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España España · santiago de compostela
Críticas de berenice
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Críticas 149
Críticas ordenadas por utilidad
7
12 de marzo de 2015
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Compendio perfecto de la vacuidad estúpida de la sociedad tecnológica, del oropel vacuo, del cuanto más ruido más divertido. Antología subnormal de fuegos artificiales, iletrada bufonada con los tópicos más poligoneros sobre al amor, ritmo descerebrado para ocultar la Nada.
ME ENCANTA
berenice
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10
26 de febrero de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
“De los álamos vengo, madre, de ver cómo los menea el aire…”, decía una joven doncella en un viejo madrigal español. El amor y la Naturaleza. No quedaban dudas de quién meneaba realmente. Pero, ¿quién se podía resistir a la gozosa exaltación, a la voluptuosidad confusa, a la concupiscencia tan feliz de los días ya lejanos de aquellos veranos? Muchos años después de aquella doncella, y muchos años antes de nosotros, Henriette seguía inflamándose con ese vago fuego, que no sabe explicar a una madre que comprende. Como le toca el chico fino de bigotito, diremos que su pasión es apolínea; el ruiseñor hace su aparición en el momento cumbre, es un ave emblema del influjo que la Naturaleza provoca en las criaturas jóvenes y hermosas. El querido “nachtigal” de la poesía romántica alemana, que usaron tantos escritores para el mismo propósito, (“Entre naranjos”, de Blasco Ibáñez, me viene a la memoria como ejemplo sublime). Mientras, la madre se deja inflamar también, esta vez por un fauno dionisíaco que danza, lascivo, soplando unas ramitas con forma de aulos, y ella ríe escandalosa, mojando sus lastres burgueses en el mismo jugo de exaltación emocional. Este cortejo feliz a lo largo de las riberas de un río francés, luminosas, exultantes, pertenece a la mejor historia del cine de todos los tiempos, y provoca en mí tanto la alegría como la punzada nostálgica, consciente de que no es más que una instantánea impresionista. ¡Ay, los ríos de verano! Los que no vivieron en ellos veranos felices con la familia, con las primas, con las amigas de la hermana... no entenderán jamás esta película… Aprovecho para homenajear a los dos ríos de mi vida, el Cabriel y el Eume, pero cualquiera pudo poner su corriente al servicio de la felicidad, antes de que los peces supieran a petróleo. ¡Ay, los oscuros y profundos ríos de Maupassant, a menudo no tan felices como el de esta película…! Sus rápidas corrientes son el tiempo que pasa sin vuelta; en el film de Renoir, curiosamente, la corriente dobla su velocidad en la escena de la tormenta, sin duda una de las transiciones más hermosas y poéticas que se hayan podido contemplar.
No nos olvidaremos de los hombres burgueses, tratados con torpeza pero con cariño. Su universo es el de la lentitud báquica. Embriagados en los vapores del alcohol, no entienden nada, y hablan de cómo atrapar peces sin entender que a su lado se produce una explosión de luz. Maravilloso trasunto de Stan Laurel y Oliver Hardy, con rebuscado parecido físico.
Lo de Renoir no es calvinismo, precisamente. Lo suyo es el gozo. No controla en ningún momento las explosiones, de luz, de alegría, de música, como la que se produce cuando se abre la ventana del restaurante, o la de los columpios. Sé que voy a decir una tontería, pero esta película tiene los colores más hermosos del mundo, aun siendo en blanco y negro. Como dice un amigo mío: “Ay, si no fuera por estos raticos”. Con ellos nos iremos consolando, deseando no tener que pensar en ellos todas las noches, como la pobre Henriette.
De verdad, el cine tiene poquitas obras maestras, muchas menos de las que señalamos, precipitadamente entusiasmados tantas veces, los usuarios de FA. Pero esta es una de ellas. A disfrutarla, a saborearla, a paladearla. Absolutamente maravillosa.
berenice
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9
10 de febrero de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es muy difícil y da mucha pereza escribir sobre algo que casi todos hemos visto varias veces, añadir algo nuevo a lo que tantos ya han destacado magníficamente. Ayer, no sé por qué, necesité volverla a ver, reencontrarme con esta vieja amiga, tras visionar tres o cuatro chorradas modernas impostadas publicitadas a bombo y platillo.

En una pieza como "El buscavidas", de desesperada perfección, cada cual encontrará lo suyo: derrotas, sueños que no fueron, decadencia, esperanza, autodestrucción, podredumbre... No es un simple catálogo de adjetivos: son todos los rayos de un Sol que abrasará con ellos al espectador atento . Parece increíble que una película ambientada en una sucia calle y en tugurios cutres de billar pueda contener tanta sabiduría y tanta carga de profundidad sobre tantos aspectos de eso que, básicamente, es lo único que nos puede llegar a interesar de verdad: el ser humano.

