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Polonia Polonia · Galitzia
Críticas de Valkiria
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Críticas 240
Críticas ordenadas por utilidad
5
17 de octubre de 2008
63 de 97 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de nada le pediré disculpas a Miquel porque me voy a reiterar en lo mismo: "Desayuno con Diamantes" es una película infantil, sin pies ni cabeza.

Ya está. Ya lo he dicho.

Los votos a partir de 5 estrellitas, que es mi apuesta máxima por esta película están regalados y son un despilfarro. Lo que ocurre aquí dentro, sospecho, es que hay mucho mitómano cegado por los diamantes de Tiffany’s y por la espectacular belleza de Audry. Ni aún así es justificable que esté alzada a la Meca del cine (la película, no ella). Hoy se contempla como el clásico con mayúsculas, por el Moonriver que nos conmueve a todos y por Audry. Punto final, ahí se acaba todo y no hay discusión posible, menos a objetar que esta película es absurda. Hoy vendría a ser algo parecido a “Algo pasa con Mary”, no digo más. Claro que a "Algo pasa con Mary" le pondré un 1 y a "Desayuno..." un 5, que tampoco soy del todo inmune al fanatismo cinéfilo.

La escena: Audry, guapísima cantando en la ventana el Moonriver. Hay un tema musical mítico y una actriz mítica. No puedo más que rendirme a esa evidencia porque me parece maravillosa, ella. Y sólo por ella, la película merece ser vista. Pero paremos ahí: todo lo demás es confeti, nubes de algodón, un carnaval, un sinsentido y una serie de diálogos que nadie comprende. Si están escritos por Capote, menos me sorprende aún. Capote es la maruja de la literatura americana.

Lo de “A Sangre fría” y me refiero a la novela es de escándalo. Va desmenuzando toda la macabra historia como si escribiera desde la sección de sucesos sanguinarios de El Caso. Engancha sí, pero no está más que narrándonos, con mucho estilo de acuerdo, el crimen de Puerto Urraco. Que no me hablen de él como primer novelista non-fiction de la historia, por favor.

Pero volvamos a la película: no hay un sólo personaje que se comporte como una persona, de esas de andar por casa o que te tropiezas en la calle. No. Son histriónicos del primero al último. Si es una comedia, puñetera la gracia que me hace... Blake Edwards debió sugerir: comportáos como si estuvieráis todos “chalaos” y venga... ¡Acción!

Ella, Audry, está de atar; él es una gabardina andante y un pelele con más paciencia que Job, por no mentar toda la gama de personajes secundarios, a cada cual más estrafalario (¡esa fiesta de disfraces es un desmadre! ¿y el chino? ¿a qué viene esa caricatura del chino?).

Aquí sobreactúa hasta el gato, Audry, Peppard y el resto del reparto, entre el que horror! aparece el tal marqués de Villalonga, uno de los rancios patricios españoles ya desaparecidos, que se congratuló toda su vida de haber besado a la chica.

No hay nada detrás de esta historia, no hay vida inteligente. Desengañáos. Es una película hueca, sólo una ilusión óptica con una preciosa banda sonora. Podréis ponerle mil diezes al Moonriver... pero no a la película.

Y por cierto, lo del gato no tiene nombre.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Valkiria
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10
20 de marzo de 2009
48 de 67 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sostengo, aunque me cueste mis berrinches, que el CINE murió finalizados los 70. Luego llegaron peliculitas y engendros: best sellers adaptados, (unos mejores, otros peores), productos de mero entretenimiento creados para lucimiento de titiriteros de a 3.000 millones de dólares la producción, ataviados de pret à porter y embutidos en cotilleos.

Al tiempo, nos asaltaron los videoclubs, los videojuegos, los efectos especiales, Paris Hilton, las subvenciones del Ministerio de Cultura a todo bodrio concebible y un sinfín de directores de menor calado que la propia Paris. Y por supuesto, los productores con olfato canino para la pasta: donde sea que esté, aún a costa de patrocinar mediocres proyectos bajo una única condición, que sean taquilleros. De otro modo no se explica que sigan proyectando, cuatro meses después esa cosa llamada... “Un chihuahua en Beberly Hills”.

Para muestra un botón: un cine era una sala con patio de butacas, palcos y hasta gallineros. Había dos o tres películas que ver y durante al menos dos meses. Hoy hay multicines. Cuando de niña iba a la tienda a comprar leche, sólo existía leche. No leche desnatada, semidesnatada, entera, con aloe vera, omega 3, calcio, soja y gingsen. Con el cine pasó algo igual. De ser un ultramarinos, se convirtió en un impersonal hipermercado de productos empaquetados al vacío.

Y en esto resurgió Bergman...

