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España España · PALMA DE MALLORCA
Críticas de Malperra
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Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
8
4 de abril de 2012
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Impresionante relato de aventuras que aúna con notoria eficacia los ingredientes típicos del género carcelario con la brillantez de una excitante epopeya, y que nace del enfrentamiento obsesivo entre dos personajes antagónicos: un alcaide cuyo cinismo no desmerece de su brutalidad represora y un preso de alto riesgo, héroe del microcosmos carcelario, que, lejos de someterse a sus represalias, no deja de crecerse ante el castigo –“Lo que no me mata me hace más fuerte”-. Una hostilidad que conduce a la fuga de este último en compañía de un joven recluso, admirador incondicional del protagonista, en un escalofriante viaje a bordo de un fantasmagórico tren, sin frenos y sin conductor, a través de unos inhóspitos paisajes nevados de Alaska, que nos deparará unas imágenes absolutamente dantescas en un clima de tensión sobrecogedora.

Pero el tremendo atractivo de este film radica en la forma en que trasciende el mero relato épico, por sí mismo merecedor de nota, para ofrecernos una descorazonadora inmersión en los abismos de la condición humana a través del amargo discurso de ese desalmado asesino, peor que un animal por el hecho de ser hombre (según sus palabras), producto residual del profundo dilema que afrontan quienes empiezan desde abajo, obligados a elegir entre someterse al humillante servilismo de los trabajos más degradantes –“si consigues superarlo podrás llegar a dirigir grandes empresas”- o exponerse a la represión institucionalizada de los que, como él, se subieron al tren equivocado. Un tren sin estaciones donde apearse ni viaje de retorno, que conduce directamente al infierno, simbólico paralelismo entre la huída real del protagonista y su aventura vital.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Malperra
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8
29 de abril de 2012
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Anticipándose nueve años a “Rocco y sus hermanos”, sin que se pueda establecer un vínculo referencial a pesar de la coincidencia en el nombre de ambas madres (Rosario – Rosaria), “Surcos” incide, como el film de Visconti, en la amarga aventura de una familia que abandona el pueblo para iniciar una nueva vida en la capital, atraída por los cantos de sirena de un trabajo fácil y un futuro mejor.

Realizada en pleno auge del neorrealismo italiano, la película de Nieves Conde muestra una visión objetiva y desalentadora del Madrid de posguerra centrada en el barrio de Lavapiés, donde los integrantes de la familia protagonista experimentarán, hacinados en una corrala, el desengaño de sus ilusiones de encontrar un trabajo digno, obligados a malvivir en ocupaciones que exigen fuertes dosis de relajación moral o, cuando menos, cierto grado de picardía, como el estraperlo, el amancebamiento o la pura delincuencia, transmitiendo un claro mensaje disuasorio contra el éxodo rural y las migraciones internas que supuso el salvoconducto para pasar la censura, por aquello de que no hay mal que por bien no venga.

Autorizadamente transgresora de la línea propagandística del régimen, dibuja un mosaico de personajes variopintos que de forma coral entretejen una desesperanzada crónica social con incursiones en los bajos fondos –geniales el “chamberlan” de Dafauce y la mujer fatal de Asquerino- y hace hincapié en las consecuencias desestabilizadoras que esa realidad social adversa acarrea en un estamento familiar ancestralmente jerarquizado y sólidamente instalado en los convencionalismos morales del nacional catolicismo, propio de las sociedades rurales de la época.
Malperra
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8
9 de junio de 2013
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Leí una vez que esta película era simétrica en cuanto a su construcción visual. Estoy de acuerdo, pero además añadiría que también lo es en lo referente a la definición de sus protagonistas principales. Efectivamente existe una simetría que enlaza el principio con el final, el plano descendente desde los casquillos de bala a los pies de Lassiter hasta los cadáveres de los seis indios asesinados, con el plano descendente desde la figura de Pardee frente a la mansión en llamas hasta los rifles volcados de la carreta. Pero también podríamos aceptar que esta simetría formal encierra una simetría de orden existencial entre ambos personajes, entre sus paranoias, sus traumas, su revanchismo y su destino. Dos personajes que dan razón de ser a una estructura narrativa articulada de forma lineal e itinerante entre estos dos planos que se complementan.

