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Críticas de Musiczine
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Críticas 197
Críticas ordenadas por utilidad
4
10 de febrero de 2015
9 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Poco hacía presagiar en un debut tan prometedor como el de DIOSES Y MONSTRUOS que su director, el estadounidense Bill Condon tuviera una deriva tan poco estimulante que lo ha llevado hasta a ser el perpretador de las dos últimas entregas de la saga de Harry Potter y de productos tan prescindibles e impersonales como EL QUINTO PODER. La elegancia y la capacidad para la turbiedad expositiva dirimida en la primera ha ido decayendo, poco a poco, hasta quedar convertida en mero profesionalismo todoterreno al servicio de la industrial causa. Lo mejor que se puede decir de un producto como MR. HOLMES es que, aunque en modo alguno alcance los bríos de su primer largometraje, sí cabe constatar un modesto viraje hacia el gusto por un producto artesano, modesto, diametralmente alejado de la fanfarria de la mentada franquicia.

La película, como ya apercibe el título, plantea el reencuentro con una de las figuras más carismáticas de la literatura y la cinematografía: ese hito del género detectivesco o policíaco que es Sherlock Holmes, la genial criatura salida de la pluma de sir Arthur Conan Doyle sin la que la deducción razonada de hechos homicidas no sería lo mismo. Sin embargo, y ésta es la razón de ser del producto, MR. HOLMES no aborda ningún relato basado en los escritos del autor inglés, sino que viene a ser una libre adaptación de una novela de Mitch Cullins (A SLIGHT TRICK OF THE MIND), en la que, muy atractivamente, se desarrolla una interesantísima idea: el reencuentro con un anciano Holmes, bien alejado del mito que todos conocemos.

MR. HOLMES nos presenta a un hombre anciano que acaba de regresar a su país tras una estancia en Japón. Contra lo que pudiera intuirse, el famoso detective no vuelve a Londrés, sino a Sussex, en donde vive en una casa de campo dedicado a la apicultura, con la sola compañía de la propietaria de la casa y su pequeño hijo, a quien Holmes trata de iniciar en la pasión por el cuidado de las abejas. El meollo narrativo del film lo centran los esfuerzos de Holmes por tratar de escribir el relato de uno de los últimos casos que tuvo como detective: el peso del recuerdo de la mujer que centraba esas pesquisas y, sobre todo, los problemas de memoria que acucian al viejo hombre.

Lastimosamente, la magnífica idea, en manos tan pulcramente aplicadas como las de Condon –hubiera hecho falta el aliento enfermizo, arriesgado y sombrío con el que estaba perfilada DIOSES Y MONSTRUOS- evitan una reflexión mucho más honda, tenebrosa y lúcida sobre el peso del mito y la vejez del héroe. El creador de DREAMGIRLS resuelve con cuidado academicismo un relato –y un personaje principal- que hubieren exigido un acercamiento a la decrepitud del mito mucho más afilado, exigente y siniestro. MR. HOLMES no lo ofrece y se consuela con no superar jamás la consabida ceremonia de proponerse como escueta dignidad al servicio de una eminencia interpretativa. Huelga decir que Ian Mckellen está sencillamente perfecto. Su mirada propone una aviesa negrura que no posee la cámara que lo encuadra a él.
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7
17 de febrero de 2014
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Diao Yinan establece una curiosa y, en muchos momentos, magnética, relectura contemporaneizante del cine de género negro, en la que la importancia dada al marco espacial en el que se desarrollan los hechos, la descripción de los incómodos personajes protagonistas y la ralentización del entramado enigmático que desarrolla la historia concluyen siendo más importante que la trama homicida que le da inicio. De alguna forma, BLACK COAL, THIN ICE viene a trasladar a la cinematografía asiática esa innovación narrativa desestabilizante que propuso David Fincher con su fundamental ZODIAC.

El film arranca trasportándonos hacia la poco conocida región del nordeste de China. En una capital de provincia que fundamenta su economía en una factoría metalúrgica aparece despedazado, en varios sitios distintos, el cuerpo de un hombre. Durante una de las pesquisas en las que se intenta atrapar a unos colaboradores del presunto asesino, el comisario a cuyo cargo está el caso pierde a dos de sus hombres, por lo que es apartado del cuerpo. Años después, por su cuenta, decidirá intentar zanjar la investigación inconclusa, haciendo un exhaustivo seguimiento a la trabajadora de una tintorería, una mujer unida a la existencia del primer cuerpo hallado y a la de dos más que han aparecido después. El acercamiento entre los dos personajes comenzará a desencadenar una serie de inesperadas consecuencias afectivas y policiales.