Cuando según mi teoría, el cine ya había muerto, en el año 1982, Bergman, ni corto, ni perezoso, lo resucitó. Con Fanny y Alexander, parecía que se le estuviese rindiendo tributo a un arte moribundo. Y tal vez siendo consciente, se valió de su talento sobrenatural para reírse de toda la inmundicia que llenaba las pantallas y exclamar: eh! Que aquí estoy yo! Todavía no me he muerto!

¡Sigo vivo y vengo a daros una soberana lección a todos vosotros... botarates!

Y vaya si lo consiguió... este señor ya era adulto cuando mi abuela parió a mi madre. Y aún mucho después, con Fanny y Alexander, hizo lo que siempre supo hacer: bordar otra de sus obras maestras.

Película solemne, repleta de giros bruscos y tragicómicos, de intrahistorias dentro de la principal (la que padecen Alexander y su hermana Fanny), matizada en multitud de detalles, desde la esplendorosa Natividad en casa de la honorable abuela hasta ese infierno en la tierra que Bergman sitúa en pleno seno de la Iglesia. Genial...

Sobresalientes caracterizaciones e interpretaciones soberbias de cada uno de los miembros de las dos familias: una que adora a Hamlet y otra que sugiere: ¿aceite de ricino? ¿cuarto oscuro? ¿o latigazos?

Lo dicho, una resurrección del CINE como sólo Bergman pudo conseguir.
Valkiria
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10
11 de noviembre de 2008
35 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
- Una actriz de primera (en la realidad y en la ficción)
- un guionista de categoría (juicioso pero celoso)
- su esposa (testigo de cargo)
- un director de teatro (enamorado de la grandísima Davis)
- un crítico mordaz (siempre Sanders, siempre así de cínico)
- y Eva.

Un retrato dramatizado de la mujer ambiciosa, de una arpía y... destacado el rol denostado de la Eva evangélica y del “Adán-crápula-Sanders”.
Él... el que se beneficia de las mieles del Edén pero que tras ella, sale expulsado del paraíso, aquí con nombre y reputación: Broadway.

“Eva al Desnudo” puede releerse al revés, como El Corán; de derecha a izquierda. Y así es como te encuentras a un Sanders (personaje crucial convertido en Eva) que seduce a la ya de por sí ambiciosa Baxter (Adán).

Expulsados de lo divino (Broadway) hacia colinas, no montañas, mejor remunerados (las de Hollywood).

El teatro consiste en reducirse a un espacio de muchísima mayor honestidad (Bette Davis) que el del mundo del cine (Baxter). Pero... ¿es el procedimiento para triunfar en el teatro de la vida que las mujeres se devoren las unas a las otras?

Me quedo con:

1. "Mi único deseo es que me entierren de pié" (Bette)
2. Se ríe de Hollywood (Bette)
3. El teatro es arte mayor que el del cine (Bette)
4. Tema recurrente: la mujer siempre se agobia con su edad... “"Bill tiene 32 y los aparenta. Los aparentaba hace 5 años y los aparentará dentro de 20” (Bette)
5. Genuflexiones exquisitas de (Bette)
6. "(Su) temperamento consiste en reclamar como los niños atenciones cuando se sienten faltos de cariño" (Bette)
6. Curiosa esta vida nuestra... las cosas que se dejan caer al subir la escalera, olvidando que se necesitan cuando has de volver a ser mujer". (Bette).
7. Bette, Bette, Bette, Bette, Bette, Bette y siete veces Bette.

Probablemente contiene los diálgos más audaces de la historia del cine de los 50 (pronunciados por Bette); de ello también se encarga el cínico George Sanders, tan incisivo y corrosivo como en su otro papel de crápula, parásito y vividor de maneras aristócratas en "El Retrato de Dorian Grey". Pero ella (¿la he mencionado?), es la mayor DIVA de la historia del teatro, cuando exultante declama: "¡no seré nunca un ratón, sino una rata!

Y en esto, sacude su abultada melena, arrojando impetuosa su abrigo de pieles y deshaciéndose de los guantes de satén con la mayor elegancia que jamás otra actriz manejó.

Anne Baxter está a la altura... en la película, pero jamás lo hubiese conseguido en el teatro frente a esa enorme Margot (Bette).

Se cierra el telón y...? Obra maestra donde las haya.
Y además sale una tal Bette Davis... Diosaaaaaaaaaa !
Valkiria
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7
10 de agosto de 2009
44 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algo parecido le dice Peck a Jones en uno de sus taitantos "rodeos" a la morena. No es jerga. No se lo dice ni sutilmente, ni a la luz de las velas. Se lo dice tirándole de los pelos y arrastrándola por el establo. Para el caso es lo mismo.
Eso sí: ella, desmelenada, mantiene su dignidad intacta atravesándolo con esa mirada de fiera enjaulada que de un momento a otro parecerá que le salte al cuello...
Ya podéis esperar, ya.

