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Críticas de Sandro Fiorito
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Críticas 372
Críticas ordenadas por utilidad
7
17 de noviembre de 2011
26 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
James Mangold (“El tren de las 3:10”, 2007) tenía un difícil reto ante sí. Llevar a la gran pantalla una proyección biográfica del inimitable Johnny Cash sin morir en el intento. No sólo consiguió superar la misión sino que además lo hizo con creces ofreciendo como resultado una interesantísima película que retrata los primeros años de vida del magistral cantante de country, gospel y rock & roll, seguidos de las dificultades que atravesó para abrirse camino en el difícil terreno de la música y analizando posteriormente su salto a la fama, objetivo que vino acompañado de grandes quebraderos de cabeza para Cash y todos los que le rodeaban. La elección de un maravilloso Joaquin Phoenix encarnando a Johnny supera las barreras de lo acertado para adentrase en las de lo magistral, logrando el actor puertorriqueño no sólo dar voz y vida a uno de los más grandes cantantes sino adentrándose además en su personaje con tanta pasión que la línea que divide el hecho de interpretar un papel se destruye para pasar así el actor a vivir un papel.

Y es que Phoenix (“La noche es nuestra“, 2007) parece estar metido dentro de la piel auténtica de Cash. De hecho, ambos artistas albergan ese estilo de vida que les sitúa ‘en la cuerda floja’, siendo brillantes en su profesión y polémicos en su vida privada, arrastrados por su alma hasta lugares sombríos y melancólicos. Phoenix tuvo que soportar muchas horas de clases para poder situar su voz al nivel de la de Johnny Cash y poder así cantar todos los temas que se reproducen en la película. El parecido entre las voces es clamoroso pero se puede distinguir con facilidad una cierta diferencia de estilos entre el actor y el cantante. Mientras Cash emitía una fuerza atronadora a un nivel que se mantenía firme durante toda la canción, Phoenix suena más desgarrado y su tono delata altibajos, pero demuestra el mismo poderío, seguridad y pasión que ‘el hombre de negro’. Escuchar a ambos es una experiencia igual de motivadora, pues el truco de las canciones de Cash es precisamente el de ofrecer la cara más amarga de la vida de una forma en la que puedas reírte de ella y sentirte especial, con los ánimos suficientes para superar cualquier adversidad. Eso de “coge ritmo cuando te sientas triste” de su “Get Rhythm”.

Pero si hay que algo que junto con Phoenix brille en esta película es Reese Witherspoon (“Pleasantville“, 1998), enamorando con su interpretación de June Carter y una voz espléndida que no me he cansado de volver a escuchar una vez terminada la cinta. El papel de Reese está lleno de vitalidad, confianza, simpatía, humildad, sencillez. Si era tal cual la amada de Cash, era una de las mejores mujeres del planeta. El retrato que se hace de ella en “Walk the line” difícilmente no pueda enamorar a nadie.

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Sandro Fiorito
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4
12 de marzo de 2011
41 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es la lluviosa noche del viernes 11 de Marzo de 2011, y me encuentro ante las puertas del panteón cinéfilo que Kinépolis tiene instalado en la Ciudad de la Imagen (Pozuelo de Alarcón, Madrid). Al entrar, la vista se detiene inevitablemente en los gigantescos ríos de personas que hacen cola para sacar sus entradas de “Torrente 4: Lethal Crisis”, que desembocarían en toda una serie de salas adaptadas para el visionado de la película, tanto en formato digital como en 3D. Al entrar a la sala 15, se respira un ambiente ameno, divertido, con un buen puñado de centenares de personas riendo, recordando las anteriores películas del policía más puerco de España y poniendo, al parecer, sus expectativas demasiado altas para esta cinta. Este hecho contrastaría con la reacción del público (lleno hasta la bandera) al aparecer los créditos finales: un contundente silencio que retrataba la decepción, indiferencia o estupor que ha causado la última de las entregas escritas, dirigidas y protagonizadas por Santiago Segura.