Como se ha dejado intuir en el primer párrafo, lo más importante de este arriesgado ejercicio narrativo es la intención del guión y del director por evitar el relato policial al uso y, al mismo tiempo, no caer en la parodia modernizante o en la ironía en exceso permisiva. Desde la misma presentación del personaje central y desde la escenificación de los primeros episodios relacionados con el meollo criminal central, el espectador es advertido de que BLACK COAL, THIN ICE se desmarca de la narración imperiosamente obsesionada con una complejidad criminal clásica.

A Diao Yinan le interesa, poco a poco, ir provocando que el paisaje dentro del cual pululan los (cada uno a su manera) aturdidos personajes vaya cobrando un turbio protagonismo condicionador, que termina por revelar su acuciante postulación como elemento determinador de sus acciones, su comportamiento individual, y su carácter subjetivo. Esa China provinciana, pacata, herrumbrosa, nevada, hostil, nada estilizada, diametralmente opuesta a esa imagen oficial modernísima, todopoderosa y cosmopolita que aparece en todos los medios de comunicación, acaba asumiendo el rol de un personaje más, de un peligro ajeno al que impone la imposibilidad de resolver el caso.

El realizador acierta a enmarcar los hechos en ese espacio impíamente frío. Los personajes no son capaces, por distintos motivos cada uno, de transmitir un ápice de calor. De esta forma, el solitario, astroso, tosco comisario protagonista se antoja el perfecto protagonista de este policiaco suciamente ambiental. La atracción que va a sentir por su investigada, la melancólica, triste y contenida disposición de ésta, el modo en el que uno atosiga, persigue e impele a la otra van a ir conformando un relato subyugante, evasivo, rocoso y desconcertador, al que, quizás, le sobre una cierta reiteración de apuntes narrativos ocasionados por una duración acaso un poco
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9
30 de abril de 2015
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sigue empeñado Paul Thomas Anderson en definir una de las trayectorias más abigarrada, estoica y ladinamente cumbres del panorama del cine contemporáneo. Tras ese soberbio catálogo de insanas interdependecias despóticas cuajado en la impía y abismal THE MASTER, nos llega otra muestra más de esa absorta perfección desde la que es capaz de saldar, con intransferible éxito, cualquier intentona cinematográfica inimaginable por inaudita que ésta vaya a tener que saberse convertida.

Principios de la década de los años setenta, en la ciudad de Los Angeles. La película nos presenta a un curioso detective privado. Se llama Doc Sportello, y es un insaciable consumidor de toda sustancia narcótica que se le pone a tiro de papel o nariz. Hasta su casa, inesperadamente, acude una noche su antigua novia, la bella Shasta, para rogarle que investigue la extraña desaparición del hombre de quien ella es su actual amante. Éste es un poderoso multimillonario, poseedor de un vasto imperio inmobiliario, que se ha ganado los recelos de muchas de las personas que le rodean tras decidir donar muchas de sus propiedades, en un acto de desusada caridad social. Sportello, aún perdidamente enamorado de la tentadora Shasta, intentando aprovechar la ocasión para tratar de que ésta vuelva con él, decide inmiscuirse en el caso. La búsqueda lo abocará a una ininteligible maraña de enigmas, desencuentros y sucias casualidades.

PURO VICIO no es sino el sabroso estallido de dos desmedidas e ilustradas sabidurías artísticas: la prestada literariamente por el novelista y la desplegada con extraordinaria cautela alucinatoria por el creador de POZOS DE AMBICIÓN. El film es la severa respuesta al conflicto planteado por la exasperante imposibilidad de adaptación alguna que exige el texto de Pynchon.

Anderson apuesta por la única solución posible: reclamar la astucia laberíntica del mejor cine negro norteamericano de los años treinta y cuarenta, no para reivindicarla, sino para flagelarla hasta sus últimas consecuencias, infringiendo una sabrosa puesta al día, que va desde la desquiciada traslación de tiempos hasta la Norteamérica de los años setenta, pasando por la manipuladora, volátil imposición de un ente protagónico siempre sumido en absoluta dejación de funciones neuronales controladas.

Del modelo de cine negro clásico, PURO VICIO escoge núcleos referenciales tan preclaros como una trama enmarañada hasta el más obscuro caos, la preponderancia de una femme fatale como elemento lascivamente desestabilizador y el análisis poco gratificante del momento histórico escogido, en tanto que no se libran del veneno atisbador ni el mundo al margen de la ley explicitado, ni el universo de los representantes de la legalidad vigentemente podrida. En este sentido, Anderson se apodera entusiastamente del magma narrativo propuesto por Pynchon para seguir ahondando en su aturdiente obsesión por la historia de su país: el final de los dorados años sesenta, como desguace de los excesos gozados a principios de la década; el desmedido consumo de sustancias estupefacientes generó monstruos melancólicos, rotos y tristes a quienes el film esnifa cualquier atisbo de piedad.

