemos a Fiorella Faltoyano y a Emma Cohen su entrega a la causa. Eran tan jóvenes y hermosas...
3) Garci rinde homenaje al mundo de la radio, un tipo de radio hoy desaparecido para siempre. Y tiene gracia ese Solos en la madrugada, en la que José (Sacristán) escupe su mala leche del día a día, de las frustraciones, del desamor, del futuro incierto y las pequeñas putadas que te amargan la vida. Pero ese mundo también va a cambiar, radical y definitivamente.
4) El mismo tono de la película es pretérito. Garci no mueve mucho la cámara, opta por un estilo muy conservador y presta más atención a la literatura (los diálogos) que a la caligrafía de la imagen. Bueno, él siempre ha sido así, es un gran amante de los clásicos del cine, y se lo agradecemos.
Pero, en general, uno se siente solidario con su esforzado intento de ayudar al cambio que se está produciendo, y no dejar en demasiado buen lugar a los varones ibéricos, que en el fondo dan más ternurita que otra cosa. Después de tantos años de ver, de estreno, Asignatura pendiente, he tardado más 40 en ver su secuela. Y no me ha disgustado. Es eso, cuestión de ternurita.
Eduardo
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