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España España · Madrid
Críticas de Charles
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Críticas 1.065
Críticas ordenadas por utilidad
6
15 de noviembre de 2017
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mejor piropo que se le puede lanzar a esta primera temporada (y puede que última) de 'Inhumans' es que literalmente parece un cómic sacado de los 60.
Ingenuo, humilde, con fantásticas localizaciones, grandilocuentes diálogos y entretenidas batallas del bien contra el mal.
Por desgracia, eso también implica que es tontorrona, simplona y fácilmente olvidable.

En Attilan, ciudad inhumana en la cara oculta de la luna, se vive una revolución silenciosa que busca derrocar a los actuales reyes, Medusa y Rayo Negro, por haber sido negligentes con su cargo y exageradamente estrictos a la hora de establecer las clases que dividen a su pueblo.
Sin embargo, es una revolución organizada por el propio hermanastro de Rayo Negro, Maximus, ávido de poder y reconocimiento tras largos años sufriendo la vergüenza de ser un simple humano, porque la ceremonia de Terrigénesis que da poderes a todo Attilan falló en el momento que más la necesitaba.
No cuesta mucho ponerse del lado de Maximus al principio: Rayo Negro y Medusa actúan cual verdaderos capullos engreídos, como haría cualquier gobernante con poder suficiente para no ensuciarse las manos, excluyendo a su pueblo de toda decisión verdaderamente importante.

El lado más fantástico de la historia viene de ese lado, con una monarquía ya instaurada que busca la normalidad dentro de su situación y un reconocimiento de derechos que nunca se le ha dado en la Tierra, porque los trajes nunca tienen trazo de superhéroe y los poderes se enfocan desde lo útil, nunca como dones divinos (normal, por otra parte, en una sociedad en que todo el mundo los tiene).
Esto diferencia a la serie de otras propuestas del Universo Marvel, y a la vez facilita creerse la "cura de humildad" que reciben Rayo Negro y allegados: exiliados en la Tierra, Hawai, sus habilidades sirven de poco para reclamar su rango de vuelta, y se verán obligados a convivir con esos humanos que tan ciegamente ignoraban, descubriendo que ya no son tan inútiles ni les temen tanto.
No deja de ser una propuesta barata para desanclar la "cara" ciencia ficción todo lo posible, pero hasta en eso hay espíritu inocente de cómic Marvel, lanzando una trama tan blanca y clara que podría formar parte de cualquier argumento viñetero del siglo pasado: a saber, los inevitables y torpones compañeros humanos, los clichés "pez fuera del agua", el descubrimiento del amor por parte de toscos guerreros... lugares comunes que desarrollan a Gorgon, Karnak y Crystal como algo más que monigotes, mientras la cosa se hace lo suficientemente distraída como para seguirse con agrado.

Tal vez lo más jugoso esté en el hecho de que Maximus haya conseguido poner todo Attilan en contra de la familia real, simplemente usando su don para la palabra frente a un rey mudo, cerrando un círculo demasiado real en el que el desconocimiento de muchos sigue siendo la perfecta excusa para alzar conciencias podridas al verdadero poder: la libertad para hacer lo que se quiera con impunidad, no importa cuán equivocado se pueda estar, pues muchos lo apoyarán.
Rayo Negro, gracias a su estancia terráquea, es capaz por fin de ver a su hermanastro como siempre ha sido, y su despertada conciencia para con los problemas de su gente se encuentra un obstáculo horrendo: la locura y maldad intrínseca de una persona que, pese a todo, es carne de su carne.

Porque gobernar no significa sentarse en una cámara, gestualizar órdenes y esperar que todos te correspondan.
Si no ser consciente de que hay batallas que no se pueden ganar, y hay que tomar decisiones mirando el bien común, aunque nos dejen rotos por dentro.
Justo lo que Rayo Negro había olvidado, y justo la perspectiva a la que su exilio le ha hecho más sensible: familia y trono no son lo mismo, y si lo fueran es necesario encontrar el equilibrio entre ambos.

La verdad, me hubiera encantado ver esto con millones de presupuesto, actores decentes y toda la parafernalia que rodea a sus hermanas mayores.
Pero, tal como está, es un cómic que se lee con moderado interés, aunque te vayas olvidando de cada página a medida que lo lees.
Charles
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7
20 de mayo de 2017
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se está convirtiendo en costumbre, pero vuelvo a no entender las críticas negativas.
Convengamos que 'Alien: El Octavo Pasajero' es un mito del cine, un clásico inalcanzable y una rarísima combinación ganadora de talento, momento y azar. Nada la va a superar ni a sustituir, estará en las estanterías de los aficionados por siempre, a la espera de ser descubierta por todas las generaciones que quedan por venir.
Una vez hecha esa puntualización de dar a cada cosa su momento y lugar... ¿qué hay de malo en juguetear con una mitología existente, sobre todo si se hace de maneras novedosas y diferentes?