Sin embargo, si me tengo que quedar con la verdadera tormenta solar de esta película, me quedo con la rabiosa, ansiosa y desesperada necesidad de amor de una Piper Laurie asombrosa, increible, genial, que da sentido con ello a tantas sucias subtramas, evitando que esta película se convierta en un canto a la negrura. Es la necesidad de Amor de todos, al fin y al cabo y tarde o temprano, al menos de todos los que aún no son muertos en vida. Ay, Sarah: jamás se vio en una pantalla, como aquí, a un náufrago ya sin fuerzas pero asiendo con tal desesperación un flotador. Eso se consigue, sí, con guión, con fotografía, con inteligencia....pero, sobre todo, con una actriz en absoluto estado de gracia.
Del resto del reparto, nada que añadir al milagro de Paul Newman. Nada que añadir al milagro de Jackie Gleason, inmenso, shakesperiano, con tantas lecturas como visionados haga uno de la película. Por poner un pero, está un poco más pétreo George C. Scott, la más hollywoodiana de las interpretaciones del film, aun así magnífico.
Cine que avanza con la verdad por delante en su montaje, en sus planos, en la contención o desatamiento, en la creación y psicología de las personas... un antídoto perfecto si se acaba de salir, como es mi caso, de la estupidez grandilocuente de "Los miserables" de Hooper.
berenice
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7
4 de diciembre de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dino Risi ponía, muchas, muchísimas veces, playas en sus películas. Nunca les tuvo mucho cariño. Al principio, porque las masificaba con turistas gritones, aunque aún eran soledadas y alegres (La escapada, El jueves, El parasol, Una vida difícil...). Después, cuando se hizo más mayor, eran solitarias, pero sucias y tristes (La chica del atardecer, En nombre del pueblo italiano...). Para esta película, quizá la más terriblemente amarga de toda la carrera de Risi y Gassman, y el canto del cisne de ambos, eligió, sorprendentemente, una playa solitaria y limpia y la única botella de plástico es, al mismo tiempo, caracola gigante. La mierda, en esta ocasión, está en las cabezas de los bienpensantes, de los curas, de los que quieren que se firme "Sí" en un papel para hacer el amor, de usted y yo, del espectador. ¡Madre mía, 1990! Parece que fue ayer y hay un abismo con la mentalidad que hoy va agarrando fuerte.
Un abuelo se enamora de su nieta de nueve años: huyan los nuevos beatos de las aberraciones de este film, de su anti convencionalismo lejos del confort de la corrección obligatoria; huyan de Risi y su vitriolo, refúgiense en otros mundos.
La película no es magistral, pero tiene momentos inolvidables. Como el desgarrador final.
Y Gassman... tras hacer el indio muchos años, también con Risi, se despidió a lo grande, barriendo, apabullando la pantalla. Impresionante, colosal. También, casi, se despidió Risi. Gracias, maestro, no por haber sido el más grande, sino por haber sabido encontrar, casi siempre, algo en la playa.
berenice
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7
31 de enero de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sólo por la maravillosa Anouk Aimée merecería la pena ver esta vitriólica cinta, espejo perfecto en que puede mirarse lo peor de una casta corrupta y podrida que, desde siempre, (pero más desde ese primer despegue capitalista inmobiliario de los años sesenta y hasta la actualidad), ha ido enfangando todos los aspectos de la vida pública y privada hasta emponzoñar el mismo concepto de dignidad humana. Esa casta es poderosa, pero aquí no se libra nadie, como tampoco ahora: no sólo bancos, clero, políticos, nobles, empresarios sin escrúpulos..., sino también arribistas y seres terriblemente cotidianos que quieren sacar su tajada. El dinero otra vez, naturalmente, y sus símbolos, pero no el dinero de la antigua Roma, por ejemplo, ni el de Quevedo, que tan bien disertó sobre él: no; el cercano, el actual y conocido, el de los periódicos del día, asociado a sus heces habituales, la especulación inmobiliaria a la cabeza. Es fácil de explicar porque la película es nítida y desarmantemente actual.
Soberbio también, esta vez sí, (pues es un actor al que no es fácil echarle la brida), Vittorio Gassman quien repite su personaje "lanzado" de "La escapada" junto al más tímido Trintignant. La naturalidad asombrosa con que son presentados todos, sus soberbios diálogos, relaciones, miradas... así como los detalles innumerables en que se sumergen, (en la habitación conyugal, en una fiesta nocturna, en la calle...), dan a la primera parte del metraje un tono absolutamente magistral. Después, las constantes vitales se mantienen, pero el film se escinde en varios sketches un poco más independientes. No llega a ser un pero, ojo, pues la unidad se mantiene gracias a muchos detalles y, sobre todo, gracias a Gassman; pero ya no me gusta tanto, por más que nunca dejen de presentarse momentos absolutamente brillantes en su negro retorcimiento. Comento alguno en spoiler.
Al final, como siempre pasa con Risi, aparece el moralista y el sentimental. Pero esta vez es imposible no estar de acuerdo, inmersos como estamos en esa negrura materialista que ha provocado esta crisis, (que los economistas no atinan a prever ni explicar, cuando es tan sencillo como ir al cine) y la corrupción asociada a ella, tratada en la película con una mezcla extraña de ácido sulfúrico y piedad. Como en la maravillosa "Una vida difícil" Risi intenta abrir una ventana para ventilar el hedor, pero ha provocado antes tal pestilencia que ya el aire que entra tiene poco efecto.
A mí me parece muy buena.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
berenice
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