La estructura quebrada (el relato se presenta esporádicamente enhebrado por la voz de de una confidente irrelevante, que declama asertos basados en personales suposiciones) , inconexa, libérrimamente aturdida mediante la que está sedimentado así lo significa. La película se reivindica como consecuencia artística del desahucio mental padecido incoscientemente por las criaturas aunadas en el entramado de pasajes narrativos, para escenificar narcóticamente los restos alucinados y excéntricos de una fiesta generacional derivada en monstruosidad estupefaciente cotidiana. El gran hallazgo de la función es que la cámara de Anderson, mediante sostenida y ecuánime cordura, no se contagia ni del fango histórico que retrata ni de la paranoia generalizada que expelen la práctica totalidad de los personajes. La patología, por contra, sí alcanza al relato, de ahí que éste fluya a golpe de deslizamiento descabellado, que el realizador equilibra dirimiendo una claridad observadora tan exasperante, pérfida y escrutadora que logra adecuarse prodigiosamente al sobresaltado aturdimiento que acecha y confiere el personaje principal.

El film, como no podía ser de otra forma, es irritante, deslavazado, incómodo, sinuoso, trastornado e ilegible a cauta conciencia, por cuanto se atiene siempre al verdadero secreto de su ida nobleza escenificativa. PURO VICIO se aferra pasmadamente al punto de vista en permanente estado de enajenación consumidora que impone el singular protagonista. De ahí que el espectador se vea abocado a estrellarse contra la desconexión, la incongruencia, la extravagancia, la ridiculez y la exasperación lógica por aquel descabalgada. La bajada a los infiernos grotescos de una sociedad enganchada a sus propios sumideros deviene un itinerario estrafalariamente sagaz, chocantemente arduo y crípticamente desencantado.

PURO VICIO es cine cien por cien insondable, pero cine desde el incierto cabo hasta el aleatorio fin. Puro cine negro en cuanto que la ley que lo dicta es la deforme intangibilidad de una voluta de humo. Ni más, ni menos, sino todo lo contrario, fumado y hundido.
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1
19 de marzo de 2014
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nada, absolutamente nada hacía presagiar el morrocotudo fiasco que supone contemplar MONUMENTS MEN. Ni la categoría de su realizador, ni el asunto histórico que pretende abordar, ni el plantel artístico convocado hacían prever la tremenda decepción de sus resultados finales. El intento bélico-historicista que plantea George Clooney en su última obra queda saldado en pantalla como un fracaso superlativo, indigno de la fiabilidad a las que nos éste nos tenía acostumbrados. Hallar en ella el más mínimo fulgor de su magnífica LOS IDUS DE MARZO, por ejemplo, se antoja tarea imposible: cualquier parecido entre ambas resulta interrogante sin respuesta.

Quizás, sea precisamente el hecho de no cumplir ninguna de las expectativas creadas antes de su visionado el origen de la enorme irritación que provoca el film. Causa agria estupefacción comprobar cómo Clooney desperdicia, ningunea, humilla el indiscutible potencial acumulado en la idea generatriz del proyecto: alumbrar conocimiento sobre uno de los episodios más conmovedores de la 2ª Guerra Mundial, que, sin duda, hasta hace bien poco no había alcanzado la repercusión merecida, y que, cabía esperar, el presente proyecto pretendía enaltecer, prestarle el reconocimiento merecido. Seguramente la publicidad hecha por el film habrá cumplido con el objetivo. Desde luego, éste no.

THE MONUMENTS MEN basa su andadura en el libro mediante el cual Robert M. Edsel y Brett Witter investigaron en la gesta de los llamados “Hombres de los Monumentos”, un grupo de directores de museos, especialistas, historiadores y profesores universitarios que acudieron al frente de guerra, durante el conflicto bélico antes citado, con la intención de salvaguardar el legado cultural y artístico que los nazis pretendían expoliar o hacer desaparecer una vez estaba claro que el final de la contienda estaba cerca y a favor del ejército aliado. Se sabía que Hitler estaba haciendo acopio de los mejores tesoros sitos en los lugares conquistados con la intención de hacer el museo más importante del mundo. El final de la lucha hacía temer que la dispersión de las obras robadas jugara a favor de quienes las tenían ocultas.

Con semejante punto de partida, lastimosamente, Clooney se empecina en caer en el peor de los defectos posibles: el de la acumulación de episodios, el de la extrema fragmentación del relato, esto es, el de la superficialidad expositiva a fuerza de no centrarse en un hilo argumental. La idea de abordar un relato coral en el que se premia la cantidad de personajes y puntos de vista antes que el detalle en la radiografía de cada uno de ellos y, sobre todo, antes que la claridad de tono y la firmeza narrativa que hubiera prestado una elección menos dispersa provoca que MONUMENTS MEN fenezca de puro colapso dubitativo, facilón, episódico y deslavazado.