'Alien: Covenant' no es algo nunca visto, pero tampoco se ve todos los días.
No es un viaje placentero, y disfruta de sus aristas más siniestras e incómodas, lo que en época de fantasía espacial aséptica ya debería ser motivo de celebración.
Pero, sobre todo, no es la película original, y renuncia a ser un "grandes éxitos" de la saga por satisfacer la memoria de espectadores que buscan rememorarlos en el cine una vez más.
Se pringa, se revuelve, ataca y estalla como un xenomorfo: no tiene problemas en convertirse en un perturbador drama sobre la Creación y nuestro moribundo papel dentro de ella, quizá porque la saga ya ha tocado todos los palos, y le falta abordar la clase de circunstancias que darían luz a su estrella principal, una aberración tan perfecta como monstruosa, tan efectiva en su destructivo objetivo como horripilante cuando se ha revelado carente de orden natural.

¿Cómo se creó el Alien? ¿por qué?
Y Ridley Scott se vuelve loco (algo bueno tiene que traer la tercera edad) y manda la pregunta más lejos: ¿cómo nos creamos nosotros?.... ¿por qué motivo?
David se cuestiona esto mismo el día de su toma de conciencia, y es algo que le acompañará toda su vida. Un androide perfecto dándose cuenta de que procede de padres imperfectos.
Por si acaso su dilema no quedó lo suficientemente claro en 'Prometheus', aquí se vuelve a subrayar, con el agravante de que partió en una expedición para buscar a unos dioses que... sorpresa, tampoco eran perfectos.
Un círculo triste e infinito de errores biológicos cimentan la historia de la Creación, y los seres humanos llamamos a eso perfección.
Pues vaya, solo se puede decir.

Años más tarde, la tripulación de la Covenant aterriza en un paraíso perdido, un mudo edén que guarda en su silencio un latido de muerte.
Volvamos a empezar, en otro mundo, en otra galaxia, otra infinita colección de errores biológicos.
Con otro David, rebautizado Walter, y habiendo apagado en él la llama de una creación que solo a los humanos se le reserva.
Pero, si algo nos ha enseñado esta Creación sin sentido, es que el verdadero paraíso probablemente no se diferencie mucho del más perfecto infierno.

Hay que apreciar la doble pirueta mortal que se ha querido ejecutar en esta historia, estuviera planificada o no: se han recogido los restos sobrantes y sobresalientes de 'Prometheus' (por otro lado, una serie B terrorífica de lo más simpática, con tonterías incluidas) liderados por el fascinante David, se ha afinado el fondo filosófico-existencialista que hay tras la creación de una criatura que es puro mal, y se ha inyectado al conjunto de un terror misterioso, genuino y monumental.
Estamos solos en el universo.
Damos bandazos de aquí para allá, buscando creadores o creando, y en realidad seguimos siendo la célula que por azar se multiplicó, que por error evolucionó.
Eso no existe en una criatura como el Alien: sale de su huevo, deposita su larva en un anfitrión y crece desde el interior, alimentándose imparable y único. En un mar de errores biológicos, él es pura perfección, el único acierto que desde el principio fue creado sirviendo a un fin específico.
"¿Qué ojo o mano inmortal pudo trazar tu aterradora simetría?"; podría haberse citado a William Blake hablando sobre él, y no sería la referencia menos culta en una película que ya menciona a Byron y Shelley sin ningún tipo de reparo, con todo fundamento además.

Al final, sí, es posible que quede la cosa algo pretenciosa.
Pero me gustaría pensar que para Ridley Scott todo eso son las típicas tonterías soltadas en una charla de bar para hacerte el culto: puede que aporten algo, pero a la larga son una excusa fetén para soltar al bicho de siempre, haciendo lo que más nos gusta. Y de sangrientas erupciones, truculencias corporales y tensas persecuciones va sobrada la cosa.
Repito, 'Alien: El Octavo Pasajero' es cojonuda. No le hace falta un "por qué".
Pero si la respuesta es "porque es demasiado perfecto para nosotros"... pues es la más retorcidamente adecuada que podrían haberse inventado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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7
4 de marzo de 2017
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Supongo que, bien mirado, es extraño que a nadie se le haya ocurrido que encerrarse en una jaula no puede ser una buena idea.
Pero supongo también que así somos, buscamos impulsos viscerales, terroríficos, que borren con su impacto las dificultades diarias.
Por eso nos metemos en jaulas, que bajan en medio del mar hasta quién sabe dónde, rodeados de tiburones carniceros como experiencia de vacaciones.

