Joder con los Coen. A ver quien es el listo que podía haber previsto todo lo que se le venía encima cuando empezó a verla. Y es que no es que sea solo imprevisible, Barton Fink es una obra de arte, una prisión de la mente, un juego de persecución, un castillo de naipes que se viene abajo, y todo ello, con el mejor de los finales. Y es que cuanto más la veo más me encanta.

Creía haber olvidado ya esa motivación que me producía el mero hecho de escuchar la canción del inicio, haber olvidado la magia que esconde, haber olvidado porque llegó a gustarme tanto... En definitiva, haber olvidado todo. Llevaba años sin verla, pero basto un segundo, un solo segundo para darme cuenta de que hay cosas que nunca se olvidan.

Aun sigo siendo el mismo niño que la vio hace 15 años.

Es curioso el papel que le ha tocado jugar a la lluvia en esta historia. Andamos y andamos, y es la lluvia la encargada de borrar el rastro de nuestras pisadas, impidiéndonos así desandar el camino. Nuestras huellas se borran, se transforman en olvido. Es preferible no recordar. Pero es necesario que lo hagamos. Que recordemos el daño que puede llegar a hacer el patriotismo.

Pero seamos sinceros con nosotros mismos. No culpemos a otros con tanta severidad, sin saber como hubiésemos actuado nosotros mismos. Entendedme cuando digo esto. Somos fruto de nuestra época. Fruto del mundo en el que nos ha tocado vivir. No juzguéis con especial crueldad a gente a la que se la educó para no valorar la vida de los demás. Que se la educó para ser los monstruos que hoy con tanta facilidad señalamos con el dedo. Cuando Hannah Arendt habló de la "banalidad del mal" creo que se refería a esto. Ellos solo cumplían ordenes. No eran conscientes de todo el mal que estaban causando. Sencillamente no creo ni que se lo cuestionasen. Si durante toda tu vida has sido educado para pensar, que la vida de los otros, vale lo mismo que la de un perro. ¿Como actuarais vosotros?

Por mucha fuerza que tenga un ideal este se puede volver ciego a ojos que no han sido educados para ver. Que han sido criados en la oscuridad.

Escribo esta crítica mientras aun suena de fondo Lana del Rey y su emblemático Born to die. No quiero esperar siquiera a que acaben los créditos y deje de experimentar esta sensación agradable y a la vez amarga que me ha dejado Xavier Dolan con su sorprendente Mommy. Llena de vida, de fuerza. Mommy se desliza suavemente en la que para mi es una obra madura y poética, fruto de un chaval de tan solo 25 años. Creo que no exagero cuando digo que es de las grandes sorpresas de los últimos años. Es la vida. El tiempo. El camino que todos estamos destinados a recorrer. Han pasado tan solo cinco años desde su debut, pero parece que ha pasado una vida. Poco tiene que ver esta obra con su Yo maté a mi madre (2009). Entiéndanme cuando digo esto. Si bien se ve una continuidad es su estilo, parece que su mirada, sobre las relaciones madre e hijo, ha cambiado radicalmente. La verdad no me esperaba encontrar con algo así. No me lo esperaba.

En una sola palabra, inquietante, puede que incluso turbia. Welles construye este desconcertante castillo de naipes para ver luego como pieza a pieza este se desmorona en uno de los finales más originales de la historia.

Una espiral de traición y engaños. Donde nada es lo que parece. Una historia de decadencia y perdición. El mundo sombrío de Welles vuelve aquí a resurgir en el que es uno de los mejores ejemplos de cine negro de la historia.

Llegado este punto, una especial mención de uno de sus personajes. ¿Que hubiese sido de Sunset Boulevard sin Gloria Swanson? ¿O de Barton Fink sin John Goodman? Con Everett Sloane, me pasa lo mismo, ni siquiera se como describirlo. Creo que es la figura clave que ayuda a construir la atmósfera subyugante de esta obra maestra indiscutible.

"...que tus ojos, en la penumbra, se encuentren de pronto con los míos y que te des cuenta, por fin, de que estás ante tu enemigo. No tu juez. Tu enemigo." (Agustín Gómez Arcos, El cordero carnívoro)