Da gusto ver producciones así, sobre todo para los que vemos más allá de los videojuegos como puro entretenimiento y lo sentimos como parte nuestra. 8BITS sobre todo muestra un respeto enorme por los jugadores de todo el mundo que hemos envejecido con leyendas como Mario o Donkey Kong.

Es curioso lo que ocurre en 8BITS, su genialidad se basa exactamente en cómo está el panorama videojueguil en la actualidad. Todos disfrutamos de grandes "superproducciones" con gráficos inmejorables y millones de cosas por hacer, pero cuando se nos presenta la oportunidad de jugar a juegos de Master System, la NES o incluso la siguiente generación de consolas de 16BITS sentimos algo diferente dentro de nosotros. A la película lepasa lo mismo, cuando todo se torna a 2D la película se hace sobresalientemente divertida. El resto está bien, acertado, pero no deja de ser animación sin más.

Para cualquier jugador es la producción casi perfecta. El sonido y hasta los títulos de crédito son una demostración de amor puro por lo retro.

Extraño cortometraje, o más bien sketch, donde James Wan no ofrece gran cosa. Una sucesión de acontecimientos sin mucho fundamento y de nulo mensaje que no va a ninguna parte, sin ningún momento que recordar ni destacar. En los 10 minutos de duración la cara del espectador será la misma, no hay nada que sorprenda ni en el argumento, ni en la interpretación ni como película en general.

Tan fácil de ver como vacía existencialmente. Un fragmento de comedia negra que no pasará a la historia.

Mucho ruido y pocas nueces. Flashforward pretendía aprovecharse del tirón de las series americanas llenas de misterio para sacar tajada de una parcela que parecía ser la gallina de los huevos de oro pero que acabó siendo toda una tortura para Flashforward.

Flashforward tomó el pelo al público, pensó que solo con ofrecer una idea misteriosa contaba ya con la admiración de todo el planeta, pero la pelota le explotó pronto tras ver que, más allá del primer capítulo que captaba (y bastante) la atención de casi cualquiera, no había nada más, solo un rizar el rizo sin sentido alguno y con unas actuaciones muy por debajo de la media del resto de series exportables del territorio americano.

La serie tiene algún que otro momento álgido, pero demasiado misterio forzado que acabó empañando la aparentemente buena idea del principio. Todo un ejemplo de que el espectador no es tonto, y que aunque algo esté de moda no tiene porque atravesar tan fácilmente es filtro de calidad que todos llevamos por dentro. Seguro que en la mente de los creadores nunca vieron este futuro.

Maestro tiene detalles que uno no puede llegar a ver en un vistazo superficial. El hecho de que la cámara se vaya moviendo circularmente y a trompicones como si de las manecillas de un reloj se tratara es una genialidad demasiado grande para que el corto de Géza M. Tóth pase inadvertido. Un destello de originalidad que solo se nos revela al final del corto y que es, por desgracia, lo único que destaca en esta producción de bella intención pero algo insulsa a pesar de su poca duración.

No estamos ante tiempo perdido ni mucho menos, pero tampoco es una maravilla del séptimo arte. Algún que otro grandioso detalle pero demasiado aislado en unas imágenes que no aportan más de lo que muestran.

Cuesta mucho expresar en palabras una película tan profunda como Oldboy, donde las emociones hablan muy por encima de la dura pero justificada violencia y la razón deja paso al disfrute máximo en uno de los dramas con tintes de thriller más inquietantes de lo que llevamos de milenio.

Oldboy no es una película fácil, en la primera hora, quizá un poco más, la película no supera la etiqueta de "buena película", entretiene y las piezas se sitúan estratégicamente para luego echarse encima del espectador sin tiempo a reaccionar. Lo que parecen cinco minutos son en realidad unos cuarenta, como si de un juego de hipnotismo se tratara. Es ahí y no en otro momento cuando la película torna sobresaliente, con un oscuro final que bien ha merecido la espera.

Quizá los sentimientos no aparezcan hasta el final de la película, cuando nos damos cuenta de que Park Chan-wook nos ha tomado el pelo vendiendo una película de venganza, donde ha incrementado la ira segundo a segundo en la primera parte de la obra para luego darnos cuenta nuevamente, como pasará en su anterior parte de esta peculiar trilogía, que ni los malos son tan malos ni los buenos tan buenos. Lo que al principio parecía una película simplemente buena, incluso con un montón de fallos, torna a una obra maestra que además da explicación coherente (con alguna que otra salvedad) a todo lo que parecía una gran locura en un principio.

Oldboy sobre todo es una experiencia, una película que, contada, no atrapa tanto como visionada en la pantalla, donde ni siquiera te planteas un debate ético o moral, ni un planteamiento del género que estas viendo en ningún momento. Oldboy consigue que dejes tu mente en blanco y se llene con todo lo que Park Chan-wook quiera contarte, y después de que acabe el número de hipnotismo, te percatas de lo irrepetible de los últimos 45 minutos, y el último fundido a negro te duele en el alma como pocas veces.