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España España · Tramacastiel
Críticas de Luis
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Críticas 126
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
5
28 de julio de 2020
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El burlador sin escrúpulos (Errol Flynn) se convierte aquí en el héroe que defiende a los reyes de España y al pueblo de Madrid de un odioso duque (Robert Douglas) que quiere usurpar la corona, invadir Inglaterra y después apoderarse del planeta entero. Estamos ante una historia parecida a "Los tres mosqueteros", donde los malvados tienen cara de malvados, la historia se guarda en un cajón y las situaciones son dignas de un tebeo de aventuras.
No hay ingenio en le guión, no existe ninguna matización en los personajes. El bien a un lado, el mal a otro. Los guerreros del mal son vencidos con facilidad, pues no dominan la esgrima como los paladines del bien. No existe en el film esa astucia e imaginación que poseen los títulos del género logrados, como "Scaramouche", "El capitán del rey" o "Ivanhoe". Sólo el buen pulso de las secuencias de acción distrae a ratos, aunque las peleas se hacen esperar a causa de la insulsa historia amorosa entre don Juan y la reina (Viveca Lindfors).
Lo más destacable son los espectaculares decorados, especialmente la escalera del palacio real, con una colosal estatua del Cid presidiéndola. Y lo más simpático un enano que parece haberse descolgado de un cuadro de Velázques y que se burla hasta del rey que lo tiene como bufón.
Luis
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9
26 de julio de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta adaptación del famoso ballet de Falla cuenta con un excelente guión y una magistral dirección. Rovira Beleta consiguió un drama denso, de enérgico ritmo, con imágenes de gran plasticidad y severo realismo. La belleza y la fealdad se mezclan en esta historia de amor y terror protagonizada por una mujer (La Polaca) acosada por un gitano sin escrúpulos (Rafael de Córdoba). Es tanto el miedo que inspira ese hombre a la protagonista que no se siente protegida ni por aquel a quien ama (Antonio Gades), de manera que está dispuesta a aceptar una relación amorosa que le repugna para conjurar el peligro.
Destaca el espectacular número coreográfico de las azoteas, con el que se expresa la obsesiva angustia de la gitana a través de la multiplicación del rostro de su enemigo en todos los bailarines. E igualmente la original interpretación que hace el film de la danza del fuego, con una salvaje pelea que acaba en incendio.
La película tiene una fuerte personalidad y una narrativa cinematográfica de gran fuerza expresiva y estilo. Tanto la naturalista ambientación en un barrio pobre próximo a un puerto como las espectaculares luchas con navajas poseen un fuerte sabor a realidad. Al igual que ocurre en la vida, donde todo no es enteramente bueno o malo, Rovira Beleta contrasta la aspereza de las secuencias desagradables con una bella puesta de sol o una serena noche de luna.
A pesar de ser un musical, ni los bailes ni las danzas agobian, pues se intercalan oportunamente en el argumento, hasta el extremo de estar asistiendo más a un drama e incluso a una historia de suspense y terror que a un ballet clásico.
Sorprende el talento que manifiestan los principales intérpretes, pues su profesión no es la de actor, sino la de bailarines. En especial La Polaca hace una interpretación de una psicología atormentada absolutamente impecable.
Luis
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7
24 de julio de 2020
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El landismo aparece como consecuencia de comedias pseudosexuales como "No desearás al vecino del quinto" o "Lo verde empieza en los Pirineos". Su mala calidad no impide el éxito por los temas que tratan. Y ese éxito multiplica ese estilo de cine con la misma mediocridad que en la plaga de los spaghetti western.
Pero existen excepciones, algunas de las cuales se produjeron antes del maldito vecino del quinto.
Tenemos, por ejemplo, "Estudio amueblado 2P", de José María Forqué o "El triangulito", del mismo director. A estas excepciones corresponde "No somos de piedra"
El film de Summers posee ingenio, excelente dirección y ciertas dosis de realismo. Es un guión satírico sobre la prohibición de la píldora anticonceptiva, donde el director crea unos personajes nada disparatados que responden bien a la psicología descrita. Una madre ultracatólica (Laly Soldevila) que a pesar de parir un hijo cada año se niega a usar la píldora. Un marido harto de su mujer (Alfredo Landa) que trata de evitar ser padre de una inagotable cadena de niños y que sólo se excita sexualmente con cualquier mujer atractiva que no sea la suya, con toda razón.