Personalmente, yo -fiel seguidor de esta saga- entré al recinto con mucha cautela, pues ni el numeroso reparto ni el medio tráiler que vi sobre el film, me abrieron demasiado el apetito “torrentiano”, algo que me sirvió para que el nivel de frustración fuese mucho menor que el de algunos entusiasmados asistentes. El personaje de Torrente, con todos los defectos o adjetivos que queramos dedicarle, ha sido siempre varios activos que no se han visto en esta nueva película. Ha sido la sorpresa de dar la nota en alguna parte, de parodiar -al extremo- situaciones que a muchos españoles nos hacen gracia, de rodearse de emblemáticos ayudantes (Javier Cámara, Gabino Diego, José Mota) y memorables villanos, de usar la acción sólo en casos “in extremis”, de darse la vuelta en un bar para pedir cambio al camarero y que una vieja se le adelante y le “robe” la especial de la tragaperras...

Ninguna de estas cosas se han podido repetir en esta hiper-promocionada película, que ha abusado sobremanera de las escenas de acción (peleas, persecuciones...) y una lista interminable de cameos, en detrimento de un guión que sólo ha dejado tras de sí una pobre estela de chascarrillos ya conocidos (“¿nos hacemos unas pajillas?”) y otros que pasan ante nuestros ojos sin pena ni gloria.

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Sandro Fiorito
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10
18 de diciembre de 2011
37 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Retroceder en el tiempo ya es una realidad. Desde este humilde espacio de opinión puedo dar fe de que el revuelo generado en torno a la aclamada y brillante “The artist” no es para nada exagerado. Su principal virtud: saber transformar una película en experiencia, transportándote atrás en el tiempo hasta el fascinante Hollywood de las décadas 20 y 30 con una cinta muda que desprende todo ese mágico aroma del cine de aquellos años. El realizador francés Michel Hazanavicius (“La classe américaine“, 1993) traspasa la barrera del esmero cinematográfico para convertir esta película en arte, recordándonos a todos los que amamos el cine la razón de nuestra rendición ante el mismo. La cinta parece arrancada de las garras de la época en la que se inspira la trama y traída ante nuestros ojos para decirnos que el tiempo nunca ha pasado. Sólo lo han hecho las hojas de los calendarios: su esencia sigue reinando la atmósfera con la misma fuerza que en los inicios del cine. Y para conseguir todo esto, una historia, interpretaciones y técnica absoluta y llanamente prodigiosas.

Esta preciosa fábula, este viaje hacia atrás en el tiempo, nos habla de un exitoso actor de cine mudo llamado George Valentin (Jean Dujardin) que siempre va iluminando y alegrando los pasillos que atraviesa con su radiante sonrisa y encantador espíritu. La llegada del cine sonoro coincide casi paralelamente con la aparición de una guapa aspirante a actriz, Peppy Miller (Bérénice Bejo), que puede considerarse la antítesis de lo representado por Valentin. Él ve peligrar su carrera mientras ella vislumbra el horizonte del éxito, aunque en cualquier caso ambas son excelentes personas y asistir a este espectáculo de bondad humana casi te estruja el corazón hasta emocionarte; por ellos y por otros personajes y situaciones que envuelven la cinta con un cariño y una ternura que sitúa a la película ¡entre las mejores del género mudo!. Quién lo diría, en pleno año 2011 retrocedemos noventa años hacia atrás para ser testigos de una nueva obra que se sitúe a la altura de muchas de las mejores cintas filmadas en aquellos maravillosos años.

Es por esto que el mérito de Hazanavicius es digno del mayor de los elogios. Hay muchas películas que intentan recrear aquellos años y aquel espíritu, limitando su técnica a dibujar sus escenas dentro de una simple escala de grises y un vestuario adecuado, pero aquí no se han querido conformar con eso. No querían que la película pareciese de entonces sino que fuese de aquellas décadas.

