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Críticas de Cinemagavia
Críticas 3.949
Críticas ordenadas por utilidad
8
22 de diciembre de 2023
170 de 223 usuarios han encontrado esta crítica útil
*No era sencillo tras Una joven prometedora

Tiene que ser muy complicado enfrentarse a tu segundo largometraje tras el éxito de tu debut, pero aquí Emeral Fennell sale más que airosa con Saltburn. Una historia que poco tiene del relato de venganza tan perspicaz y poco tratado que excelentemente personificó la siempre estupenda Carey Mulligan. Es cierto que la directora británica sigue por la senda de la provocación y que no se olvida de añadir a su creación un toque de venganza. Puede que simplemente justicia poética. Aunque aquí el cogollo de la cuestión versa especialmente sobre la clase.

Saltburn es la lujosa finca de una familia de súper ricos. De esos que de tan ricos tienen que pensar en formas de pasar el rato. Felix (Jacob Elordi) es el hijo que estudia en Oxford y que entabla una peculiar amistad con Oliver (Barry Keoghan) un chico de otra clase social que también estudia allí. El caso es que tras contarle Oliver su supuesta penosa vida familiar, el chico guapo y extremadamente rico invitará al pobre y recatado a su mansión. Lugar lleno de lujos y excesos con personajes tan llamativos como el de la madre, Elsbeth (Rosamund Pike), una especie de antigua modelo o influencer.

*Los que muchos quieren y solamente unos pocos tienen

Desde el principio son claras las referencias que Saltburn comparte con otras obras como por ejemplo El talento de Mr. Ripley. Con ese impostor que se cuela entre el brillo y el esplendor de un ecosistema de gente rica y guapa. Queriendo pertenecer de algún modo a un mundo que nota inaccesible. Es cierto que aquí no hay un Jude Law reluciente, pero el aparentemente apocado e introvertido Tom Ripley tiene mucho del Oliver creado por Fennell. Siempre deslumbrado por la popularidad y atractivo de Felix. Dispuesto a utilizarlo casi todo con tal de hacerse un hueco en la pirámide.

Y si para ello hay que utilizar el sexo, aquí la cinta tiene muy claro que a este tipo de círculos se entra con todo o no se entra. Por lo que Olivier se servirá de su cuerpo como un arma para acceder a los lugares más insospechados. Ya que entre este tipo de personajes el exceso parece la norma. O al menos lo que muestra Emeral Fennell (que de esto debe saber por sus orígenes) es una especie de abandono festivo en el que las fiestas, el alcohol y todo tipo de desfases se van sucediendo. Sin ningún tipo de barrera. Ya que el estrato social aquí retratado no tiene más preocupación que la de pasarlo bien. Preocuparse de sus hortensias. Meterse con los caros cuadros que adornan sus paredes interminables. Y si eso, advertir a sus invitados de que se afeiten, aludiendo a la fealdad de las barbas.

*Pero de repente el pobre se destapa

Por eso, cuando los personajes de Saltburn se dan cuenta de que están ante un lobo con piel de cordero ya es demasiado tarde. Porque son incapaces de prevenir nada. Sus vidas les resultan tan ajenas a cualquier tipo de peligro o dificultad que se sienten imbatibles. Nunca piensan que alguien pueda osar arrebatarles el lugar de privilegio que durante siglos han ostentado y por ello viven si alcanzar a sentir preocupación. Pero para su sorpresa los ricos malcriados y despreocupados también pueden tener depredadores dispuestos a ir hasta el final y arremeter con todo.

Ese será el caso de Oliver, que aquí está magníficamente interpretado por Barry Keoghan. El papel que hace este actor es absolutamente inquietante. Te lo crees desde principio a fin. Gracias seguramente a ese físico tan particular que le permite transitar desde la aparente inocencia hasta la enajenación. No desmerece tampoco la interpretación de Jacob Elordi como el guapo y deseado Felix. Es realmente interesante como el guion traza la relación entre ellos dos. Pudiendo ser amor. Teniendo mucho de deseo. De un deseo enfermizo y torturador por encajar y ser visto.