Western atípico que nos presenta una posguerra tan agitada como la guerra misma, en un relato que, protagonizado por militares de ambos bandos, compagina su carácter épico con un meticuloso estudio psicológico de personajes y de la evolución de sus relaciones, condicionadas por sentimientos que van de la lealtad y el espíritu castrense de unos a la xenofobia y la amoralidad de otros, con secuencias tan memorables como el encuentro con los bandidos mejicanos o el reencuentro de Lassiter y Rodríguez en la habitación del burdel, donde la violencia latente que subyace bajo al tono fingidamente cordial de los diálogos acabará manifestándose en escenas dignas del mejor Peckinpah. Quizás se le pueda achacar un capítulo final algo surrealista y un desenlace con un simbolismo excesivamente categórico, y también quizás sean éstas las razones por las que “Río Conchos” deba conformarse con ser sólo el mejor western de serie B.

Mención especial a la interpretación de Richard Boone, protagonista absoluto del film, que en un alarde de carisma y personalidad consigue dar vida a un personaje por el que se daría con un canto en los dientes cualquiera de los grandes del género.
Malperra
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5
2 de abril de 2018
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es de extrañar que Paul Neuman en su madurez renegara de esta su primera película, no en vano su coetáneo rival, Brando, ya había dado vida, a su misma edad, a tres personajes de antología. La película es floja y su interpretación irrelevante. No tendría objeto escribir esta crítica si no fuera por comentar un aspecto de la obra en función del cual se la podría considerar adelantada a su época.

El Minimal-art aparece a mediados de los 60 ( la cinta es del 54) y se caracteriza por presentar un espacio expositivo de la obra de arte desprovisto de cualquier tipo de connotaciones o referencias, las estancias no tienen un uso definido y sus volúmenes componen formas geométricas simples que resaltan por contraste el clasicismo de la obra expuesta (escultura, mueble antiguo, etc), en este caso cinematográfica.

Observando los decorados de cartón piedra de esta película desde una óptica minimalista, tan de moda hoy en día, no queda más que reconocer su carácter (no su vocación) sorprendentemente premonitorio y convenir que, más que el contexto expositivo, lo que aquí falla es la calidad de la obra expuesta.

Pero no acaban aquí las sorpresas: las paredes de la estancia en la que se rueda la escena en la que Simón y Helena conversan copa en mano están forradas de un mosaico cuyos efectos visuales encajan perfectamente en los cánones del Op-art, movimiento artístico que también aparecerá una década después.
Malperra
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6
14 de febrero de 2013
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hacía falta maquillar la historia si lo que se pretendía era denunciar las irregularidades del sistema judicial americano y la injusticia social que se deriva de los prejuicios raciales, pues no hay peor forma de argumentar una evidencia que planteándola en base a falsas premisas y desde posicionamientos unilaterales.

Partiendo del hecho irrefutable de que “Hurricane” Carter fue víctima de un proceso carente de las debidas garantías y contaminado con connotaciones racistas que le privó de la libertad y, por consiguiente acabó con su carrera pugilística, la película, en su afán de enfatizar la victimización del personaje, lo presenta como el campeón sin corona al que por su condición racial se le privó del título en una decisión injusta y posteriormente se le cercenó su brillante carrera. Sin embargo, los viejos aficionados al boxeo que vivimos los hechos sabemos que Joey Giardello le ganó claramente a los puntos y que en el momento de su detención Carter era un púgil en declive que había perdido ocho de sus dieciséis últimos combates. De hecho Giardello presentó y ganó una querella contra la productora del film por tergiversar lo acontecido en su combate con el protagonista.

Y esta es la cuestión: si la vertiente deportiva es falsa, como puede comprobarse en las hemerotecas y en vídeos de Youtube, ¿qué credibilidad merece el resto de la historia, la vertiente judicial, la definición que se hace del personaje, su inocencia incuestionable?

Película de buena factura que se sigue con interés si desconoces los hechos citados, pero, en caso contrario, sus virtudes se diluyen en ese tufillo propagandístico que convierte el alegato de denuncia en un panegírico de redención del protagonista.
Malperra
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