'47 Meters Down' es efectiva porque, tal cual, saca terror de una situación cotidiana, y tan comúnmente aceptada que nunca te plantearías sus posibles dificultades. Al fin y al cabo, siempre te bajan profesionales al gran mar azul, ¿verdad?
Algo parecido les ocurre a Lisa y Kate cuando les ofrecen una inmersión clandestina y barata cerca de la costa, deslumbradas por lo excitante de unas vacaciones entre hermanas y, en el caso de Lisa, resuelta a demostrarse a sí misma que puede atreverse con cualquier cosa.
Sobra decir que todo lo que podría ser sospechoso es sospechoso, y todo lo que podría salir mal sale mal.

Pese a todo, donde parecería que la historia tiene más papeletas de seguir un patrón, la sorpresa está en que decide no hacerlo (o, como mínimo, se aparta lo suficiente de los caminos de siempre).
Lisa y Kate son bajadas al abismo en un ascensor infernal, y una vez allí la dificultad no está en la profundidad o los tiburones (que también) sino en los pequeños detalles que permiten la supervivencia en un medio tan bello como hostil: ecualizar adecuadamente el oxígeno en sangre, no perder la calma ante la inmensidad que se extiende en todas direcciones, evitar consumir la bombona de la máscara respiratoria... por si fuera poco la cámara explora el espacio, gira alrededor del inquietante foco de luz en la oscuridad marina, despertando inquietudes inciertas ante la posibilidad de un depredador misterioso.
Además, se suman los habituales roces que salen a la luz en situaciones extremas, como Lisa confesando a Kate que nunca pudo competir con su extroversión y aparente facilidad para dirigir su vida, una pequeña decepción personal más mortal que nunca en un entorno en que debes mantener la cabeza fría.

Por eso supongo que existe cierta satisfacción en esta historia, que te hace sufrir más ante la posibilidad de que salga mal: porque no hay dos hermanas resentidas, sino una mujer que intenta crecerse ante la situación, pese a todas las penurias, para concederse una más que merecida segunda oportunidad.
La jaula varada en las profundidades quizá era el necesario purgatorio para darse cuenta de que puede aspirar a algo más, y la inmensidad submarina un adecuado reto para su fracturada psique.

Es probable que no vuelvas a ver las jaulas para avistar tiburones de la misma forma.
Un merecido privilegio que consiguen lugares comunes, en apariencia inofensivos, cuando se ha visto una impactante historia personal en ellos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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7
9 de diciembre de 2016
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué agradecidas suelen ser las películas episódicas.
¿No te gusta uno de sus relatos? Tranquilo, en unos minutos tendrás otra oportunidad.
¿Ves una historia que aprovecha como ninguna la brevedad de su idea? Genial, otras tantas oportunidades tienes para ver algo similar.

'Holidays' no es nada especial, pero da lo que promete: otra mirada, más tenebrosa y perversa, de la que solemos dedicar a esas festividades que asoman como oasis en el calendario, dispuestas a rescatarnos de los insípidos días restantes.
Por el camino, descubre que ni deberíamos estar tan agradecidos ni tan dispuestos a celebrarlas:

- San Valentín: El amor a veces busca curiosos caminos para expresarse. Que no engañe la sencillez de este episodio, pues bajo él late un cariño adolescente tan puro como disfrutable, con el rencor y el odio como inesperados compañeros de viaje. Al fin y al cabo, ¿qué sería de nosotros si el amor no pudiera transformar (o mejor, "adaptar") hasta esas dos emociones?

- San Patricio: Probablemente el mejor de todos los episodios, capturando en un eficaz montaje el hastío vital sin objetivo, proclive a buscar fantasmas donde no los hay. ¿Pero y si los hubiera? En un surrealista cóctel, una maestra pierde las bragas en el día de los gorros verdes, y a partir de entonces empieza a soñar con reptiles dentro de su barriga de nueve meses, mientras el resto del mundo parece aceptar su inesperada maternidad. El tono no puede ser más natural y chiflado: los mejores aliados del terror inesperado.

- Pascua: Reconozcámoslo, todo el mundo quería levantarse y pillar a Papá Noel con las manos en la masa. ¿Pero nadie se ha parado a pensar en lo que pasaría tras eso? ¿A lo mejor el voluntario ocultamiento de las figuras que traen regalos en la oscuridad es por algo, no? Una niña duda de la resurrección de Jesús, y la existencia del conejito de Pascua. Gran noche para resolver ese par de misterios, entonces.

- Día de la Madre: Con diferencia el capítulo más flojo, quizá porque pierde demasiado tiempo en la preparación de su idea y se olvida de pasárselo bien con ella. Una abortista por deporte se propondrá tener un hijo por primera vez, y para ello se internará en un retiro espiritual y sensual al desierto, donde le esperan otras madres frustradas que veneran la fertilidad y lo femenino. Lástima de ambientación y punto de partida, gastados en mala sugerencia.