Y como madre una Rosamund Pike divertida y muy distinta a sus roles habituales. En un ejemplo de gran dirección de actores. Todos ellos resultan creíbles y dan el tono. Aunque si por algo destaca la película es por su humor muy negro y su estilo indudable. Se percibe gran preocupación por crear secuencias de belleza innegable. Algo que Saltburn logra plenamente. Teniendo momentos de un disfrute total. Desde los inicios en Oxford hasta ese final inolvidable con un Keoghan en cueros recorriendo cada estancia de la lujosa finca. Es cierto que el guion no tiene la profundidad o los giros de su debut. Más o menos te vas haciendo una idea de lo que va a suceder. Los mayores esfuerzos están puestos en la forma, pero el resultado es tan disfrutable que te vas enganchando sin remedio.

*Conclusión

En resumen, Saltburn es una película muy recomendable sobre una familia de ricos malcriados en la que se cuela un joven extraño. Siempre es tarea dificultosa afrontar una segunda película, más si viene precedida por un éxito como Una joven prometedora, pero aquí Emeral Fennell sale victoriosa. Apostándolo todo a su estilo apabullante y muy atractivo, la película se lee como un retrato sobre la clase. Sobre ese lugar que solamente unos pocos pueden disfrutar. Un retrato sobre la pelea por encajar. Por ser aceptado en un mundo elitista y absurdo. Sobre el deseo que puede tornarse locura. Una estupenda película protagonizada de forma salvajemente fascinante por Barry Keoghan.

Escrito por Laura Tabuyo Acosta
Cinemagavia
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8
14 de noviembre de 2023
159 de 212 usuarios han encontrado esta crítica útil
*La fantasía, el deseo de vivir

Que nadie duerma comienza con una serie de secuencias anodinas en las que contemplamos la vida gris de Lucia (Malena Alterio), la protagonista de esta fábula. Una vida que de un día para otro salta por los aires, cuando la empresa en la que trabaja quiebra. Quedándose Lucía sin su sustento. Sin aquello que la ha ocupado durante más de veinte años. Su trabajo como informática. Entonces Lucía, que vive en el barrio de Usera y cuida de un padre en los últimos años de su vida, decidirá sacarse la licencia de taxi.

Mientras, se enamora perdidamente de su vecino del piso de arriba. Un actor que escucha obsesivamente la ópera de Puccini Turandot y que tras un fugaz beso en la azotea, desaparecerá de su vida. Por lo que el objetivo de Lucía, en su nueva vida como taxista, pasará a ser encontrarse con ese hombre misterioso que ya no es capaz de olvidar. Aunque primero se topará con Roberta (Aitana Sánchez-Gijón), una productora teatral, con la que iniciará una inexplicable amistad y con otros personajes de la cultura como un dramaturgo que, de nuevo, inexplicablemente se interesará por ella. En un nueva rutina, ahora totalmente excitante, con la que dejar atrás sus días de rutinaria existencia.

Siempre con la duda de si estamos ante el fruto de la imaginación de la protagonista. Imaginación que para Lucía es un ingrediente vital fundamental. Un elemento que le imprime luz a sus días, por mucho que los guionistas se hayan empeñado en mostrar un Madrid asombrosamente lluvioso. Ya que Lucía no se ha olvidado de su nombre y en cada cosa que hace intenta brillar. A su manera, por su puesto, pero ella con su carácter extrovertido intenta hacer de cada jornada una pequeña novela de aventuras.

*El amor de Lucía

Porque si algo mueve a la Lucía de Que nadie duerma es la vida. Ella quiere vivir. Quiere saber hacerlo y por ello armada de una indudable valentía, se mete en su taxi para recorrer las calles de Madrid. Y con ello, esperar a que algo suceda. Un algo fantástico que la permita continuar y llenar ese vacío que una sociedad demasiado individualista ha ido agrandando. En un personaje que recuerda un poco al Damián de No mires a los ojos. Dos personas tiernas y extrañas, que parecen invisibles. Dos personajes que se sirven de la imaginación y de lo misterioso para prenderse a la vida.

