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España España · Oviedo
Críticas de Esteban
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Críticas 156
Críticas ordenadas por utilidad
1
9 de mayo de 2006
37 de 67 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Mel Gibson anunció que iba a rodar su particular versión de la muerte de Jesucristo muchos se preguntaron que novedades ofrecería para atraer la atención de un público que ya conocía demasiado bien el famoso cuento del nazareno apaleado. Era imprescindible otorgarle un nuevo enfoque a la historia para que el espectador volviese a sentirse atraído por el mismo rollo que le encasquetan cada Semana Santa.
Además de centrar toda su atención en lo que podríamos denominar como el clímax de la historia, alargando hasta la extenuación lo que en otras versiones no ocupaba más de 15 minutos de metraje, el director decidió envolver la película en una de las polémicas más malintencionadas y manipuladoras de los últimos tiempos (No hay nada más insultante que ver a un Mel Gibson ofendido por las acusaciones de antisemitismo que recibió su película, cuando solo un imbécil no se daría cuenta del mensaje, manipulador y demagógico, que planea sobre todo el film, y del que el director era más que consciente desde un principio).
El coger una figura como la de Jesucristo y hacer de su prolongada agonía un espectáculo pretendidamente grandilocuente y desgarrador no era más que un truco comercial como otro cualquiera para que el público se dejase el dinero en la taquilla. Deleznable, que duda cabe, pero se pueden ver cosas mucho peores a diario y nadie se tira de los pelos por ello.
La película, con su exaltación del sufrimiento físico y espiritual como vehículo de redención para el ser humano, resultó ser un excelente medio de propaganda de los pilares básicos que sostienen el cristianismo más conservador y salvaje. Supongo que esa es la razón de que muchos fervorosos creyentes saliesen del cine completamente conmovidos (algunos incluso con los pies por delante), al ver en la pantalla proyectadas a golpe de látigo de siete colas toda una sucesión de calamidades que vienen a reforzar aquello que a muchos les han enseñado desde pequeños: el sufrimiento, el sacrificio y la muerte como único camino que conduce a la salvación. Todo eso del amor al prójimo brilla por su ausencia en este film y si algún espectador se empeña en verlo será solo tras hacer un laborioso proceso de abstracción mental.
Mel Gibson se propuso realizar, desde su repugnante fanatismo religioso, un panfleto sádico que enalteciese los valores más rancios e inhumanos de su fe, una negación de la vida mediante la glorificación de la muerte, una remodelación demagógica y radicalmente subjetiva de una serie de acontecimientos que pretenden ser mostrados con absoluta imparcialidad y realismo (fracasando en ello, por supuesto), una propaganda, en suma, de todo aquello que Gibson considera motivo de elogio y admiración, y una crítica feroz y despiadada a lo que él, desde su conservadurismo estomagante, entiende como alejado o contrario a su concepción de la vida y el mundo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Esteban
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1
19 de abril de 2006
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Grimosa comedia familiar en la que Dennis Quaid y René Russo deciden casarse de sopetón para juntar en un faro a su numerosísima familia. Ocho hijos por parte de él (rectos, pijitos, serios y guapos) y diez por parte de ella (más bohemios y alternativos). No se sabe muy bien de dónde han sacado semejante tribu de mocosos irritantes, a lo mejor es que los regalan con los packs de yogur y los demás no nos hemos enterado. El caso es que los críos se llevan rematadamente mal, no congenian, fíjate tú que cosa más tremenda y original. ¿Qué pasará al final del filme? No lo voy a contar para no chafarle la guitarra a nadie, pero creedme, tampoco es muy difícil de averiguar.
¿Tiene la película algo más que contarnos? Pues no. Esto es todo. Por el medio hay una sucesión de escenas supuestamente graciosas (y recalco lo de supuestamente) que consisten en ver al padre de familia embadurnado en alguna sustancia pringosa, peleas infantiles (muuuy infantiles) y una bonita colección de coscorrones al más puro estilo de los dibujos animados de la Warner. Falta algún invento de la marca ACME para rematar la faena.
Recomendada para los que creen que la familia unida jamás será vencida.
Esteban
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3
15 de enero de 2006
13 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante mi infancia nunca tuve la curiosidad de leer los libros de C. S. Lewis, en parte porque no eran demasiado conocidos por estas latitudes. Sin embargo, siempre te queda la duda de haberte perdido algo interesante, similar a las gozosas lecturas de otras novelas de corte parecido como “El Señor de los Anillos”, “La Historia Interminable” y demás obras de la literatura infantil y juvenil del siglo pasado. Afortunadamente la maravillosa Disney ha disipado todas mis inquietudes elaborando este espantoso leño a partir de la novela original de Lewis (la primera de una serie de siete, ni más ni menos). Tras haber visto semejante castaña, todos los remordimientos que alguna vez pude haber albergado se han disipado a una velocidad pasmosa. Y no porque la historia sea mala, aunque tampoco es ninguna maravilla, sino porque es tan insufriblemente infantil y ñoña que hace falta ser muy poco exigente para encontrar entretenidas y emocionantes las tediosas aventurillas de estos cuatro niños redichos y repelentes. A más de uno le vendría muy bien una visita a la fábrica de Willy Wonka para que se le bajasen los humos. Lo propongo para la segunda parte, como un ejercicio de interconexión literaria y fílmica bastante poco frecuente en la historia del cine.
