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España España · Cinecittà
Críticas de Xavier Vidal
Críticas 640
Críticas ordenadas por utilidad
5
2 de octubre de 2011
403 de 612 usuarios han encontrado esta crítica útil
En las películas de Refn siempre hay más estilo y puesta en escena que verdad, veo forma pero poco fondo, y de haberlo, o no lo sé apreciar o me interesa más bien poco. De aquí que Bronson y Valhalla Rising, pese a la fascinación visual que dejan sus fotogramas, sólo me parezcan meros videojuegos. Las aprecio, pero como no llegaron a impactarme más que en el plano visual, días después ni las recuerdo. Las criaturas de Winding Refn son artificios muy bien montados, escenas muy bien ensambladas que en el fondo son historias huecas, carentes de emociones. Sus personajes son siempre monocromáticos, muy básicos, guiados por instintos. No son, aunque lo parezcan, ni héroes ni antihéroes, sino simplemente chusma detestable. No hay complejidad en sus actos, ni tan siquiera evolución, castigo o redención. En Refn siempre gana más lo feísta que lo lírico, y por consiguiente su cine, con excepcionales destellos de maestría, es igual de nauseabundo, sombrío porque sí. Todo lo dicho se aplica también a Drive, y cobra especial importancia porque Nicolas Winding Refn, definitivamente relanzado en su periplo norteamericano, ganó en el pasado Festival de Cannes la Palma de oro al mejor director.

Con Drive se cumple mi 'paradoja Refn'. La primera escena es de una intensidad elogiable, no podría estar mejor orquestrada. Hay pequeños detalles que corroboran el oficio del director: no todos filmarían la chaqueta de Ryan Gosling, con un escorpión dibujado que parece cobrar vida con la respiración del actor, después de la brutal escena del ascensor. Fotografía y banda sonora están excelentemente ensambladas. Pero tras la hora de metraje, cuando el director ya ha dispuesto casi todas sus cartas sobre la mesa, vuelvo a darme cuenta que no hay nada que sostenga el castillo de naipes. Winding Refn puede engañarme con su innegable savoir faire, pero no hasta el final. Y en seguida vuelvo a detectar la impostura, la exageración, la violencia gratuita que tanto le gusta. Estoy seguro que Refn busca que sus películas sean bellas en su fealdad, pero no complejas. Drive no lo es, así que ya se imaginarán que ese elogio en Cannes me parece muy cuestionable. Sea como sea, Drive marcará un antes y un después en la carrera de Refn: ahora toca ver si será otro director de encargo más en L.A. o preferirá volver a sus orígenes. Opte por el camino que opte, seguiré viendo sus películas. Drive es uno de los títulos del año. Y créanme: siento no poder compartir el entusiasmo de sus admiradores.

Xavier Vidal, Cinoscar & Rarities
Xavier Vidal
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9
16 de septiembre de 2018
166 de 178 usuarios han encontrado esta crítica útil
Minuto cinco de metraje. Lazzaro se queda mirando a la luna, ese astro que da apellido a la marquesa para la que trabaja. Porque Lazzaro es el eslabón más bajo de una jerarquía viciada: es el esclavo de los esclavos, el eterno ayudante, el chico de los recados al que todos toman por el pito del sereno. Hasta que un día escucha varias veces los susurros de su nombre entre las hojas altas de una plantación de tabaco. Es entonces cuando sabemos que Lazzaro es un ser especial. Un cuerpo, un alma, puede que un concepto.

Si ver cine es un acto de fe, películas como Lazzaro felice merecen considerarse con toda justicia un milagro. Alice Rohrwacher consigue que nos acerquemos a su historia con la bonhomía ensimismada, la mirada limpia y la capacidad de asombro de su protagonista, un Lazzaro de tradición bíblica en cuyos avatares se encierra el via crucis de los parias. En su primera mitad, en forma de cuento pastoril con ecos feudales (rural y soleada, pura anacronía). Y en su segundo tramo, incidiendo en la vida de los pillos, siempre supervivencia (urbana y ceniza, pura apocalipsis). Dos partes muy diferenciadas que se clausuran con la muerte y resurrección de Lazzaro, en representación de aquello que resta inmutable pese al paso del tiempo, a la bondad inquebrantable que topa en un ciclo sin fin con la incomprensión de los demás y las injusticias del sistema. Cine poético y político, terrenal y místico.