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Sandro Fiorito
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8
26 de febrero de 2010
28 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Teniendo en cuenta la potencia del cine norteamericano y dejando totalmente clara mi postura sobre el mismo, que no es otra que de admiración y respeto, estoy prácticamente seguro de que si la película que en esta crítica se da cita, "El cebo", hubiese sido una producción de los Estados Unidos, aparecería en más de una lista de esos clásicos que nadie debe perderse antes de morir. Por que está hecha con un estilo visual impecable, cuenta con una transición de escenas sobre las que según van avanzando los minutos, el interés sobre el argumento se ve aumentado. Por que su reparto hace unas interpretaciones bastante buenas y la sorpresa entre los personajes está asegurada garantizando al espectador una película elegante, agradable y con la tensión necesaria, y cuenta con múltiples peculiaridades que son las encargadas de culminar un ejercicio cinematográfico notable que en mi opinión si no llega a la excelencia es por un liviano y previsible tramo final que sin embargo es el idóneo para la trama. Pero la película es española y de un tal Ladislao Vajda (Marcelino, pan y vino, Un ángel pasó por Brooklyn), un realizador enterrado tanto dentro como fuera de las fronteras españolas y al cual, de manera injusta, no se le ha brindado el reconocimiento que se merece por la calidad de las obras que componen parte de su filmografía.

La historia de esta película comienza en el bosque de un pequeño pueblo suizo. Un vendedor ambulante lo atraviesa hasta tropezar con lo que resulta ser el cadáver de una niña ocultado entre la hojarasca. Horrorizado, corre hasta el pueblo para desde un bar llamar al comisario Matthäi y comunicarle tan terrible suceso. Pero la policía colocará al denunciante como primer sospechoso debido al encaje de una serie de pruebas que parecen inculparle por lo clamoroso de su relación. Mattäi, que se muestra escéptico respecto a la culpabilidad del vendedor ambulante, contempla el caso desde la barrera, pues ha perdido la autoridad sobre el mismo al dejar el cargo por otro de mayor responsabilidad fuera del departamento. El comisario que le sustituye se encarga pues de la investigación, aunque seguirá contando con su antecesor desde una clara muestra de respeto y admiración sobre el mismo. Las pesquisas llevan a los policías a detenerse ante un dibujo colgado en la pared del colegio en el que estudiaba la niña asesinada, que parece representar la identidad del asesino. Matthäi (Heinz Rühmann), disponiendo de esta pista como el corazón de la investigación, volverá a mostrar interés en el caso.

La música, de Bruno Canfora contribuye a elevar el nivel de tensión y misterio que el realizador de la cinta consigue crear en esta película que se convierte por derecho propio en una de las películas de intriga europeas más destacadas de los años de su producción. Los papeles más destacados no dan lugar a dudas, pues sólo hay dos grandes protagonistas en esta cinta, los representados por Heinz Rühmann y el imponente Gert Fröbe.
Sandro Fiorito
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7
12 de febrero de 2010
26 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buena y más que interesante comedia bañada en drama que trata el asunto de la pobreza retratándolo desde una familia que más allá de ser simplemente numerosa podría describirse como caótica por la inmensa cantidad de miembros que la componen. Mayores, medianos y pequeños, todos ellos viven bajo el mismo techo acartonado que cubre las miserias de una chabola de un poblado situado en los suburbios de Roma, rodeado por una autopista y unas vías del tren.

Pero algo inquieta a toda esta gente: el dinero que el cabeza de familia, Giacinto (Nino Manfredi) ha recibido del seguro por la pérdida de uno de sus ojos. Lo huraño de este ser le impide compartir su fortuna, un millón de liras, que custodiará día y noche sin descuidar y mostrando la máxima desconfianza hacia toda la familia, que a pesar de lo distanciada que se encuentra de Giacinto por la indiferencia de éste sobre ella, conservará sobre su figura el respeto infundado por el miedo que impone el avaro protagonista, que por la noche duerme acompañado de su rifle.

Esta cinta puso sobre la mesa en su momento un tema que aún hoy no nos es para nada desconocido, pues los poblados chabolistas y las condiciones en las que viven aquellos que los habitan siguen siendo igual de deplorables que entonces en muchas partes del mundo. La película consigue entretener de forma agridulce e incluso hacer reír con algunas de sus escenas sin abandonar en ningún momento el triste realismo que envuelve lo que expone. Es una mezcla muy inteligente de un jugoso humor negro y una historia dramática presentada como una comedia a través del sinfín de personajes peculiares que componen esta historia.
Sandro Fiorito
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