Un guion muy flojo basado en una clase de superniños músicos, con un final trampa para que parezca diferente pero que en realidad es el final feliz que todos esperamos desde el comienzo con todo perfecto. Además de un Jack Black en su línea con películas bastante cutres. Y como poder olvidar ese gran doblaje de Black que se podría equiparar al del Resplandor sino fuese herejía nada más compararlo.
Pero al final cuando ya me iba a acostar pensé, bueno al menos he podido escuchar una buena banda sonora con gran cantidad de canciones famosas e históricas de gran importancia y muy buenas para el oído además de gran cantidad de reseñas a grupos famosos del rock del mundo, pero me paré a pensar mejor y dije, bueno espero que nadie me tome en serio y vaya a ir a ver esta película esperando estas canciones.

Cualquiera al que le guste el cine y esté medianamente informado conocerá podcast, revistas, blogs o asquerosas páginas de Facebook donde gentuza que afirma disfrutar del cine, escupe su bilis hacia el medio que adora sin ningún remordimiento.

Entre estos medios, uno de los más conocidos y entretenidos es “Todopoderosos”, donde cuatro colgados amantes del cine hablan y disertan sobre cualquier tema que les apetezca. No me importa dar publicidad a este podcast que empezó como un proyecto de amigos y que ahora produce Movistar, ya que lo merece. En él participa nuestro director en cuestión.

Tanto él como sus colegas han dedicado sus escasos momentos en aclamados programas a hacer promoción de este film, supongo que como favor personal a un amigo más que como película que lo merezca.
La filmografía de Cortés no es muy extensa y ya desde pronto comenzó a colaborar con actores/trices con relativa fama como Reynolds, De Niro o ahora, Thurman. Todos en horas bajas pero capaces de llevar al gran público a las salas de cine. “Buried” es su película más conocida y es muy recomendable si eres capaz de soportar a Reynolds 90 minutos sin quitarse la camiseta ni nada.

Pensaréis que esta introducción es muy larga para una crítica tan corta, pero es que todos preferimos conocer al buen Doctor en lugar del temible monstruo.

Terror-“Suspense”, es mi género menos favorito, o sea que no lo veo ni aunque me paguen, por ello intenté analizar la película desde un punto de vista más técnico que argumental, pero el problema de la película no reside en sus detalles, sino en lo grosero. Todos los clichés del género se cumplen, como si estuvieran escritos en piedra y fuera pecado incumplirlos: todo el rato a oscuras, jóvenes adolescentes imprudentes, cosas que se mueven y aparecen y desaparecen a su antojo, giros de cámara rápidos, cámaras apuntando en la dirección donde no está el peligro y una música que te hace el redoble hasta que el plato principal se destapa.

En el tema de la oscuridad me gustaría pararme un poquito más. La oscuridad es muy utilizada actualmente para ocultar los errores. Grandes escenas de lucha o con efectos especiales ocurren de noche entre las sombras con giros de cámara rápidos para que no le veamos las lorzas a Ben Affleck. Pero esto va un paso más allá. Hay numerosas escenas donde la oscuridad es tal que crees estar oyendo una radio novela en lugar de en el cine. Puede tener muchas explicaciones, pero yo no estoy aquí para darlas sino para aclarar que estar en el cine viendo la pantalla en negro es excusa suficiente para que te devuelvan el dinero.

La película no ofrece nada nuevo y lo que ofrece es malo. El final es chapucero y acelerado, donde ocurren hechos de forma atropellada sin explicación y fuera de contexto. Que también es verdad que mejor no explicar nada que explicarlo todo como el villano de cómic más cutre de la historia que parece que hace tiempo para que el bueno detenga su plan. Esto es una referencia a una de las escenas de esta misma película.

De Cortés solo se salva su opinión, muy interesante y basada en una cantidad ingente de información cinematográfica, independientemente de que la comparta. Sus películas aún no lo van a llevar al estrellato, pero tiene años para buscar su redención. Aunque la historia nos ha enseñado que, si tus primeras obras no son las buenas, luego no podrás usar las últimas para destrozar tu carrera, valga como ejemplo, que sé yo, Steven Spielberg.

Por fin han hecho la película que nadie habia pedido y que nadie quería ver.
Después de hacer una película sobre los problemas de los afroamericanos en el ejército. Después de hacer la película sobre los problemas de las mujeres en el ejército.
Después de hacer la película sobre los graves problemas que sufren los francotiradores tras haber acabado con decenas de personas.
Tras haber hecho numerosas películas sobre los atentados que provocaron la guerra más cinematográfica de los últimos tiempos. Tras haber hecho la película sobre el atentado en un carrera en Boston que nos hizo odiar a todos los musulmanes, morenos o asiáticos centrales.
Tras haber hechos cientos de películas en la guerra más cinematográfica de la historia. Desde cuentos de recuperación de arte hasta la ciencia-ficción más barata, incluyendo zombies, extraterrestres y nazis escondidos detrás de la luna.
Tras haber hecho cine sobre compañías de tanques que nos "salvaron" del fascismo, historias sobre aviones, submarinos, buques, trenes y carritos de bebé pacificando allá donde se necesitaba a EEUU.
Después de haberme convencido de que el ejército de los EEUU, no solo es esencial y decisivo en todos los conflictos, sino que es polifacético y multicultural, han hecho la película sobre los perros que huelen bombas.