En las imágenes de Lazzaro felice se intuye la osamenta de ese continente que ha vivido dos grandes guerras y que sigue lidiando con la figura de los desarraigados, sean estos refugiados, inmigrantes, víctimas de la explotación laboral o personas en riesgo de exclusión social. También esa tierra que hemos construido desde la ficción, mediante el surrealismo de Fellini, el humanismo de De Sica, la provocación de Passolini o la itinerancia de los personajes de Angelopoulos, Kieslowski, Kaurismäki o los místicos nórdicos. Rohrwacher, reivindicada con atino por el Festival de Cannes, se suma a la lista de clásicos con esta reveladora película, tan extraña como reconocible, a priori tan azarosa como, a la postre, tan sumamente equilibrada y calculada, moderna y atemporal. El gran hallazgo de un cine italiano contemporáneo que, exceptuando su interés por la mafia local y más allá de excepcionales arrebatos de talento, no había sabido resarcirse de sus cenizas ni reivindicar todo su sustrato de fotogramas superlativos. Hasta ahora.

Minuto ciento quince de metraje. Lazzaro vuelve a contemplar la luna mientras una lágrima corre por su mejilla. Puede que, tras conocer la verdad de quien consideró "medio hermano", haya tomado conciencia de su condición y de la de aquellos que le someten. Ni tan siquiera encuentra arropo en una iglesia, a la que pertinentemente deja sin música. Pero no da su brazo a torcer y se entrega inocente en la última escena. Para morir. Para transformarse y proseguir con su camino en el espacio y en el tiempo. Para, en resumen, trascender, como hacen las obras maestras.

@CinoscaRarities | Más críticas en http://cachecine.blogspot.com
Xavier Vidal
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8
8 de diciembre de 2015
155 de 166 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tengo 25 años, y 'Merlí' es la serie que me hubiera gustado ver diez años atrás. Nuestros jóvenes están acostumbrados a consumir productos adocenados, sitcoms de instituto que potencian clichés y prototipos engañosos. 'Merlí' es una serie adolescente, pero sobre todo muy madura. Transmite valores, invita a pensar y produce emociones. Se dirige a un abanico muy amplio de espectadores: con independencia de la edad que se tenga, se sea alumno o docente, cada uno podrá apreciar en la serie pequeños destellos de verdad, escenas que ha vivido, dudas que ha experimentado y reflexiones que en algún momento hicimos pero que no nos atrevimos a verbalizar. En definitiva: 'Merlí', por su riqueza artística y su vocación ciudadana, es el modelo de ficción que debería promover la televisión de nuestros días.

Merlí, un personaje redondo y muy complejo, habla y actúa sin filtro alguno, y eso produce un gran malestar en el instituto donde trabaja. Los profesores se sienten incómodos ante sus originales métodos pedagógicos, mientras que su descaro y sinceridad potencia una sorprendente catarsis en cada uno de sus alumnos. La serie hace confluir la evolución académica y anímica de todos los personajes con el temario de Filosofía que el protagonista explica en sus clases, un punto de vista que enriquece su premisa juvenil. En consonancia con esa idea, los títulos de sus episodios coinciden con los nombres de distintos filósofos, demostrando que la verdadera enseñanza educa por y para la vida, partiendo de referentes reales y dispuesta a transformar el devenir de sus protagonistas. Puede parecer un discurso muy poético, una carambola narrativa cargada de idealismo, pero en un momento de zozobra como el que nos ha tocado vivir una serie como 'Merlí' invita al debate y abre los ojos.

Pero ahí no terminan las virtudes de la serie revelación de esta temporada. Pocas veces podemos encontrar un reparto de actores jóvenes tan brillante, con una solvencia y naturalidad apabullante. La ironía de las 'merlinadas' del magistral Francesc Orella apuesta por un humor inteligente muy loable, en las antípodas de la chabacanería de otras producciones que, a priori, se dirigen a públicos y tratan temáticas similares. La serie contiene uno de los discursos más acertados sobre el despertar de la sexualidad y de la homosexualidad, sin ñoñeces ni eufemismos: estoy seguro que la sensibilidad con la que la serie trata estas cuestiones tenderá puentes entre padres e hijos. Y además, pocas veces el lenguaje de una serie con personajes que estudian bachillerato resulta tan auténtico: en este sentido, el catalán que hablan sus protagonistas es actual, vivo y creíble, muy lejos de las muletillas prefabricadas que solemos escuchar en la pequeña y la gran pantalla actual.