Entre tanto Jennifer, la prima exótica, asiste al folletín de infortunios del linaje texano y feudal sobre tierras a las que bautizan como “Nueva España” y de las que tanto Peck como Cotten (herederos), se piran, (por supuesto), antes de que lleguen los “registradores de la propiedad”. Y empieza el culebrón.

Huelga decir que el señor registrador de la propiedad es amigo del terrateniente y que además, comprende y le duelen, las desdichas del patriarca (siempre los más dolientes personajes del west). Por enésima vez, estamos en la tierra más endiablada del mundo (y eso que no hay indios): Texas. Penas y disgustos de los hijos: uno es político y por eso traidor (le llaman Judas: Cotten). El otro es el forajido, el guapo y el chuzas (pero es el que mola; el que le mola a la Jenni: Gregory Peck).

Para más enjundia y desgracia: eso de que se te meta una mestiza en casa, (o en el establo) es intolerable y más aún que tu señora esposa, aún muriéndose y con la mayor pinta de beata que ha dado el western haya sido un putón verbenero... (de alguna manera, rizando el rizo..., la culpable de que él esté postrado en silla de ruedas).

Nota mental. Si echas una cana al aire o sólo fantaseas con "otro", tu marido acabará en silla de ruedas.

Aquí abunda moral con la que predicar aunque ninguna con la que argumentar.
El colmo. John Ford es un macarra visto lo visto en “Duelo al Sol”.

Película, sí, para lucimiento de Jennifer Jones. Le dan un aire moruno, gaditano, le sueltan la melena y a mí, me recuerda tantísimo a la Chunga que es difícil hacerse a la idea de que en realidad sea mitad cherokee.

¿Qué diantre pinta Cotten aquí? Por otro lado ¿a Gregory Peck...? ¿cuándo le ha venido siquiera imaginado ese papel de malote con su amable rostro de Atticus*? Nunca. No cuela.

Las cherokees no bailan flamenco, danza del vientre y siete velos, todo a la vez. Es imposible. Eso sí, la negra tonta sigue siendo, más tonta todavía, la subordinada de la nana de Escarlata O’hara y el padre, inflexible, más duro que el Peñón, el mismo que hemos visto mil y una veces en demasiadas historias de Hollywood.

La película vale por lo que vale el plano final. Y ¡maldita sea! el plano final es inolvidable.

Así que estáis condenados a verla.

* (En) "Matar a un ruiseñor".
Valkiria
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7
27 de marzo de 2010
28 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estoy muy en contra de este tipo de películas. Cuando la llaga todavía supura es muy difícil narrar una historia sin infligir daño y dolor extremos. En este país, está muy de moda últimamente rodar peliculillas o miniseries que sin pudor, hacen alusión directa a, por ejemplo el asesinato de las niñas de Alcasser y otros dramas con saña, con gore incluido y sobre todo con absoluta indiferencia al dolor de las familias. No quiero imaginarme cómo tratarían aquí el tema de los atentados del 11M. Espero que no llegue nunca el día en que a alguno de nuestros cineastas se le ocurra atreverse, porque no hay película en este país que no levante ampollas.

En fin. Con United 93 prejuzgué mal. Pensé que la película sería faltona, sensacionalista y lacrimógena. Todo lo contrario. Greengrass imparte una lección magistral de respeto, ecuanimidad, imparcialidad. Como cronista de los hechos, no señala protagonistas, aspecto que me pareció genial. Es decir, se cuida mucho de que simpatices con algún intérprete en particular porque aquí no hay ni héroes ni supermachotes que se la jueguen. No, están todos acojonados que es lo que toca y lo que les tocó vivir.

Me gustó también mucho el aspecto técnico de la película. Cómo se aborda el acercamiento al trabajo de los controladores aéreos, de los jefazos de aviación civil y de la desbocada y a la vez organizada responsabilidad que les toca asumir, a sangre fría, a los militares. Eso sí, en esta película/documental, todos, del primero al último, están más que desbordados, que es lo que cabe imaginar sucedió. Nada así puede preverse. Nadie está preparado para repeler semejante ataque, ni la primera potencia militar del mundo, ni la última.

La media hora final es intensa y jode que no veas. Siempre te quedará grabada esa frustrante desazón que te lleva a pensar... “¿y si lo hubieran intentado antes, sólo unos minutos antes?”. “¿Hubieran logrado salvarse?”. En momentos como el que vivieron los pasajeros del United 93, Grengrass y cualquier espectador podrá calibrar el escaso valor que tiene la vida humana, confirmar una teoría que personalmente percibo más bien como axioma: todos podemos matar y apostar porque en momentos como el que padecieron las víctimas, uno se decida a jugarse el todo por el todo, como decidieron hacer, lamentablemente tarde.

Había mucho que ganar pero mucho que perder también. Dicotomía insaciable como la gula.

Muy recomendable.
Valkiria
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