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España España · Barcelona
Críticas de Juankiblog
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Críticas 61
Críticas ordenadas por utilidad
8
11 de febrero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es prácticamente imposible hablar con objetividad de esta película. En general, porque hablar de cine intentando ser objetivo ya es difícil de por sí. Y si se trata de comedias, resulta todavía más complicado ya que no hay nada más subjetivo que el humor. Pero aun teniendo en cuenta todo esto, Zoolander es un espécimen único y tremendamente polarizador. Es una de esas cintas que te encanta o la odias. Y no hay término medio posible.

Y lo mío con ella fue un flechazo.

No me malinterpretéis, ya sé lo mala que es. De verdad, no hace falta que me lo recordéis. Ya sé que, en el fondo, Zoolander no deja de ser una batería de chistes jodidos lanzados uno detrás de otro con mayor o menor fortuna durante hora y media, que la trama no tiene ningún tipo de sentido, que la sátira que plantea se queda a medio gas y la sutileza brilla por su ausencia. Resulta dolorosamente evidente que toda la premisa no es más que una excusa para que Ben Stiller, Owen Wilson, Will Ferrell, Christine Taylor y un desfile interminable de cameos se lo pasen en grande durante el rodaje.

Y aun así...

Por algún extraño motivo, soy absolutamente incapaz de no gozar de cada maldito segundo de este montón de basura. Algo bueno tendrá.

Quizá sea por lo absurdamente bien que dirige Ben Stiller, por la enorme colección de temazos ochenteros repartidos en su banda sonora, todas las frases estúpidamente divertidas escritas en ese guión, esa estética de cómic en acción real en el que todo puede pasar, esos chascarrillos cargados de mala baba sobre la superficialidad del mundo de la moda y el daño que suele provocar, todas esas escenas que provocan carcajadas de pura incredulidad —el momento musical en la gasolinera, Zoolander parando un shuriken, el duelo de moda clandestino con David Bowie de juez— o, en general, todo lo que rodee al personaje de Mugatu.

O quizá sea sólo cosa mía.

Pero resulta curioso como, independientemente de que le haya gustado o no, casi cualquier persona que haya visto esta película la recuerda como si lo hubiera hecho ayer. La consideren una joya infravalorada o la peor bazofia parida por el cine norteamericano, todo el mundo recuerda, como mínimo, alguna frase, algún personaje, alguna escena...

Algo tendrá. O no.

Al igual que ocurrió con otras películas como Anchorman o Wet Hot American Summer —casualmente, estrenadas más o menos durante el mismo periodo de tiempo—, pese a haberse labrado cierto estatus de película de culto y conseguir una secuela tardía, en su momento Zoolander fue absolutamente defenestrada por público y crítica.

No es la primera vez que le pasa algo así a Ben Stiller, que años atrás ya estuvo a punto de cargarse la carrera de Jim Carrey en —la, por otro lado, también interesante e infravalorada— The Cable Guy. Será su manía por arriesgar, será que su marcado estilo personal como director no termina de ser tan accesible para el gran público como cuando se somete bajo las órdenes de directores mucho más convencionales, será su absurda tendencia de rodar las comedias más caras de la historia.

En cualquier caso, lo único que puedo hacer desde aquí es recomendaros que le deis una oportunidad a este pequeño clásico de la mierda. En el peor de los casos se os pasará rápido: es corta, es rápida y va al grano. Pero si conectáis con su sentido del humor marciano, lo más posible es que se convierta en una de vuestras películas favoritas.

Aunque luego no sepáis explicar por qué.

Aunque luego no os atreváis a decirlo en voz alta.

Crítica original: http://www.criticronico.com/2016/02/zoolander.html
Juankiblog
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10
11 de enero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace ya, a lo tonto, casi tres décadas, el señor Kevin Williamson (antes de atentar violentamente contra el buen gusto al crear The Vampire Diaries) tenía escrito un guión (y el borrador de dos hipotéticas secuelas) de una parodia de todas las películas de terror chuscas de la época ochentera del Viernes 13 más rancio. Scary Movie era su título provisional (os lo juro por Snoopy), y cuando consiguió vendérselo a Miramax contactaron con directores de la talla de Robert Rodriguez y Sam Raimi para llevarla a cabo.

No obstante, quien terminó llevándose el gato al agua fue el maestro Wes Craven, ya que fue el único que al leer el guión no lo interpretó como una comedia. Los hermanos Weinstein cambiaron el título provisional por el que hoy en día conocemos todos, Scream, inspirados por la canción de Michael Jackson (os lo vuelvo a jurar por Snoopy, por Charlie Brown y por su puta madre buscando piso en Alcobendas).

