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Críticas de willieyenka
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Críticas 87
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
30 de abril de 2010
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La leyenda de la casa del infierno es una interesante película de terror que nació en la que fue, probablemente, la década dorada del género, los años 70.
Richard Matheson, autor de excelentes obras de ciencia-ficción como Soy Leyenda o El hombre Menguante, escribió el guión del film adaptando su propia novela Hell House (1971)
El resultado es una cinta que ahonda en el miedo a lo desconocido. La degeneración psicológica de los protagonistas nos sugiere un terror opresivo y de una tensión magníficamente sostenida, que cobra más importancia que la simple descripción de los fenómenos paranormales.
Pero el tiempo no perdona, y La leyenda de la casa del infierno tiene algo de terror psicotrónico: las situaciones más enfermizas del film, como ese delirante primer plano del rostro sonriente y retorcido de una poseída Pamela Franklin, se entremezclan con otras secuencias teñidas de mercromina. Y esa máquina obsoleta y setentera que sirve para medir la densidad física de los fantasmas que pululan por la casa, me recuerda a una lavadora más tosca que los monstruos de cartón piedra de la Hammer.
Pese a todo, la cinta de John Hough es más fresca, divertida y soportable que la inmensa mayoría de títulos recientes que abordan la trilladísima temática de las mansiones encantadas. Y es que escribir una peli de terror más o menos original es tan difícil como pedir a Hollywood que deje de hacer remakes huecos de títulos que brillaron hace más de 30 años. The Haunting (Robert Wise, 1963) y su travestida adaptación protagonizada por Catherine Z. Jones y Liam Neeson, es un buen ejemplo.
willieyenka
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7
20 de abril de 2010
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Brindemos por Lamia, un poderoso demonio que baila al son de los macabros violines de Christopher Young y de las llamas del averno, brindemos también por Ganush, una gitana lo suficientemente sanguinaria e infernal como para resucitar a Dante, y brindemos finalmente por Sam Raimi, un director que retorna a sus lejanos orígenes con la misma facilidad con la que aplastamos a una mosca con el dedo.
Arrástrame al infierno reúne los mejores ingredientes de un subgénero en peligro crítico de extinción: dentaduras podridas que se desencajan, ojos vidriosos que salen de sus órbitas, vómitos verdes y ulcerosos, cementerios movedizos y situaciones tan esperpénticas que apenas dejan distinguir entre el horror más nostálgico y el humor más gamberro.
Sam Raimi es un tipo listo, y en su film podemos rastrear el ADN de un genio como Robert Louis Stevenson, que allá por 1891 publicó The Bottle Imp (El diablo y la botella), un relato corto que narra la historia de una maldición enfrascada en una botella que pasa de mano en mano y cuya única finalidad es arrastrar a su poseedor hasta las mismísimas llamas del infierno.
En definitiva, el creador de la trilogía de Spiderman nos regala una digna extensión de la saga Evil Dead, consiguiendo que grites y ríes a partes iguales, porque Arrástrame al infierno es ante todo una peli divertida.
willieyenka
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8
12 de febrero de 2010
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Repasando las pelis dirigidas por Ben Stiller, con títulos tan poco apetecibles como la caramelizada y empalagosa Reality Bites o esa comedia siniestramente mala llamada Un loco a domicilio, comprendo que el cineasta se halla ganado unos cuantos enemigos con el paso de los años. Tanto es así, que mucha gente le niega el mérito de haber creado una de las comedias más atinadas de la última década. Pero lo fácil es tacharla de hortera, gruesa y estúpida. Porque lo que está de moda es alabar las últimas comedias de los hermanos Cohen o de Woody Allen, presuntamente ácidas, negras o inteligentes. Sin embargo, las mejores películas de estos excelentes directores, hilarantes o no, se concentran en décadas ya pasadas, al menos en mi opinión.