Desfilan un falso obispo, un erotómano de ascensor, prostitutas redimidas, un camarero cabreado con sus clientes (Emilio Laguna) y secuencias inspiradas, como identificar los mandos de un coche con una relación sexual.
Cierto que Summers exagera para hacer más comercial el film, pero lo hace con talento y buen gusto, no como un Mariano Ozores o un Ramón Fernández.
Si todo el landismo hubiera seguido el camino de esta película y no el del famoso vecino homosexual, este género podía haberse convertido en verdaderamente satírico, al estilo de muchas comedias italianas.
Lástima que no fuera así.
Luis
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8
23 de julio de 2020
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El conde Max" es un film que no podría hacerse hoy, dados los modales y maneras de la alta sociedad, que apenas se distinguen de los del pueblo. Corresponde a un tiempo, años cincuenta, en que la aristocracia residual aún pesaba y conservaba un ritual de artificiosa caballerosidad. Lo original de la película es que un vulgar vendedor de periódicos desee ascender de clase social y convertirse en aristócrata, tal es su admiración, sacada de las revistas, por baronesas y condes.
Tenemos, en principio, la amistad entre ese kioskero (Alberto Sordi) y el conde Max (Vittorio de Sica), un noble arruinado que no tiene ni para comer y se aprovecha de su admirador para leer gratis las publicaciones del kiosko.
Max alecciona a su alumno sobre cómo besar la mano, poner el pie o vestir. Y le acaba recomendando que en vez de veranear en su pueblo lo haga en una estación de esquí de lujo. Una vez allí una baronesa francesa (Anne Vernon) lo confunde con el conde Max y lo arrastra a unas imposibles relaciones con otros aristócratas y con un ganadero español (Jacinto San Emeterio).
A partir de ahí nos encontramos en una comedia satírica sobre el absurdo de que un ignorante proletario intente hacerse pasar por un noble, pues ha de montar a caballo sin saber o sostener conversaciones sobre temas que desconoce. Al tiempo se caricaturiza la vanidad, el lujo y la soberbia de una clase de ricos que no hacen sino viajar, jugar a las cartas, murmurar y reirse de todo lo vulgar.
El falso Max va comprendiendo que su admiración por la alta sociedad no tiene consistencia, sobre todo al conocer una humilde camarera que sirve a la baronesa (Susana Canales) y que resulta más moral e inteligente.
No se trata de una comedia banal, a pesar de su apariencia. Nos dice que las exquisitas maneras de la alta sociedad sólo son el disfraz de su egoísmo y su desprecio hacia los pobres.
Aparte de esos dos grandes comediantes italianos que encabezan el film y que son irrepetibles, quiero destacar a esa encantadora actriz española que fue Susana Canales, más contratada y mejor utilizada en el cine italiano que en el español. Posee belleza, carácter y talento. Y aunque su papel no le permite mucho lucimiento (tuvo otro mejor en "La muchacha de la plaza de San Pedro", también con de Sica) no por ello deja de resultar atractiva.
Luis
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8
23 de julio de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Hammer no produjo nunca buenos guiones en color. Sus hombres-lobo, condes Drácula o Frankestein´s suelen moverse en historias sensacionalistas, irracionales y disparatadas. Por el contrario sus películas en blanco y negro, mucho menos conocidas o desconocidas, sí ofrecen sorpresas agradables, como "Nunca aceptes dulces de un extraño", "A merced del odio" o "El abismo del miedo". "El sabor del miedo" pertenece a éstas últimas. Posee un sólido guión, personajes convincentes, a pesar de su crueldad, un suspense bien medido y un par de sorpresas impactantes en el desenlace.
Seth Holt crea una atmósfera convincente, más de misterio que de terror. Y el argumento, una paralítica a la que tratan de volver loca los asesinos de su padre, resulta estimulante. El guión tiene la perfección de un mecanismo de relojería al que se le salta un sólo muelle, que expondré en spoiler. Susan Strasberg encarna perfectamente el desválido personaje amenazado por fuerzas invisibles. Y Ronald Lewis borda su ambigüo papel.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Luis
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