¿El resultado? Gustó tanto a los críticos como a los espectadores. Fue un bombazo en taquilla y revitalizó el género slasher (al que, irónicamente, trataba de ridiculizar) que ya llevaba muerto y enterrado unos cuantos años. Y es que pocas películas he visto yo que rebosen tanto cariño por el cine y que funcionen a tantos niveles como Scream.

Por una parte, está claro, funciona como película de terror. Tiene uno de los openings más tensos que he visto en una película, una escena que se quedará grabada en la retina de más de uno. Pero también funciona como comedia y parodia de los clichés más sobados del terror ochentero. Y conseguir dar miedo siendo, a la vez, tan friki está al alcance de muy pocos, pero el tándem Williamson/Craven es imbatible en ese aspecto.

El arte con la sátira del primero y el respeto y conocimiento hacia el género del segundo consiguen un equilibrio muy difícil de lograr. Puntualizar todos los errores que comete una película de terror para justo después caer exactamente en todos y cada uno de ellos y que aun así surjan efecto, tiene muchísimo mérito. El guión acierta planteando escenas de lo más divertidas e ingeniosas (todo el juego de la cámara con retraso y el juego de matrioskas que se forma en cierta escena que no desvelaré) y la dirección apuesta por darle un empaque y una seriedad enorme al conjunto. Eso y la magnífica banda sonora de Marco Beltrami hacen el resto.

Eso sí, estoy seguro de que esta película no sería nada sin su reparto. Quizá la Sidney Prescott de Neve Campbell no sea la scream queen definitiva, ni tenga el mismo carisma que pueda tener una Jamie Lee Curtis (Halloween) o una Heather Langenkamp (Pesadilla en Elm Street). Pero son los secundarios los suben, con creces, el listón.

Personajazos como la reportera carroñera Gale Weathers (una Courteney Cox desatada), el adorable policía inepto Dewey (David Arquette), o el paradigma de lo friki, el grandioso Randy Meeks (Jamie Kennedy) y sus normas para sobrevivir a una película de terror. Es imposible no sonreír ante la presencia de estos tres.

Pero esto es un slasher, ¿no? Aquí hemos venido a ver muertes. Y haberlas, las hay. Pese a no ser una película excesivamente truculenta y ni siquiera acercarse a lo que sería una película gore al uso, tampoco se puede decir que escatime en violencia y hemoglobina cuando toca, más bien al contrario. El clímax final es una colección de excesos tan divertida y pasada de vueltas como sangrienta y visceral.

Y no me atrevería a calificarlo como un punto flaco, pero la revelación del asesino, aunque en su día dejó picuetísimo a más de uno, es bastante posible que vista ahora resulte mucho más previsible. Pero al fin y al cabo no importa, porque Ghostface se convirtió por méritos propios en un icono del cine de terror a la altura de Freddy Krueger (curiosamente, también de la mano de Wes Craven) o Jason Voorhees y es eso lo que termina contando.

En resumen: Sustos, chistes, cameos, tensión, un asesino totalmente icónico, guiños por doquier, set-pieces de lo más ingeniosas, muertes sanguinolentas y todo esto salpicado de momentos ridículos más o menos intencionales. Vamos, una película que si eres amante (o detractor) del género no puedes perderte por nada del mundo. Funciona como un tiro y ha envejecido de puta madre. Puro amor noventero. Esto es así.

Crítica completa en: http://www.criticronico.com/2016/01/scream.html
Juankiblog
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1
15 de enero de 2016
13 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Han pasado varios meses desde que vi el último episodio y, a día de hoy, por más vueltas que le sigo dando, no encuentro ni una sola cualidad redentora para este zurullo que me comí enterito y a palo seco. Por si fuera poco, dicho zurullo tiene ya confirmada y en producción una 2ª temporada.

Poco o nada me sorprende saber que la cadena no tardó mucho en despedir a los responsables de la 1ª tanda de episodios y que ya han contratado a nuevos showrunners para hacerse cargo de la segunda. Pero mejor centrémonos en el daño que ya está hecho y no en el que está por venir.

Porque, sinceramente, esta serie ha hecho mucho daño.

La primera escena del episodio piloto intenta emular sin demasiado acierto el opening de la primera película, pero a nivel low-cost y sustituyendo las referencias cinematográficas por enorme presencia de redes sociales y la llamada telefónica por un chat vía smartphone.

Mala idea, ya de por sí, intentar emular una escena de este calibre porque todo el mundo la tiene grabada en su retina. Más aún cuando tus intenciones no son las de aplicarle ningún tipo de distancia irónica o sentido de la autoparodia —como sí hacía Scream 4—, sino tomártelo completamente en serio. Y es mala idea, porque entonces tienes que conseguir recrear la intensidad y la tensión del referente original.