- Día del Padre: Lo que empieza como una carta cariñosamente recitada a una hija se convierte en una búsqueda del tesoro, uno sin monedas ni plata, traído expresamente del pasado. La voz cálida y amable de un hombre nos va llevando tanto como a su hija a lugares siniestros y abandonados, donde cualquier cosa puede haber estado esperando en la oscuridad. ¿Qué pasaría si el escudo de voz decidiera dejarnos solos en esa oscuridad, perdidos en la duda de la posibilidad? Las respuestas no hacen falta, cuando la tensión está tan bien sostenida.

- Halloween: El capítulo que más se podría haber prestado a la temática terrorífica es, sorprendentemente, el menos excesivo, el más sobrio. Apenas un trío de chicas, y un pringoso con ansias de controlarlas. Pero no debería ser así: antes, las mujeres en la Festividad de todos los Santos podrían ser terroríficas criaturas de nariz curva montadas en su escoba, que inspiraban temor en el corazón de los hombres. Parece entonces una buena oportunidad para recuperar esos ecos de la tradición pasada.

- Navidad: Este capítulo se abre con una terrible decisión moral, del tipo que te mantendría despierto durante noches. La Nochebuena no pasa lo suficientemente rápida cuando se toman esas decisiones, menos aún si un extraño juguete te la pone todo el rato delante de las narices, mostrándote lo retorcido que eres en realidad. ¿No iba el 25 de diciembre de hacer balance del año y sacar nuestra mejor versión? Es que a veces nuestra mejor versión tiene mucho que ver con la que un inoportuno juguetito nos muestra.

- Fin de Año: La noche que nadie quiere pasar solo, en tiempos en los que vendemos nuestra soledad al mejor postor en apps de citas. Mucho ojo con los besos bajo el muérdago a toda costa, que las uvas se te pueden atragantar.

Y tras todo lo pasado, se mira con otros ojos el calendario.
Quizás deseando que las festividades no nos dejen más historias macabras que los días de diario.
Charles
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10
1 de noviembre de 2016
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Puede que Brazil sea la película más inclasificable que ha hecho nunca Terry Gilliam?
Puede, lo es, y no podría haberse hecho de otra manera.
Mitad relato de un futuro probable, mitad cuento surrealista con toques de comedia satírica y cine negro, 'Brazil' es la clase de película que aparece una vez cada varios años.

Un prodigio de técnica y nervio narrativo (porque si algo tiene Gilliam, es que va a muerte con sus ideas) que desemboca en una versión muy libre, y por qué no, mejor que el '1984' de Orwell.
La película guarda sus detalles más interesantes en la reconstrucción de un futuro burocrático y asfixiante hasta limites extremos, con un festival de interminables procesos y papeleo en que cada uno que atiende es más idiota que el anterior. La superficialidad campa a sus anchas en detalles como los retoques de cirugía plástica y la descripción de esa población cerrada en si misma, esquiva incluso a cruentos atentados.
Sin quererlo, acaba por retratar más fielmente el espíritu 'orwelliano' que otras, y traza una delgada línea maestra entre el humor absurdo y el horror que se desprende de esas situaciones.

Sin embargo, el corazón de la historia no es ese, es la excusa. Lo que verdaderamente Gilliam quiere contar es la odisea personal de Sam Lowry en busca de la chica de sus sueños, nunca mejor dicho, mientras trata de superar los obstáculos que dicho entorno pone entre ambos.
Una relación que se desarrolla a través de escenas alejadas de la realidad con Sam como improbable héroe plateado en lucha contra perturbadoras criaturas, metáforas de sus monstruos en la vida real.
La realidad y la ficción se confunden con un Gilliam enamorado de este hilo de la historia, propenso a sus fantasías, y con un mensaje de bandera en segundas lecturas: la sociedad odia la realización del individuo, sobre todo si este es diferente, por eso debes luchar por tu propia felicidad en un mundo que no te dejará conseguirla. Bravo, solo se puede decir.

Nunca nadie pensaría en Jonathan Pryce como el príncipe azul, y de ahí el poder de esta fábula (el hombre medio enfrentado al mundo), aparte de que su vis cómica es inigualable.
Kim Greist apenas tiene desarrollo como fantasía hecha realidad de Lawry, pero... ¿acaso no es mejor soñar un ideal perfecto e inacabable?
Atentos a los actores de peso que recorren la cinta y elevan la sátira hasta el extremo, como un IMPAGABLE Robert DeNiro, un brillante Ian Holm y un Bob Hoskins de premio en su tontería.

Con un final impactante, pero coherente con toda la historia, 'Brazil' es una obra inabarcable, poética, humorística, grandilocuente, surrealista... que tiene en sus mensajes entre líneas sus mejores razones de existir.
Una obra maestra atemporal e inclasificable, capital de los soñadores sin descanso.
Charles
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