No he visto LA PISCINA, la película a la que ésta de Guadagnino rinde tributo, aunque al parecer es una versión un tanto libre de aquella. Aquí vemos una lucha de sentimientos soterrados, de relaciones del pasado que surgen de nuevo, de deseos desatados y otros reprimidos, que están muy bien orquestados, con unas interpretaciones de los cuatro protagonistas muy notables. Me quedo con Tilda Swinton, elegante, glacial y a la vez apasionada, pero no dejemos del lado las otras tres, incluyendo a un Fiennes que, pese a no ser santo de mi devoción, aquí pasa admirablemente de la ira y el odio al bufón aplaudido por todos. La parte de intriga que en su tramo final se nos presenta es, seguro, la más floja, ya que es espectador sabe qué ha ocurrido y el misterio sobre si pagarán alguno de los protagonistas el hecho acaecido no cuaja, no interesa y se queda en una especie de final abierto e irresoluto que es la parte más insulsa. El resto, las relaciones peligrosas de unos y otros, está mucho mejor resuelto.

Sin complejo alguno, Gómez Hernández homenajea al cine de terror de los 80, coge ideas de Expediente Warren, de Insidious, rueda con ritmo, es capaz de crear una cierta atmósfera malsana, mezcla brujería con fenómenos paranormales, la Inquisición... Y da resultado, vaya.

Se apoya en las actuaciones bastante meritorias de todos, en especial de un Ramón Barea muy creíble en su papel de cazafantasma primerizo, una producción muy solvente y los clásicos trucos de música, sonidos y sustos varios, todos ellos muy bien combinados.

Volver al cine tras esta cuarentena terrible es casi una obligación para aquellos a los que nos gusta, una forma de apoyarlo, pero es mucho más sencillo hacerlo viendo esta película que no La Posesión de Mary o Madre Oscura, por ejemplo. Y esta, además, es española y de un director novel. Toma ya.

Sin duda estamos en la edad de oro de las series. A nivel internacional y a nivel nacional. Se apuntan también los gallegos, con este thriller con guardias civiles, puticlubs, misterios y diferentes tramas, todas con la visita del Papa a Santiago como fondo. Nos situamos en tiempo y lugar y es admirable cómo se mezclan cierto amateurismo en la forma de rodar, en los actores, en los escasos exteriores, en unos diálogos entre rústicos y entrañables, con una solvencia en el guión y en los giros que la historia y las diferentes tramas van generando. Todo está envuelto en cierto aire de malsana sexualidad que se queda, la verdad, un poco pacata, un poco puritana. Pero he ahí también parte de su encanto. Muy bien los actores, una bellísima Nerea Barros al frente. Si es posible, conviene verla en original, en gallego, con subtítulos en castellano (está en Netflix), ya que el doblaje al castellano es bastante pobre. Pese a algunos trazos finales con poca verosimilitud, la serie engancha, los personajes son entrañables y la historia se sigue con mucho interés. Galicia calidade...

Una película del director Sebastián Lelio siempre es interesante a priori. En este caso, además, despierta cierta curiosidad que haya rodado en inglés y con actores británicos en su mayoría. Y desde el minuto uno la película fluye sin problema alguno, como si el chileno fuera un perfecto conocedor del universo irlandés y más concretamente de los años que siguieron a las grandes hambrunas de esas tierras, allá por finales del siglo XIX.

La ambientación, el diseño de producción son irreprochables, nos transportan a los verdes valles irlandeses y nos muestran a sus gentes tal cual nos las imaginamos. La elección de la protagonista es quizás la clave de que la película funcione: Florence Pugh está magnífica, perfectamente acompañada por una Kila Lord Cassidy que es un gran descubrimiento, al menos para mí.

Pero lo que realmente hace volar la película es un guión muy bien construido, que hace que la historia fluya en dos vertientes: el drama y el suspense. El carácter dramático de la historia es indudable pero aunar ese drama con un cierto misterio en torno a lo que le está ocurriendo a la niña protagonista es lo que realmente tiene mérito y engancha la atención del espectador.

Es una película notable con un regusto a películas similares en la que la fe y la religión son eje principal de la historia, similar en cierto modo a la película española multipremiada CAMINO, pero con una crítica menos burda y más elaborada a la institución católica que la que destilaba la película de Fesser, mucho más demagógica y menos elegante que esta.

Muy recomendable. Creo que no ha llegado a la pantalla grande, se ve en NETFLIX y merece mucho la pena.

En su segunda película, tras su prometedora irrupción con su prometedor estreno (¿cuánto tiempo has tardado en rodar de nuevo, Daniel?), Daniel Guzmán vuelve a tratar con personajes con un lado canalla, como el título del film, pero que produce una cierta ternura, dada la indefensión y la vulnerabilidad que muestran.

Son personajes limitados, muy estereotipados, desde luego, pero que se apoyan en circunstancias tan terribles como graciosas para espectadores que, en momentos concretos de la película, seguro que se avergüenzan de soltar más de una risa ante los desatinos y desgracias de estos personajes.

Es esta una tradición muy antigua ya no en el cine español, también en el teatro, en la literatura en general, desde el desdichado Lazarillo o el trastornado D. Quijote, y Daniel Guzmán juega con ello de manera muy hábil, resultando una película que se ve con facilidad, con momentos de gran hilaridad, sostenidos por diálogos y actores, sobre todo los secundarios, muy bien elegidos y que están todos a un muy buen nivel.

A ratos, la película recuerda obras cumbres de nuestro cine como EL MILAGRO DE P. TINTO, sin ese toque absurdo que Fesser daba a ésta, o AMANECE QUE NO ES POCO, con diálogos muy a lo Cuerda.

Esta CANALLAS no raya tan alto como las citadas pero es loable su intento y no se pierde el tiempo viéndolas. A ver si Guzmán consigue rodar la siguiente en menos intervalo de tiempo. Qué difícil es hacer cine y cuánto hemos de agradecerlo a quienes lo intentan.