Dereck Zoolander y Hansel son chabacanos, toscos, y más que estúpidos, rozan la subnormalidad, como esa sociedad que ilumina sus figuras, convirtiéndolas en superestrellas de la TV: por eso nuestro querido Dereck tiene que hacer de sireno para vender un producto en la tele, o acudir a ceremonias ostentosas y grandilocuentes para ver quien es el más guapo, o el más fashion. En el fondo, no se aleja mucho de nuestra cotidiana realidad. Como esas indigestas galas que nos propina la televisión pública: ver a Bisbal meneando sus rizos para ganar miles de euros por segundo es algo frustrante. O peor aún, antes que ver a Belén Esteban bramando todas las tardes, prefiero encender un cigarro, bailar al son de la estupidez humana y rociarme de gasolina.
willieyenka
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3
6 de febrero de 2010
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es fácil adaptar un videojuego a la gran pantalla, porque el guión está pensado para interactuar con el jugador y transmite distintas sensaciones que una película. La transformación en carne y hueso de personajes como Mario Bros o Guile puede dar resultados nefastos: ahí tenemos las absurdas Super Mario Bros (Annabel Jankel y Rocky Morton, 93) y Street Fighter, la última batalla (Steven E. de Souza, 94), con un Van Damme en su salsa.
Sin embargo, los zombies se han llevado bien con el cine y versionar Resident Evil supone un éxito comercial asegurado, que es lo que le interesa a la industria de Hollywood. Tanto es así, que los vanidosos productores excluyeron al maestro George A. Romero del proyecto. Según el cineasta, sólo uno de los productores, Bern Eichinder, estaba en contra de su versión, más sangrienta que la original, y en la cual la protagonista sería Jill Valentine.
Pero no. Prefirieron escoger a un director más joven y por lo tanto más manipulable, Paul W.S. Anderson.
Éste es el resultado:
Un guión plano que recoge vagas referencias del videojuego para contar una historieta, un popurrí de personajes propios de la saga de Capcom con otros inventados que no lleva a ninguna parte, eso sí, todo maquillado con mucha brillantina digital.
Alice es una heroína con superpoderes, capaz de hacer frente a cien perros o cincuenta likers a la vez, y bastarse luego para romperle los dientes al amigo Némesis. La monosilábica Milla Jovovich representa la versión femenina de Terminator, y tanto en el film como en sus degradantes secuelas, el desfile de los agentes secretos de Umbrella o de personajes como Jill Valentine, Albert Wesker o Carlos Oliveira resulta irrelevante, porque sabes que Alice se encargará de todo, hasta de dejar al diseñador japonés Hideki Kamaiya - el creador del videojuego - con los ojos como platos. La degeneración que ha resultado adaptar un título como Resident Evil a la gran pantalla es algo que ni el T-virus consigue.
Si George A. Romero hubiera sido el director, al menos haría una peli de zombies, y no esta patraña pretenciosa, millonaria y olvidable.
willieyenka
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10
3 de febrero de 2010
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Herbert Wise adaptó con suma elegancia la obra de Robert Grives, y es que detrás de los guiones se encontraba el autor de la novela, y cómo se nota. Cada capítulo de Yo, Claudio funciona como una pieza maestra que reúne los mejores ingredientes de la intriga política e histórica en una época tan fascinante como la Roma Clásica: la opulencia, la lujuria y los incestos. Premoniciones zoodíacas e higos envenenados. Las traiciones al límite, el honor, la ambición y el precio del poder.
La inmensa calidad de los guiones y unas interpretaciones brillantes son argumentos suficientes para pensar que cualquier limitación técnica sea una anécdota, como la iluminación, los decorados o esa teatral y setentera puesta en escena. El hecho de rodar en interiores me parece un valor añadido: la atmósfera opresiva de la serie refuerza la presencia malsana de los "dioses" de aquellos palacios, como el impredecible Calígula o Livia, una estratega tan maquiavélica como el mismísimo Vito Corleone- en la magistral Los Soprano, que David Chase asignara ese nombre a la taimada madre de Tony no es una mera coincidencia.
Tiberio Claudio, interpretado estupendamente por Dereck Jacob, es un personaje que derrocha empatía: es fácil encariñarse con él y sufrir en tu misma piel su tartamudeo, sus tics, su aparente torpeza que camufla con tino las virtudes de un hombre que tendría que cavar su tumba a la primera de cambio.
Yo, Claudio es una joya de la BBC, única en su especie, una obra maestra que muestra la condición humana en toda su crudeza, una historia que viaja de una novela magnífica a una serie ejemplar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
willieyenka
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