Aquí, ni lo intentan.

El primer asesinato de la serie no sólo resulta tremendamente descafeinado y carente de emoción alguna, sino que además, para darle el toque de gracia, termina con la revelación de cuál va a ser la máscara del Ghostface televisivo... ¿La habéis visto? ¿No? Dejo que hagáis una pausa y la busquéis en Google.

¿Ya la habéis visto?

¿Sí?

«¿Pero esto qué puta mierda es?», se estará preguntando el lector, después de presenciar semejante infamia. Pues, os lo creáis o no, lo que es... es sólo la puntita del mojón que os estáis a puntito de zampar.

La versión oficial de los responsables de esta basura es que querían alejarse lo más posible de las películas con la intención de ofrecer un universo propio e independiente que esté ligeramente inspirado en la saga original pero que no esté ligado argumentalmente a ésta. Según los hermanos Weinstein, si los espectadores de la serie vieran la máscara original de las películas, se preguntarían también dónde están los otros personajes como Sidney, Gale o Dewey y se sentirían confusos.

Pero no me lo trago. A nivel empresarial es pegarse un tiro en el pie. ¿Para qué vas a hacer una serie de Scream si vas a renunciar al elemento más distintivo e icónico de la saga? Mi teoría: ni la MTV estaba muy por la labor de pagar los derechos de autor de la máscara ni los Weinstein querían que se relacionara demasiado esta serie con la franquicia cinematográfica porque se olían la mierda a kilómetros.

Para empezar, resulta dolorosamente obvio que todos los miembros del reparto han sido escogido única y exclusivamente por ser guapos —en serio, hasta los supuestos frikis parecen estar a punto de desfilar en Cibeles— y ninguno, absolutamente ninguno, tiene una mísera cualidad interpretativa. Y estamos hablando de los actores en sí, porque si nos centramos en los personajes a nivel de guión, podemos echarnos las manos a la cabeza.

Partimos de que la protagonista, Emma, no sólo es más sosa que un Calippo de Font Vella —la gente se quejaba de que Sidney Prescott era el personaje más aburrido de las películas, ¡pues esperad a ver a Emma! ¡Os vais a cagar!—, sino que además es la cosa más imbécil que me he podido echar a la cara. De verdad. Los guionistas le hacen tomar unas decisiones tan estúpidas e irracionales que hasta la víctima más subnormal de Viernes 13 se las pensaría dos veces.

Y me quejo de lo mal que actúan los jovenzuelos, sí, pero en cuanto a interpretación bochornosa quien se lleva la palma es Tracy Middendorf en el papel de Maggie, madre de Emma. No exagero, parece recién salida de una escena de The Room.

Pese a todo, el gran problema de esta serie es de enfoque. Se hace llamar Scream, pero es un culebrón adolescente de MTV. Quiere ser algo nuevo y distanciarse de la saga original, pero copia punto por punto todo su esquema argumental. Pretende ser irónica y reírse de los clichés de las películas de terror, pero termina cayendo en todos y cada uno de los errores que critica.

Todo lo que en la original eran guiños sutiles o referencias bien traídas, aquí se reduce a la presencia de otro pseudo-Randy —y éste, a diferencia del de Scream 4, sí que cae mal— cuyo papel se limita a decir cosas a lo «Jejé, ¡como en La Matanza de Texas!» o «Hey, ¿habéis visto Motel Bates?» e intentar ser un alivio cómico sin gracia alguna. Quiere ir de Abed Nadir, pero termina siendo Jar Jar Binks.

Tampoco ayuda la idea de convertir a Ghostface en una especie de Jason Voorhees —no, en serio, con lago incluido—, dotándole de un trasfondo con aires de leyenda urbana sobrenatural. ¡Con lo bien que salió aquello en Scream 3! Hay que darle cierto crédito a los guionistas, por lo menos no se han inspirado en Sé lo que hicisteis el último verano 3. Podría haber sido peor.

«Pero bueno, esto es Scream al fin y al cabo, ¿no? Vale, los actores son una mierda. El guión es una mierda. El diseño del asesino es una mierda… Pero esto es un slasher, habrá asesinatos, ¿no? Si los personajes son tan infumables al menos nos veremos recompensados con sus sanguinolentas muertes, ¿verdad?». Pues mire usted por dónde, señor lector, que tampoco. Sí, sí, no me mire con esa cara. Me sabe peor a mí que a usted.