Y es que, en el fondo, Lucía parece una especie de alma pura que aún no ha dejado de creer. De creer en lo imposible. En lo que todos le han dicho que es imposible. Una mujer para la que no hay duda de que el amor siempre acaba venciendo al odio. Un personaje lleno de recovecos y de ninguna obviedad, que Malena Alterio borda. Ella con sus ángulos, físicos y mentales, resulta una creación desbordante de creatividad. Ya que nunca te acabas de esperar el camino que va a terminar recorriendo.

Por mucho que algunos se empeñen en recordarla siempre por su Belén inolvidable, aquí Malena demuestra su versatilidad. Su humanidad con un personaje que parece inocente, pero que no acostumbra a callarse. Durante todo el metraje, el viaje de Lucía es brutal y ella lo realiza con naturalidad, cercanía y esa extrañeza que impregna cada secuencia de la película.

*No te deja indiferente

Es verdad que resulta complicado definir a Que nadie duerma. Son muchos los géneros de los que se sirve, para finalmente articular una venganza que nada tiene que ver con lo que se podría augurar en su comienzo. Habrá a quienes le moleste o descentre esa indefinición. Pero lo que nadie podrá decir es que la cinta les ha dejado indiferentes. Sirviéndose de la citada magnífica interpretación de Malena Alterio, así como de un Madrid nada visto. Un Madrid de barrio, pero no marginal. Una ciudad que casa a la perfección con la película.

Sin olvidar la inquietante música creada por Zeltia Montes. Al inició tan desconcertante que no sabes si molesta o es de una genialidad deslumbrante. Cada elemento de la cinta es congruente con esa búsqueda de lo inexplicable.

*Conclusión

Que nadie duerma es una curiosa película. Una cinta extraña, diferente, sobre una mujer, Lucía, que es despedida de su empresa y decide empezar una nueva vida como taxista. A la vez que se enamora perdidamente de su vecino, un actor aficionado a la ópera de Puccini, Turandot. Un tipo que desaparecerá misteriosamente y que ella soñará con llevarle un día en su taxi. Siempre con la duda de la ligera frontera entre realidad e imaginación, la película avanza con mucha originalidad por los deseos de Lucía. Los deseos de amor de una mujer arrinconada que combatirá el descreimiento a base de creatividad.

Interpretada por una Malena Alterio tan natural como precisa, la cinta transita por varios géneros, siempre fiel a su tono sorprendente. Con un Madrid que choca y ayuda a ese extrañamiento general. En lo que supone una interesante adaptación del mundo de Juan José Millás. Porque a veces lo que unos tildan de normal, para otros no baja de sobresaliente.

Escrito por Laura Tabuyo Acosta
Cinemagavia
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10
21 de septiembre de 2020
163 de 230 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Las dos caras de la moneda

Patria comienza con la noticia del alto al fuego de ETA en 2011. Es entonces cuando Bittori (Elena Irureta) visita la tumba de su marido, Txato (José Ramón Soroiz), asesinado por la banda terrorista. La viuda promete a su difunto esposo volver a su pueblo para buscar respuestas sobre su muerte. Años antes, Bittori había abandonado la población rural para alejarse de la influencia abertzale que imperaba en la zona.

Cuando Bittori vuelve al pueblo, todos los vecinos se alteran con su presencia. La familia de Miren (Ane Gabarain) y Joxian (Mikel Laskurain), antiguos amigos de la familia, serán los que intenten evitar a la viuda a toda costa. La razón es sencilla, su hijo Joxe Mari (Jon Olivares) fue un participante de la banda terrorista.

Patria aborda las dos caras de la lucha etarra: el de los verdugos y el de las víctimas. Contar las diferentes perspectivas de un hecho histórico hace más real el relato. Por eso, Patria es una serie tan enriquecedora para la sociedad española actual. Sin duda, Aitor Gabilondo ha bordado la adaptación de la novela en la pequeña pantalla.

*Un puñado de emociones

Desde el primer minuto de serie, Patria se encarga de emocionar al espectador. El espectador debe estar dispuesto a convivir con diferentes y variados sentimientos durante los ocho capítulos. Tristeza, rabia, impotencia, compasión, felicidad, miedo, soledad… son algunas de las emociones que se agarran al pecho a medida que las escenas pasan.

