En los 60 del siglo pasado el tsunami de la nueva ola cinematográfica con epicentro en París llega a las costas socialistas checoslovacas, vigiladas por la URSS, a mediados de la década arrasando con los embates de un grupo de directores salidos de la Academia de Cine. Aprovecharon una cierta apertura política y empujaron por un cambio artístico y social poniendo al cine checoeslovaco en el panorama internacional. La cosa duró poco. Los tanques soviéticos cercenaron en la llamada Primavera de Praga en el 68 todo atisbo de contagio libertario mientras en Mayo de ese mismo año prendía la llama en París.

Jiri Menzel (1938-2020) fue uno de esos directores; optó por no exiliarse y pagó durante años las consecuencias de la censura y el ostracismo. Pero en sus inicios tuvo la osadía de atreverse a llevar a la pantalla la novela de Bohumil Hrabal (1914-97) que otros directores habían rechazado por considerarla irrealizable. No he leído dicha novela pero el resultado fílmico fue lo suficientemente notable como para llevarse el Oscar. Hrabal y Menzel quedaron asociados para la historia por esta y otras adaptaciones de las obras del escritor.

Como toda nueva ola rompe con lo anteriormente establecido que en este caso era el realismo socialista imperante en la pantalla. La película desconcertó y aún desconcierta. Se atreve a introducir el humor en un momento histórico de pocas bromas. A finales del 44 y principios del 45 en el que se encuadra la historia, la "solución final" del nazismo puso en marcha de la mano de Adolf Eichman los trenes de la muerte, trasladando como ganado a miles de judíos a los campos de exterminio. El propio Hrabal había trabajado en una estación ferroviaria durante la guerra pero en esta caso opta por obviar la tragedia y apuesta según sus propias palabras por "los pormenores cotidianos de la vida". "Las novelas de Hrabal han sido descritas como una espiral, un movimiento constante entre el placer y el miedo, así como entre la culpa y el deleite. Presentan el difícil esfuerzo por ser hedonista en un mundo donde el placer ha desaparecido, donde la única verdad reconocida es la historia o la política." (Wikipedia).

Personalmente me ha costado empatizar con las tribulaciones de iniciación sexual de este adolescente desnortado de familia de holgazanes (el arranque de la película es de lo mejor). La notable fotografía en blanco y negro atempera la "frivolidad" de este microcosmos ferroviario donde parece que todos, invasores e invadidos, llevan a gala aquello de: "a comer y a follar que el mundo se va a acabar". El gusto por el detalle, algunas escenas gloriosas como la estampación de los sellos en carne virginal y la galería de personajes pintorescos justifican sobradamente su visionado.

cineziete

"Costa Brava" hace alusión a un vertedero en las proximidades de Beirut; los libaneses han mantenido el nombre que le dieron inicialmente cuando en ese paraje existía una hermosa playa. Pero también dicho nombre podría reflejar el trabajo en común (la película es una multicoproducción internacional) de la directora libanesa y la directora y guionista, aquí coguionista, Clara Roquet y el también director, guionista y montador Carlos Marqués-Marcet que ejerce esta última labor en la cinta, ambos catalanes.

La productora es la misma que la de "Alcarrás", así que Carla Simón podría unirse a esa trilogía junto con Clara Roquet de directoras guionistas, mujeres que han estrenado con éxito películas con muchos elementos comunes, Para Mounia Aki es su debut y demuestra sobradamente que posee talento mas que notable para la dirección en una historia de denuncia social, drama familiar y trasunto de la difícil y dramática situación por la que atraviesa su país, sin olvidar un punto de vista feminista en contra del perenne patriarcado que atenaza a la mujeres.

El pasado, presente y futuro confluyen en las mujeres de esta familia que buscan su propia voz mientras el hombre se ve impotente ante su afán de protegerlas, de encapsularlas en un burbuja irreal que siempre acaba explotando.

Afirma la directora que la clase media libanesa ha desaparecido, convirtiendo a esta familia en un espejismo de la historia.

cineziete 

"...el espectador debe abandonarse a lo que hay en el plato sin preocuparse por aprender nada útil o incluso verdadero sobre Rusia o cualquiera de las personas reales representadas aquí.". (Robert LLoyd / Los Ángeles Time). ​A más a más: "antihistórica" la define Hulu y la propia serie se subtitula "una historia ocasionalmente verdadera" y "una historia casi completamente falsa".