El film tarda muy poco en evidenciar que nace herido de caos, pues queda explicitado a las primeras de cambio que el realizador no sabe en ningún momento qué baza elegir: si el relato fieramente historicista y, por lo tanto, bélico, si el relato irónico-humorístico más propio de una cinta de aventuras bélicas al estilo, por ejemplo, de LA GRAN EVASIÓN, de John Sturgues, o si una operación de homenaje cinéfilo al género tratado en la que jugar la carta de la rememoración cinéfila, al estilo de lo intentado por Soderbergh en EL BUEN ALEMÁN. Lo dicho, Clooney amaga con mucho y pega con nada, de ahí que el noqueado sea su film y también quien lo contempla.

MONUMENTS MEN pide a gritos una depuración, un tino, una consistencia y una apuesta clara. Al no recibir ninguna de estas premisas, lo que consigue es convertirse en anodina, irritante y fútil ilación de subtramas despedazas a capricho de barato entretenedor. La arrolladora ligereza con la que está resuelta degrada a los personajes hasta extremos de patética inconsistencia, reiterativo ninguneo y nulísima gracia. La tensión del relato no cuaja el más mínimo atisbo de intensidad (bochornoso el episodio de la mina pisada). Plomo, desinterés, rutina y gratuidad se apoderan de una narración que sóla causa la peor de las apatías, el más nocivo de los desintereses. Para colmo de males, la torpeza para la creación de la comicidad viene a dejar bien claro (por si ya no lo estaba tras la infausta ELLA ES EL PARTIDO), que Clooney no está capacitado para la comedia.

Da la impresión de ser un film hecho a disgusto, en el que el propio director, sin valor para detener la operación, se diera cuenta de la calaña del producto y se limitara a concluir cuanto antes el mal rato. Episodios como los que atañen al personaje de Matt Damon, a los de John Goodman y Jean Dujardin, o al del propio Clooney merecen castigo de pelotón fusilándolos. Sólo el de Cate Blanchett y el mínimo atractivo con el que resuelven sus respectivas nulidades el buen hacer de Bill Murray y Bob Balaban consiguen no naufragar en esta inesperada tomadura de pelo.
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6
18 de octubre de 2013
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Tras la versión The Bridge de la original, Broen, llega otra nueva voltereta, The Tunnel, una nueva versión que acaba de estrenarse en Inglaterra. Esta serie, una coproducción entre Inglaterra y Francia, tiene el mismo punto de partida que sus antecesoras, un cuerpo que aparece dividido por la frontera de dos países.

En la Original, Dinamarca y Suecia, en The Brige entre México y USA y en la recién estrenada Francia e Inglaterra, concretamente en el famoso Eurotúnel que conecta la Islas con el País francés. Un cuerpo, que como sabíamos, responde a un alto cargo de uno de los dos países relacionado con un tema de inmigración pero que no es solo un cuerpo, puesto que el tronco y las piernas no coinciden, dos cuerpos, dos nacionalidades históricamente rivales, dos departamentos obligados a entenderse.

La gracia de esta propuesta, es ver las diferencias de carácter entre los dos países a través de sus protagonistas y disfrutar con el cambio de idioma constantemente puesto que las idas y venidas a os dos lados de la frontera son constantes. Como ya dijimos con las otras, se recomienda ver en versión original.
El departamento de policía francés está encabezado por Clémence Poésy que, como pasaba en sus antecesores, parece tener desarrollado una especie de síndrome de Asperger de manera leve. Meticulosa, profesional, fría, no empática, en definitiva, francesa en un tono más generalista. En el otro lado, Stephen Dillane como jefe de investigación de Inglaterra, simpático, bonachón, relajado en términos generales. Posiblemente no os diga nada el nombre pero seguro que lo recordáis de su papel más famoso, Stannis Baratheon en Juego de Tronos.

La gran diferencia de The Tunnel con el resto es que esta primera temporada la gente de Kudos Film (Utopia, Black Mirror) & TV and Shine France será liquidada en cinco capítulos, en lo que entendemos será una aceleración en toda regla de trama principal, obviando muchos detalles de las tramas familiares que a veces se nos hicieron innecesarias.

Mala suerte para la producción, que destila buenas maneras, escenas mucho más creíbles que The Bridge pero que se va a ver arrastrada por la reciente finalización de la misma, en lo que supone una importante pérdida de interés de la historia general. Si no han visto ninguna, recomendamos empezar por esta, que se estrenó el pasado 16 de octubre.
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