¿Eran realmente necesarias dos horas y media para contar semejante tontería? El comienzo del film adolece de un ritmo a todas luces mortecino y aletargado, queriendo exprimir al máximo una tensión inexistente. Tarda demasiado en entrar en materia, con tantas entradas y salidas del dichoso armario. Si se hubiesen metido los cuatro hermanos de golpe se habrían ahorrado muchos minutos y bostezos.
Una vez dentro tampoco es que la cosa mejore. En realidad, se vuelve más aburrida aún. En la primera mitad puedes albergar la esperanza de que la historia se afiance un poco conforme vaya avanzando la película, pero llegados a la mitad del metraje te das cuenta de que eso ya no lo salva ni el Tato. Lo único que te queda es esperar una batalla que se promete espectacular y emocionante, pero que una vez da comienzo se revela como la lucha épica peor rodada de los últimos tiempos. Creo que una partida de ajedrez televisada es capaz de elevar más el ritmo cardiaco de los espectadores que ese batiburrillo de guerreros saltando y corriendo de un lado a otro sin orden ni concierto.
Los efectos digitales de los bichos, que son muchos y muy variados, cantan bastante la mayoría de las veces, siendo el león Aslan uno de los pocas proezas digitales del film, aunque sin pasarse demasiado.
Eso sí, es una película perfecta para controlar a los niños revoltosos, porque seguro que se duermen. Su recuerdo servirá, además, para aplacarlos en el futuro bajo la amenaza de volver a meterlos en el cine a digerir algo parecido. Van a hacer una segunda parte, así que los padres de niños traviesos e insoportables están de enhorabuena.
Esteban
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1
22 de febrero de 2006
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues no se les ocurre nada mejor a los americanos para dar miedo al respetable que echar mano del coco de toda la vida (¿cuándo llegará el hombre del saco?), ese que aguarda agazapado en el interior de los armarios a que los niños se duerman para incordiarlos y que luego no puedan pegar ojo en toda la noche. Por supuesto la película, mala a rabiar, produce tanta inquietud como ese montón de ropa usada que, imaginación mediante, puede llegar a convertirse en un monstruito de aviesas intenciones.
La dirección es rimbombante y efectista, los actores rozan la mediocridad más absoluta, el argumento es una chorrada como una catedral y el guión se lo debieron dejar olvidado en alguna parte mientras rodaban (si es que alguien se molestó en escribirlo). Al menos tienen la suficiente inteligencia de reservar la aparición del bicho malo hasta casi el final del film. Es tan sumamente patético y chapucero que de hacerlo antes provocaría deserciones a solo media hora de comenzar el despropósito.
Se la recomiendo a los niños que no puedan dormir por miedo a que los atrape el monstruo del armario. Después de verla seguro que se atreven a retarlo a un duelo al amanecer.
Esteban
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3
19 de enero de 2006
54 de 103 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de dar rienda suelta a toda su pasión por la casquería barata en ese despreciable panfleto religioso que es “La Pasión de Cristo”, Mel Gibson ya apuntaba maneras en este film, probablemente el más sobrevalorado de la historia del cine, ridícula historia de machos que se lían a mamporros para defender el honor de sus hembras ultrajadas con los bellos paisajes escoceses de fondo. Gibson coge un pedacito de historia y, remodelándola a su antojo, crea uno de los mamotretos más aburridos, efectistas, tramposos y pseudofascistas del cine moderno, pretendiendo encima que no nos demos cuenta y le aplaudamos por ello. Lo más gracioso de todo es que precisamente un fanático ultraconservador como Gibson es el que pretende venir a darnos lecciones a los demás sobre el significado de la palabra libertad. Tiene guasa la cosa.
El guionista se inventa un personaje hecho a medida para el director/protagonista y le adjudica el nombre de un independentista escocés que combatió contra los ingleses allá por el siglo XIII, para dar un poco de seriedad a la tontería (consiguiendo justo el efecto contrario: es tal la cantidad de anacronismos e incongruencias históricas que tiene esta película que es imposible no burlarse de ella). Luego se introducen un par de batallas muy sangrientas y penosamente rodadas, una historia romántica de postal, unas cuantas escenas que dejen bien a las claras quiénes son los malos y quiénes los buenos (sin término medio), y hala, a ganar dinero y premios.
La película es completamente arrítmica. Avanza a trompicones por todo su excesivo metraje, rellenando minutos con escenas completamente absurdas, ridículas en ocasiones, que no nos llevan a ningún sitio, y luego retrata otro tipo de momentos más interesantes a base de brochazos que, más que pintar, emborronan.
Los personajes son meras caricaturas perfiladas con una simpleza de cuento infantil. Resultan verdaderamente grotescas algunas caracterizaciones, como la del rey de Inglaterra, monstruo sanguinario que parece haberse escapado de un cuento de terror.
Gibson es un director mediocre, un esteta irredento que no sabe conjugar el fondo con la forma. Su cine es completamente almibarado y efectista, truculento y desproporcionado. Abusa de la cámara lenta independientemente de su utilidad narrativa solo porque la imagen ralentizada queda bonita en según que contextos. No llega a los niveles de su siguiente film, pero la cosa ya empezaba a hacerse pesada.
Sin embargo, hay quien considera esta película un hito en la historia del cine épico. A mí sinceramente me parece un engañabobos.
Esteban
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