Una vez advertidos machaconamente sobre ello podemos olvidarnos de la Historia y empezar a disfrutar de la historia. Una sátira bufonesca sobre el ser humano y sus instituciones sociales y religiosas con una producción sobresaliente y un notable elenco con Elle Fanning en estado de gracia, a la que he de añadir como mis preferidas a Phoebe Fox (¿no se parece a Debra Winger?) y a Belinda Bromilow esposa del creador de la serie Tony McNamara.

La primera temporada es más redonda, tiene un objetivo claro y es la llegada al poder de su protagonista. En la segunda y la tercera la cosa desbarra sin rumbo fijo dejándose mecer por las trifulcas matrimoniales y las intrigas de todo palacio que se precie. Aderezadas eso sí con sexo y violencia a discreción. Los referentes claros son la "Maria Antonieta (2006) de Sofia Coppola y "La favorita" (Yorgos Lanthimos / 2018); esta última coguionizada por el propio McNamara, donde épocas y personajes históricos se pasan sin pudor por la batidora contemporánea para hacerlos más digeribles al paladar actual.

Lo dicho, una bufonada disfrutable. Y no nos olvidemos que a la postre los bufones eran los únicos que tenían bula para cantarle las verdades al más pintado.

cineziete

Al famoso comisario jefe de la policía judicial de París, en el momento de esta historia, 1950, le quedan aún 6 años para su jubilación desde que entró en la policía con 21 años, aunque cuando se retire a su casita de campo, que comprará dentro de tres años, seguirá resolviendo casos locales.

Empezaré por reconocer que seducido desde mi juventud por Poirot, Miss Marple, y Sherlock Holmes no leí ni una sola de las 78 novelas y 29 cuentos que forman el grueso de la obra del prolífico escritor francés (222 títulos) Georges Simenon (1903-1989) que como Poirot puede parecer francés pero es Belga.

Descubro pues a Jules Maigret cuando uno mismo está ya al borde la jubilación y quiero pensar que es el momento adecuado para entender y saborear al personaje. Y le descubro enfundado en un inmenso abrigo oscuro que oculta la "rotundidad" de un Depardieu con 72 años cuando rodó, capaz de seguir destapando el tarro de las esencias cuando el lugar y la ocasión se le antojan propicios. Apenas necesita mover los mínimos músculos necesarios para rezumar el alma cansada del personaje que destila melancolía y que solo necesita escuchar y ponerse en el lugar del otro para desentrañar unos casos, al menos este, que poco o nada tienen de espectaculares. Maigret deambula por los callejones de la vida de los implicados, pregunta y se pregunta y acaba obteniendo no solo respuestas sino entendiendo los porqués y de alguna forma empatizando con las causas en un delicado filo de la navaja.

Me gusta este Maigret, aunque el caso que ha elegido el director, correspondiente a la novela número 45 de la serie sea algo hipotenso. Rueda Leconte con eficacia clásica con luces y tonos apagados acorde con la melancolía del asunto y el personaje.

La cosa me sabe a poco y acudo, entre tanta oferta de cine y televisión sobre el personaje desde 1932, a la primera encarnación de las tres que realizó sobre el comisario, Jean Gabin en "El comisario Maigret" (Jean Delannoy / 1958). El caso basado en la novela número 48 "Maigret tiende un lazo" me entretiene más y Annie Girardot es un placer, pero la impronta de Depardieu me ha dejado huella. Con todo respeto al estupendo Gabin.

cineziete

Hermosa por partida doble la película de la debutante costarricense-sueca Nathalie Álvarez, tanto en su narrativa poética como en lo formal. Y terrenal, también por partida doble, donde la madre tierra rezuma una verdad espiritual que no alcanza la religión humana y el cuerpo y la mente de Clara buscan los resquicios entre la opresión y la represión tanto interesada (esa madre) como social, de nuevo humana, para rebelarse y florecer en libertad.

Uno se emociona e intuye que la exquisita mirada que proyecta la directora sobre Clara y su mundo solo puede ser femenina (coguioniza María Camilla Arias). Magnifica la encarnación que realiza de Clara la bailarina Wendy Chinchilla secundada con acierto por el resto de un elenco no profesional. Uno no puede evitar acordarse del cine de Alicia Rohrwacher con elementos de "Carrie" (Brian de Palma /1976).

En la mejor tradición del realismo mágico literario sudamericano llevado a la pantalla. A pesar de la inmensa distancia que aún existe para alcanzar el reconocimiento y la paridad de las mujeres como directoras, Nathalie Álvarez se une por derecho propio al pelotón de cabeza mundial de aquellas que lo están consiguiendo.

cineziete