Meter a Diana de Gales en un trasunto de "El resplandor" (Stanley Kubrick, 1980) que sustituye el Overlook por Sandringham House —uno de los muchos palacios de la realeza británica, traducido al lenguaje del populacho— es un puntazo. Uno además solo al alcance de un outsider como Pablo Larraín: ese tipo que lleva toda la vida haciendo cine de terror sin hacer cine de terror.
Y si además le sumamos, por ejemplo: pasajes con un grato halo a terror gótico, o segmentos de puro terror psicológico, pues imaginen ya lo empalmadísimo que estoy. Y todo cuando no esperaba absolutamente nada de la película, algo que siempre me pasa con el director chileno y que tengo que empezar a replantearme como filosofía.
¿Hace falta decir que "Spencer" —no sé si lo había dicho, pero así es como se llama la cinta— me ha gustado más que "Jackie" (2016), o se lee entre líneas?…

Comienzo con "Vinieron de dentro de…" un viaje por gran parte de la obra de David Cronenberg. Un suculento y largamente ansiado trayecto que incluirá parada y estancia en indómitos emplazamientos vírgenes, como este que ahora nos ocupa; en salvajes zonas ya visitadas, pero a las que siempre es grato volver, como "Crash" (1996) o "La zona muerta" (1983); y puede que hasta pasemos por pantanosos paisajes que sería mejor evitar, como "Cosmópolis" (2012). ¿Es nuestro destino final "Crimes of the future" (2022)? Pues claro. Qué si no.
Ya desde su rotundo y desasosegante inicio, muy a lo "La cosa" (John Carpenter, 1982), solo que siete años antes de la joya de Carpenter, "Vinieron de dentro de…" me ha fascinado. Nuestros instintos más primarios quitándonos el control y llevando por la calle de la amargura a un moderno bloque de pisos, una trama con la que Cronenberg adaptaría de manera apócrifa la también de 1975 «High-Rise» de J.G. Ballard veintiún años antes de que el canadiense adaptara oficialmente al autor inglés en "Crash".
Abróchense los cinturones. Próxima parada: "Rabia" (1977).

Había pospuesto bastante el visionado de "Host", una de las sensaciones del año del encierro pandémico, y casi que también incluso del propio encierro, porque me generaba mucha pereza. Algo en ella no me terminaba de atraer. Y una vez más me tengo que comer con patatas mi escepticismo.
En poco más de una hora —me alegra que no hayan pecado de estirar el chiche más de lo debido, aun a riesgo de que el tema sea más mediometraje que largometraje— Rob Savage nos invita a una especie de neoouija por Zoom capaz de sobresaltar más de una vez incluso al más experto. Medios habría pocos, pero ingenio todo el del mundo y más para coger algo mil veces visto, darle una pátina de la realidad del momento, y convertirlo en algo totalmente diferente pero igualmente efectivo.
Toda vez vista, muy a favor de "Host".

Qué penita que la pareja protagonista de este nuevo asalto al archiconocido montaje teatral musical de 1957 resulte tan sosaina, frígida y desalentadora. Rebosan tanto carisma como un canto rodado en el fondo de un río. Particularmente punible es lo de Rachel Zegler. No sé de dónde la han sacado, pero que vuelva ahí. Ansel Elgort al menos es alto y en "Baby driver" (Edgar Wright, 2017) conducía bien. Si es que al final hasta Ariana DeBose, con muy poco, les roba la función; y eso que la chica tampoco sabemos de dónde viene. Pero brilla, y se nota. Los otros dos no son estrellas, son estrellados.
Definitivamente el reparto es el mayor y principal lastre de una "West Side story (2021)" por lo demás impecable, y si yo digo eso de un musical con la fobia que les tengo, qué no dirá un amante de estas cosas. Don Steven Spielberg se empecinó en esto, y en lo que a él concierne: bravo. Ahora bien, en lo que a película musical del 2021 se refiere, y sin quitarle méritos a esta, me quedo mil veces antes con la "tick, tick… Boom!" del pesado de Lin-Manuel Miranda.
Por cierto, no he visto la película de 1961. Ahí dejo eso.

Valoro el riesgo y la osadía que rezuma "Dos" como proyecto por sus cuatro costados. En ese aspecto un cálido aplauso a todos los implicados en el film, con Mar Targarona a la cabeza. Cuadrados hay que tenerlos. Ahora bien, creo que a la película le habría venido de lujo algo más de curro a nivel guion, y no tirar siempre por el camino fácil.
Por planteamiento, y dejando al margen una sinopsis que es mejor encontrársela de sopetón sin información previa, "Dos" me evoca a obras como "Saw" (James Wan, 2004) o "Cube" (Vincenzo Natali, 1997). Varios personajes encerrados contra su voluntad en un entorno que les es ajeno y hostil, pero que tendrán que ir explorando si quieren escapar de él. Aquí el punto de partida es muy chulo, con un perturbador e inquietante detallito que he preferido evitar; y el entorno, sin ser tampoco nada del otro mundo, se abre a posibilidades. Pero toda vez superado el primer acto, tengo la sensación de que el guion nunca aprovecha bien todas las vías que se le abren. Por eso me llego hasta a plantear si "Dos" daba para largometraje o con un mediometraje hubiera bastado.
A nivel texto deja mucho que desear la película, pero a nivel dirección me parece tremenda. Mar Targarona hace todo lo que está en su mano para que "Dos" genere temor, claustrofobia y agobio; todo ello con unos Pablo Derqui y Marina Gatell estupendos.
En fin, vale que al final acaba siendo más la idea que tú te montas en la cabeza viendo la sinopsis de "Dos" que lo que realmente acaba siendo, pero bueno. A pesar de los pesares siempre a favor de este cuarto largometraje de la cineasta catalana.