Pongamos que de los 40 minutos que dura cada episodio, 35 están dedicados a lo que vendría siendo el típico dramita adolescente de MTV, con su buena dosis de triángulos amorosos y sus «¡Es que mis padres no me entienden!» de rigor, y que después los 5 minutos restantes es cuando se acuerdan de que esto tenía que ser una serie de terror en la que hay que matar a gente de vez en cuando y esas cosas.

(Sigo en spoilers, sin ser spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Juankiblog
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5
24 de marzo de 2018
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La noche antes del pase de prensa de La tribu, la nueva comedia de Fernando Colomo protagonizada por Paco León y Carmen Machi, cometí una imprudencia terrible: ir a un Wok e inflarme a tallarines con salsa agripicante, gambas y jalapeños. No es que nunca antes hubiera cenado algo parecido, pues ya conocía de sobra el terrible efecto que provocaría en mi estómago ese explosivo e indigesto manjar. Y por mucho que me pasara las últimas horas de aquella madrugada en el cuarto de baño, mi destino estaba más que sellado.

A la mañana siguiente, sentado en la butaca del Cinesa Diagonal y en compañía de diversos críticos y periodistas, yo, Juan Carlos Ferrer Aranda, me estaba cagando como un hijo de puta. Y aun así, contra todo pronóstico, agonizando entre retortijones varios, la película se me hizo corta. Y creedme, es el mayor piropo que tengo para un producto de estas características. Si fuera por mí, esta crítica acabaría aquí. Creo que ya he dicho todo lo que tenía que decir al respecto. Pero como no quiero que los responsables de esta página me echen a patadas intentaré hacer unos cuantos apuntes más.

Todo jugaba en su contra, hay que decirlo. Pues, más allá de mis ardores estomacales, el uso de un videoclip de reggaeton sin ápice alguno de ironía —pese a lo mucho que se prestaba a ello por motivos argumentales— durante los primeros compases de la cinta no ayudó demasiado a sobrellevar mis ansias de ir a chocolatear la taza. Y, por supuesto, ninguno de los múltiples gags que contiene lograron arrancarme más allá de una leve sonrisa en ocasiones contadas.

Ahora bien, sería justo mencionar que por lo menos tampoco contiene (casi) ningún chiste particularmente ofensivo ni que provoque más vergüenza ajena de la que debería. De esto, que parece el motivo más pocho posible por el que alegrarse, tienen la culpa otros estrenos recientes como ‘Operación Concha’ o 'Señor, dame paciencia’ que han conseguido bajar mi listón de forma considerable. Jugando en la misma liga, La tribu está bastantes peldaños por encima. Algo es algo, visto lo visto.

De hecho, si suspendemos al máximo nuestra incredulidad, si nos tragamos que ninguno de los ex-empleados de una multinacional reconozca al tipo que les despidió teniéndolo delante de sus narices, que únicamente una persona se digna a buscar por Internet el nombre de un amnésico para saber quién es y si asumimos que nos vamos a reír más bien poco… pues la verdad es que no está del todo mal.

Hay que entender que La tribu es una feel-good movie de manual, pero que también intenta juntar crítica social con comedia costumbrista, feminismo para que lo entienda tu cuñado y números musicales a lo Step-Up. Y que si bien no profundiza absolutamente en ninguno de los conceptos que propone y su tercer acto de lo más atropellado, lo cierto es que me estaba cagando. Y terminó pronto.

El reparto está bastante acertado, al menos. Aunque infrautilizar a Julián López sea un delito que no debería cometer ninguna obra audiovisual en la que apareciera, por lo menos tenemos a Carmen Machi bailando y dándolo todo. Pocas veces ha tenido esta actriz una oportunidad tan grande de molar en pantalla grande, y aquí la aprovecha bastante bien. Paco León también hace lo que puede con un papel que le obliga a parecer imbécil durante gran parte del metraje y que consigue sobrellevar con bastante soltura.

Al final, la cosa está en hacer la vista gorda con un par de chistes raros fuera de lugar y tratar de pasar un rato agradable con unos personajes que terminan cayéndote de lo más simpáticos. Me costaría creer que La tribu vaya a reventar la taquilla española y posiblemente algo se me moriría en el alma si lo hiciera. Por otra parte, también me daría un poco de rabia que se fuera de vacío. No es nada del otro mundo, desde luego, pero me da la sensación de que sus implicados lo han intentado y le han puesto ganas. Ya es más de lo que puedo decir de muchas otras.

Y ahora, si me disculpáis, me vuelvo al baño a hacer unas gestiones.