Sin duda, lo que queda es la empatía. Tanto Aramburu como Gabilondo consiguen que el lector y el espectador se pongan en la piel de Bittori y, a la vez, de Miren. Dos mujeres que viven la existencia de ETA desde un lado y desde otro. Sentirse como lo hace una víctima y, a la vez, como un familiar de un verdugo es una tarea muy complicada, pero lograda con matrícula de honor. Eso es lo que hace tan especial a Patria.

*Técnicamente excelsa

El sobresaliente no es solo para la narración. El casting es inmejorable: Elena Irureta y Ane Gabarain sobresalen especialmente, pero el resto del reparto no se queda atrás. Además, puede parecer una tontería, pero que el elenco sea vasco y suelten ciertas muletillas y expresiones hace más verídico el contexto.

El juego con los planos es maravilloso: desde los generales a los detalles que enmarcan perfectamente el contexto. Técnicamente, Patria es una maravilla audiovisual. Junto a la luz y los colores, la ejecución de cada escena es majestuosa. Por no mencionar el maquillaje y el vestuario, que hacen que viajar en el tiempo no sea una utopía y el espectador siga los flashbacks con toda atención.

Conclusiones

Patria es una lección de historia, ética, filosofía y comunicación audiovisual sobresaliente. No sería arriesgado ni atrevido decir que es la serie española del año, porque con certeza ha superado todas las expectativas desde su estreno en el Festival de San Sebastián. Majestuosa de principio a fin, sorprendente en cada plano y en cada frase del guion, Patria es, sin duda, una maravilla audiovisual.

Lucia Blazquez
Cinemagavia
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9
27 de mayo de 2023
118 de 141 usuarios han encontrado esta crítica útil
*La notoriedad de una vida

Otra de las grandes figuras del cine europeo que vuelve al Festival de Cine de Cannes es Wim Wenders, que presenta no uno, sino dos films en el festival. Perfect days supone, en cierta medida, la reinvención de su cine tras una constante búsqueda de nuevas formas de narrar, con una historia que llega directamente a nuestros corazones y nos conmueve con todos sus elementos.

El principal valor de esta obra reside en su trama, ya que se centra en la historia de Hirayama, un hombre mayor, que lleva una vida tranquila y rutinaria limpiando baños públicos en Japón. Disfruta de la música y de los libros que lee a diario y se queda obnubilado con los árboles, que fotografía cada día. Una vida sencilla que nos demuestra que, en la simpleza es donde encontramos la grandeza, un proceso de comprensión que ya ha realizado el personaje protagonista, solo falta que los demás acepten su forma de vivir.

Perfect days nos hace recuperar el valor de lo cotidiano, en ocasiones las cosas no deben cambiar, porque para uno, cada día supone una aventura en la que adentrarse y observar lo que le puede ofrecer el mundo. Quizá, la clave de la felicidad está en el goce y disfrute, en tiempo presente, de aquellos momentos de sencillez y de encuentro de uno mismo con el entorno que le rodea.

*El formato físico como salvación del alma

Wim Wenders lleva a la pantalla una historia llena de amor y cariño por los tiempos muertos, con momentos cargados de un silencio narrativo que nos acompaña a lo largo de la contemplación del día a día de Hirayama. Un silencio que se llena con la grandiosidad del entorno y las sutilezas de este, llevados a la pantalla con un tratamiento del sonido impecable.

Otro pilar importante dentro de la puesta en escena es el tratamiento de la imagen y la planificación, que se trabajan partiendo de una fisicidad estética que aporta cuerpo a la obra. Jamás en época reciente, un 1:33 había estado tan justificado, con un seguimiento de personaje impecable y una serie de planos generales que enmarcan a Hirayama en un entorno en el que cada elemento tiene su lugar, y si se mueve, modifica todo el ciclo.

Los objetos físicos se han quitado de la ecuación capitalista y han obtenido un valor mayor, algo que, las nuevas generaciones saben apreciar. En un mundo de extrema digitalización y globalización donde todo está vacío, todo cobra sentido gracias a lo físico y a la imperfección del analógico, que es un símbolo de que las cosas demasiado digitales acaban careciendo de alma, enfrentándonos a ellas con una pasividad extraña.

