Parece inevitable. El tiempo, imparable, hace más o menos mella en cualquier producción artística, máxime en el cine, una disciplina con una historia de apenas cien años pero con una evolución vertiginosa. Los olvidados es una gran película, pero el tiempo la ha roído, afortunadamente no tanto como para ocultar sus indiscutibles logros.
En ella se nota el genio de Buñuel. Un genio único para captar el latido de la calle, el infortunio de seres malditos, la crueldad y la bondad en cada esquina. Un genio único para mover la cámara sin trucos, con los escasos medios que se pudiera permitir en su exilio. Un genio único para dirigir actores y hacer que no lo parezcan. Un genio único para manejar el tempo narrativo, para moverse por la historia de diversos personajes sin caer en la superficialidad o la banalidad. Un genio para convertir la imagen en arte.
Pero, duele decirlo, acercarse a Los olvidados puede costar hoy en día. Cuesta hacerse con su lenguaje, de entrada. Se hace necesaria la paciencia, dejar pasar diez o quince minutos, hasta que el oído se acostumbra. Cuesta acceder a su manera de moverse por el espacio y a su manera de contar la historia. Encontramos en ella rastros de expresionismo, a pesar de estar rodada ya en 1950.
Debe verse Los olvidados con conciencia de lo que se va a ver. Hay que entender sus postulados artísticos y su intención última. Si no la contextualizamos, puede que no resulte una experiencia satisfactoria. Es un tipo de película que debe verse, pero aunando el disfrute con la perspectiva histórica. Creo que sólo así podremos valorar lo grandioso del cine de Buñuel.

De acuerdo, acepto Two Lovers como animal de clichés. En su historia casi están todos los tópicos del melodrama romántico, pero hay que reconocer que James Gray ha sabido mirarlos desde otra óptica y darles nueva vida. Ello gracias, en gran parte, a unos actores inmensos, tanto los protagonistas, Joaquin Phoenix y Gwyneth Paltrow, como los secundarios, Vinessa Shaw, Isabella Rossellini o Elias Koteas. Aunque Two Lovers no sea un dechado de originalidad, sí podemos decir que es un magnífico tour de force de actores en estado de gracia.
Two Lovers avanza sin prisa -a veces puede resultar un poco lenta-, lo que le permite detenerse en los personajes y explorar su psicología y sus sentimientos. Aunque a primera vista puedan parecer personajes tópicos, James Gray se toma su tiempo para demostrarnos que no es así. Son de carne y hueso, actúan con naturalidad y sufren y gozan como todo hijo de vecino. Ése es el gran logro de Two Lovers: captura la vida tal y como es.
Recuerdo esta película como una historia poco original, pero con unos personajes muy atractivos, muy reales. Tal vez su desarrollo sea previsible, pero llevados de la mano de sus personajes, Two Lovers resulta reconfortante en su empeño por no forzar la máquina, por no hacer uso de extravagancias, por no traicionar el alma de sus personajes. Es difícil conseguir esa sensación de no estar ante una película. Two Lovers lo ha logrado.

Cuando uno se inicia en el arte, como le ocurre a Guillem Morales, comienza buscando su estilo en el de otros. Tras un brillante debut con El habitante incierto, Morales firma su segunda película, Los ojos de Julia, en la que se entreven diversas influencias cinematográficas, siempre asociadas al género de misterio o terror.
En Los ojos de Julia tenemos al maestro Hitchcock (no puede ser de otra manera), pero también a Dario Argento, a Mario Bava, a Scorsese, a Polanski e incluso a los maestros del terror japonés. Son un amplio abanico de influencias que hacen de Los ojos de Julia una mezcla de subgéneros del misterio muy interesante. La película de Morales puede ser vista como un cuento gótico, como un thriller, como un giallo, como un relato de fantasmas, o como todo a la vez.
No quiere eso decir que Los ojos de Julia sea un pastiche, un corta y pega, ni mucho menos. Morales sabe dar originalidad a todas esas influencias y utilizarlas de la forma más eficaz. Su dirección es ágil, efectiva y proclive a la imagen poderosa. Los ojos de Julia tiene momentos verdaderamente poderosos, de gran tensión psicológica. Puede que su historia ande en la cuerda floja de vez en cuando, pero se le perdona, porque Morales lo compensa con muchas otras virtudes: una interpretación portentosa de Belén Rueda, una ambientación que transpira sordidez y frialdad, una banda sonora que sabe estar en los momentos más importantes y una factura visual llena de estilo.
Los amantes del género sabrán apreciar en Los ojos de Julia la honestidad de quien ha bebido del género y reconoce sus méritos. Morales se nota un apasionado y no lo oculta. Superar ese escollo y entregarse sin complejos a la historia que tiene delante merece un aplauso. Y más si lo hace tan bien. A pesar de las muchas críticas (que me hicieron ver la película con cierto escepticismo), Los ojos de Julia me gustó. Y mucho.