Crítica original en: http://www.cineenserio.com/la-tribu/
Juankiblog
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9
16 de febrero de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para quien no la conozca, The Room es uno de los desastres cinematográficos más anómalos y extrañamente disfrutables que se hayan rodado jamás. Poco puede decirse sobre ella que le haga justicia. La ópera prima de Tommy Wiseau es una cinta terrible, si, pero también hipnótica y fascinante. E hilarante. A partes iguales. Es una película que no se puede explicar con palabras, hay que verla para creerla. Es más, os ordeno que la veáis. Ahora mismo. Sí. De aquí no me muevo. Dejad este párrafo, corred hacia vuestro proveedor de torrents/cine underground más cercano y cuando la hayáis visto volvéis.

¿Ya? ¿Seguro? No hagáis trampas, ¿eh? A ver si la vamos a tener.

Ahora estoy seguro de que tendréis millones de preguntas. ¿Quién demonios es Tommy Wiseau? ¿De dónde sale? ¿Quién le dijo alguna vez que podría actuar? ¿Cómo consiguió financiación para rodar semejante zurullo? ¿Alguien pensó en algún momento que sería una buena idea o todos sus implicados sabían a ciencia cierta que estaban formando parte de una abominación? Muchas de estas preguntas son contestadas en el libro The Disaster Artist, escrito por Greg Sestero (actor que interpreta a Mark en la cinta y lo más parecido a un amigo íntimo que tiene Wiseau), y muchas otras quedarían en el aire para alimentar el aura de misterio que rodea a su director.

Tomándose algunas licencias, aunque menos de las que cabría esperar, The Disaster Artist es una adaptación de este libro que sirve como homenaje al enorme fenómeno de culto que ha supuesto The Room a la vez que nos cuenta cómo la historia sobre cómo fue llevada a cabo y por qué. Y no, The Disaster Artist no es sólo una comedia más de James Franco y Seth Rogen, que lo es. Ni tampoco una fascinante reflexión sobre lo relativo del fracaso en el mundo del arte, aunque también lo es. No, sobre todas las cosas, lo que nos encontramos es ante la divertidísima, tierna (y muy jodida por momentos) historia sobre la improbable amistad entre dos sujetos que a priori no podrían tener menos que ver.

Imperdonable me parecería que The Disaster Artist no se llevara más de una nominación a los Oscar. Puedo decir tranquilamente y sin despeinarme que se trata de uno de los cinco mejores films del año. Su impecable guión escrito a pachas entre Scott Neustadter y Michael H. Weber se toma su tiempo para respirar y empezar con calma. Entenderemos qué le lleva a sus personajes a tomar las cuestionabilísimas decisiones que toman y nos maravillaremos con sus rarezas. Al principio parece que el rodaje de The Room vaya a abordarse sólo de forma anecdótica, pero no es así. Cuando The Room entra en escena, se apodera de la película y nos proporcionará un festival de carcajadas y situaciones tensas.

La labor de James Franco detrás y al frente de las cámara, titánica donde las haya, consigue no sólo recrear con una precisión milimétrica las escenas originales de The Room (ojo al increíble detalle con el que han replicado los sets), sino que logra mimetizarse por completo ante la figura de Tommy Wiseau. Y no, no es que el resto de los actores lo hagan mal —Dave Franco es un excelente Greg Sestero—, pero James Franco consigue que no le veamos en ningún momento. Logra que nos olvidemos de quién es y que veamos única y exclusivamente a Tommy.

No es una imitación caricaturesca basada en la parodia, es un acto camaleónico donde los haya. Me he reído con los manierismos de Tommy, con sus risas inadecuadas y su nefasta forma de interpretar. He sentido en todo momento que me reía de Tommy. No de James Franco imitando a Tommy. Y eso es muy difícil de conseguir. Sencillamente, viendo entrevistas a posteriori, tengo la teoría de que Franco era único el actor adecuado para este papel porque tanto él como Tommy provienen del mismo planeta.

Y es en este rechazo a la parodia, tanto a la hora de retratar al personaje principal como a las situaciones que le rodean, donde está la clave de su encanto. En su ausencia total de una coraza, de una distancia irónica. Aquí todo va en serio y de corazón. The Disaster Artist se merece ser violada con galardones por todos sus orificios: te hará reír a carcajadas, te obligará a apartar la mirada de la pantalla, te empañará los ojos en lágrimas y te hará arder en deseos de ir corriendo a Google para comprobar si todo lo que se cuenta en ella es cierto. Os lo adelanto yo: casi todo. No tengáis mucha prisa en abandonar la sala, no querréis perderos el mejor cameo de todo el metraje escondido tras los créditos finales. De nada.

Crítica original en: http://www.cineenserio.com/the-disaster-artist-the-room/
Juankiblog
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