Al igual que Spielberg tiene su Williams, Burton su Elfman, Anderson su Desplat, Nolan su Zimmer y Segura tenia al Fary, Damien Chazelle ha hecho buenas migas con su compañero de universidad Justin Hurwitz.

El estilo de Williams es inconfundible y es difícil tararear una sin que te salga otra que no esperabas. Elfmann tiene un estilo electrónico noventero, Desplat es un chiflado que se niega a utilizar instrumentos clásicos y Zimmer quiere reventar los tímpanos a todos los que escuchen sus canciones. Hurwitz parecía encaminado a seguir un estilo clásico y musical, pero no.

Al parecer algún iluminado en Hollywood le advirtió a esta pareja que podían encasillarse haciendo musicales o películas sobre música, aunque solo llevaran 2 largos a sus espaldas. Para evitar esto han decidido cambiar de estilo, pero no han elegido la comedia o el drama ligero, han dado toda la vuelta al espectro de géneros del cine y han encontrado uno de los más extremos: El biopic patriótico americano.

No solo han cambiado el estilo, sino que han abandonado cualquier técnica o habilidad aprendida hasta ahora.

Chazelle ha hecho una película entera con zooms +++ y planos no más amplios de media habitación. En la edición tuvieron que hacer más zoom todavía para que cuando Gosling llorase pudiéramos verle cada poro de su cara, porque los medios técnicos eran incapaces de incomodar más a los actores.

Por su parte Hurwitz ha abandonado a toda la orquesta y ha apostado por los dos instrumentos más apreciados por la sociedad: el arpa y el theremin. Sendos solos de estos instrumentos llenan el vacío que ha creado Chazelle de largos silencios y personajes sosos que prefieren expresar sus sentimientos con introspección y llantos que con palabras e imágenes.

Pero fuera de este nuevo “estilo” están las imágenes espaciales. Chazelle nos deleita con largas y extenuantes escenas de naves flotando fuera de la atmósfera al más puro estilo Kubrick, quizás en referencia a la verdadera historia de la llegada a la Luna.

Especial mención merece una “apasionante” escena de cerca de 10 minutos en la que la lanzadera está girando a velocidad absurda mientras nos ciega con reflejos del sol a través de los ventanucos y Hurwitz mientras tanto, homenajeando a Zimmer en “Dunquerque”, “Interstellar”, “Origen” o “Call of Duty: Modern Warfare 2” tira los platillos al suelo, rompe el parche de los timbales y crea un caos en busca del ataque epiléptico.

En general parece una película rodada por unos indies kazajos antisistema sobre un drama adolescente road movie en el centro-sur de EEUU, en un idioma asiático indescifrable con subtítulos en inglés, pero no. En realidad, es una película biográfica con poco interés debido a la cercanía en el tiempo del hecho en cuestión, que nos presenta a los astronautas como hombres que arriesgaban su vida por la pura exploración espacial y que dejaban familias y vidas enteras en el intento. Aunque Chazelle nos mete alguna escena por detrás de protestas contra el presupuesto absurdo de la NASA para jugar a los avióncicos nunca se centra demasiado en un asunto tan espinoso prefiriendo escenas magníficas de Armstrong pisando la “Luna” o el rostro de Gosling hasta reflejado en el tazón de los crispies.

En una esquina del cuadrilátero tenemos el puro entretenimiento: superhéroes en calzoncillos, Dwayne Johnsonn salvando al mundo, etc. En el otro esto.

Yorgos Lanthimos ha dejado de drogarse. Tras una dura etapa desintoxicándose ya no tiene paranoias. El problema ahora son las paranoias que tengas mientras ves sus películas.

Entre su prolífica obra de anuncios de televisión y Juegos Olímpicos, Canino y Langosta destacaron. Ambas son dos paranoias infumables, a mi parecer Langosta mas tragable, al menos en su tramo inicial. La primera, una experiencia personal, o eso parece, similar al comunismo, es decir, sólo aplicable a pequeños entornos. La segunda una fantasía, extraída de una zoofilia latente. Mientras que estas dos se dejaban ver sin más, esta película te mantiene en tensión, aunque solo en el tramo final.

Al contrario que Langosta, la primera y media parte son espesas y sencillas que se ven sin dificultad, pero una vez llegas a este punto, te encuentras tan metido en el meollo del asunto que eres incapaz de salir de la película sin una sonrisa o incluso una carcajada. En tu mente una sensación de haber estado alucinando durante poco más de 30 minutos. Al igual que esta crítica la película no deja interpretaciones, ni casi entendimiento, pero así es nuestro director griego favorito, o el único que conocemos. Mantengo la esperanza de ver otra cosa similar pero capaz de mantener el nivel al menos 90 minutos.

Para los mortales hacer ver su apartado técnico, un juego de cámaras singular, al nivel que se esperaba, con esos planos sobre los pasillos del hospital como destacable, y un sonido envolvente en su tramo final muy acorde a la sensación que transmite. Si te gusta Collin Farrel pues ahí lo llevas.

No volvería a verla, sin duda es la clase de película que debes olvidar antes de revisualizar, pero al mismo tiempo difícilmente olvidable. Y si has sido capaz de seguirme hasta aquí te recomiendo que la veas, pero luego no digas que no te lo advertí.