Ben Affleck me sorprendió muy gratamente con Adiós, pequeña, adiós, su primera película como director, por dos cosas: 1) por dar el salto a la dirección, y 2) por darlo tan bien, como si fuera un veterano. Con The Town confirma su valía tras la cámara y vuelve a ofrecernos un thriller de altura, con una buena historia, con unos personajes creíbles y una puesta en escena tan sobria como cuidada.
The Town vuelve a estar ambientada en Boston, concretamente en Charlestown, al parecer un particular reino de ladrones y atracadores, muchos de ellos a las órdenes de algún capo local. Ese ambiente de tensión y sordidez lo capta Affleck a la perfección. En él se mueven sus personajes, habituados a que la calle sea su casa. The Town no tiene interpretaciones memorables, pero todos cumplen, empezando -justo es reconocerlo- por el propio Affleck, y siguiendo por Jon "Mad Men" Hamm, Jeremy Renner y Rebecca Hall.
The Town destaca por su absorbente narrativa y su excelente puesta en escena, sin necesidad de efectos ni florituras que distraigan la atención. Es una película directa, en la que parece que Affleck lucha con sus personajes para encontrar la frialdad que ellos no tienen. Se logra así un equilibrio entre las pasiones encendidas de los personajes y la distancia de Affleck tras la cámara, que evita una excesiva querencia hacia ellos.
Recomiendo The Town a los amantes del thriller hecho con cabeza, con una buena historia que deje espacio para la acción pero también para el desarrollo psicológico de los personajes. Affleck demuestra que su magnífico debut no fue inspiración divina, sino el comienzo de una nueva etapa como cineasta, que, de seguir así, lo redimirá de tanto fiasco interpretativo.

Si ya en Misión Imposible 2 se metió la pata hasta el fondo en cuanto a documentación sobre las tradiciones y fiestas españolas se refiere, Noche y día, con Tom Cruise de nuevo a la cabeza, ha vuelto a poner un huevo aún mayor en el mismo campo.
Noche y día es una de esas películas puramente palomiteras, de acción descerebrada y con actores que, aunque ya tienen una edad, están monísimos. Sus productores se gastan un pastón en promocionarla, pero ni un euro en pagar a una persona para que se documente mínimamente sobre España. Yo, personalmente, estuve todo el rato esperando a que la película llegara a España, y la recompensa no pudo ser mejor: los sanfermines ahora se celebran en Sevilla, y consisten en pasear santos con una corrida de toros por en medio, y por cierto, los toros para los americanos son casi como dinosaurios, porque topan a los coches y les dan dos o tres vueltas de campana. Alucinante.
Por lo demás, un argumento de tres al cuarto (simple excusa para rodar escenas de tiros y persecuciones), actores que no se despeinan y chistes malos, todo para gloria de Cruise y Díaz, acompañados por dos secundarios completamente desaprovechados, Peter Sarsgaard y Paul Dano. Y el papel de Jordi Mollá, pues ridículo, siempre lo buscan para lo mismo en Hollywood.
En fin, si no pedimos mucho y sólo queremos puro cine de consumo, Noche y día funcionará a las mil maravillas. Los que le suelan pedir algo más a una película, que se olviden de ella. Esto es cine digestivo, cine de usar y tirar, cine para reventar taquillas y anestesiar cerebros.