*Conclusión

Perfect days supone un punto y seguido en la carrera de Wim Wenders, que sigue experimentando con secuencias donde algunas imágenes se van superponiendo unas encima de otras a modo de un cuadro en constante mutación, en el que podemos contemplar desde la distancia los sueños y la asombrosa imaginación del protagonista.

Dentro de lo rutinario se esconde todo un mundo de posibilidades y de elementos bellos que podemos apreciar si nos acercamos lo suficiente. La perturbación de lo cotidiano no debe suponer un cambio de rumbo, sino el aprendizaje de algo que nos servirá para el futuro. Con el cambio debemos hacer igual y aceptarlo tal como venga, ya que, nada, ni nadie, permanece igual, todo cambia, todo muta, pero debemos apreciar la belleza del camino.

Escrito por Santi Vaan
Cinemagavia
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6
27 de abril de 2023
126 de 159 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Vuela lejos, Aster…

Si algo se había ganado el director Ari Aster con sus dos propuestas cinematográficas que mezclan terror y surrealismo es la libertad creativa que exhibe en Beau tiene miedo. La realidad es que hay más o menos una hora recortada de la película, pero eso no quita que las tres horas de metraje sean más que excesivas.

En esta propuesta de A24, Aster usa su libertad absoluta en toda su expresión, pero sin lograr conectar con toda su audiencia. Puede que ni siquiera sea su objetivo, pero es cierto que entrar en Beau tiene miedo es un reto difícil. Ni mucho menos es una propuesta para todos los públicos, pero quizá sea excesiva hasta para su audiencia.

Algo diferente que aporta el director, de la misma manera que le ocurrió el pasado año al director Jordan Peele con Nope, falla en su ejecución. Ninguna de las dos propuestas responden positivamente a los más allegados a su cine.

*¿La cumbre del surrealismo?

Tenemos muchos ejemplos de cine surrealista, mezclado con ese terror que azotaba Midsommar. El director David Lynch abandera esas propuestas, con películas como Mulholland Drive, pero no pude evitar comparar el Beau tiene miedo de Aster, con el Inland Empire de Lynch. Una de las propuestas menos aplaudidas del conocido director surrealista se asemeja en ciertos aspectos a esta película.

La realidad de Beau tiene miedo es similar. Una obra del director que no llega a impresionar como si lo hicieron las dos anteriores. Quizá la más difícil para conectar a los espectadores, pero tampoco logra conectar con ese público amante del surrealismo.

Y no será por el ímpetu que pone el actor Joaquin Phoenix. Lo mejor de la película de largo. A destacar también los papeles de las actrices más secundarias, como Amy Ryan y Patti LuPone. Están magníficas dentro de este pequeño universo onírico de Aster.

*Dentro y fuera de Beau

Beau tiene miedo es un viaje prácticamente por la mente de nuestro personaje. El tema del trauma familiar, una vez más en Aster, es de lo poco que se sobreentiende en la propuesta. Todo lo demás gira en torno a cómo afronta el personaje de Phoenix el viaje hacia el reencuentro con su madre, y sus reacciones respecto a esto.

Vamos conociendo más sobre nuestro personaje a lo largo de las tres horas. Vamos hilando la película a fuego muy lento, pero en ningún momento llegamos a empatizar ni un ápice. Y así es muy complicado aguantar en una silla de cine sin preguntarnos por la hora.

El tercer film de Aster se queda muy atrás de la filmografía del director, incluyendo a su cortometraje All about the Johnsons, que recomiendo mucho más que esta propuesta. Le damos la vuelta a la frase. Beau tiene miedo es solo para algunos.

*Conclusiones

Película difícil de digerir. Una de las propuestas más destacadas de esta edición del BCN Film Fest 2023, que no ha encarrilado, ni mucho menos enamorado, a la sala que la proyectaba. Tres horas para amantes del surrealismo y del cine de terror con toques de comedia. Pero esto es café para muy pocos cafeteros.

Escrito por Sergio Hernández Valiente
Cinemagavia
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