Empecé diciendo que tengo 25 años y que 'Merlí' es la serie que me hubiera gustado ver diez años atrás. Y aquí ya no habla el bloguero que escribe reseñas, sino el alumno que fui no hace tanto y el docente que me gustaría ser en un futuro. Entiendo perfectamente las ansias de Joan por rebelarse contra sus padres, por mucho que éstos sólo quieran lo mejor para él. También a Bruno, una buena persona que de manera inconsciente hace daño a los demás para evadirse de sus fantasmas. O el espíritu de superación de Pol, las dudas de Gerard, los miedos de Ivan, la madurez de Mònica, la humanidad de Tània, la espontaneidad con pasado doloroso de Oliver o las ganas que tiene Berta por sentirse querida y aceptada por el grupo. Trece capítulos para reír y, por qué no, para echar alguna que otra lágrima sana. Sólo queda felicitar y dar las gracias al director Eduard Cortés, a su vastísimo reparto, a su equipo técnico y a su creador, Héctor Lozano: 'Merlí' es una serie para atesorar.

@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities
http://cachecine.blogspot.com.es/
Xavier Vidal
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8
21 de octubre de 2011
136 de 145 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rescaten los moldes, el bote de harina y el azúcar del fondo del armario. Pongan sobre la mesa El color púrpura, agítenlo con un poco de Mujeres desesperadas y añadan una pizca de drama de Oscar. Viertan el contenido de la batidora en un vaso y les saldrá Criadas y señoras. Desde ya, un placer culpable que logró escalar hasta lo más alto del ranking estadounidense y que no sería raro ver entre las predilecciones femeninas de esta temporada otoño-invierno. Para empezar: todas las mujeres de Criadas y señoras son muy arquetípicas, muy tiquismiquis, muy resabidas, muy relamidas, muy 're-'. Pero viene a suceder como con Tomates verdes fritos y Julie & Julia, y no abandonamos la cocina: la historia está bien contada, tiene ritmo, lo que los sureños llamarían swing. Y la cocina es precisamente el lugar donde se gesta este relato de racismo, desigualdades y secretos caseros.

¿Qué sucedería si la criada afroamericana de la señora Drapper fuera la protagonista de Mad Men? ¿Y si la misma Viola Davis hubiera copado más frases de guión en La duda o Lejos del cielo? ¿Cómo sería una Diario de una niñera en los años del Ku Klux Klan? Apunten la receta:

Ingrediente 1: La película tiene un reparto excelente. Todos los personajes (amas de casa jóvenes, parejas, vecinas, madres) tienen su momento de lucimiento.

Ingrediente 2: Lo retro está de moda. Trajes que parecen estampados de cortina, pelos que atentan contra la ley de la gravedad, ademanes muy exagerados. Las protagonistas quedan para hablar, comentan frivolidades. Algo que nos lleva al...

Ingrediente 3: Sí, es una película descaradamente kitch que muchos deberán ver con el pañuelo en la mano. Sí, muestra de forma un tanto discutible lo mal que lo pasaron los negros bajo la tiranía de los blancos. Sí, hay diálogos que parecen sacados de una película de Oscar de finales de los 70 - inicios de los 80. No es un estudio serio o fiel a los hechos que narra. Es más, la verdadera historia de opresión y racismo le importa bastante poco. Siempre resulta discutible la actitud pánfila de las protagonistas. No es una película incisiva, sino complaciente, con sonrisas y lágrimas de manual. Pero...

Ingrediente 4: Criadas y señoras tiene personalidad. Dura casi dos horas y media y nunca se desploma. Obviamente, no es la típica comedia de sábado por la tarde. Sabe combinar las personalidades de sus personajes y dispone la historia en el orden correcto. Si uno acepta las reglas del juego y sabe el diseño del menú, es difícil no admitir que Criadas y señoras cumple con creces su objetivo. Es fresca y agradable, o por lo menos más interesante que el resto de comedias estrenadas este año. Para chuparse los dedos.

Y recuerda: Tú eres buena, tú eres lista, tú eres importante.

Xavier Vidal, Cinoscar & Rarities
Xavier Vidal
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7
6 de agosto de 2018
130 de 139 usuarios han encontrado esta crítica útil
A finales de los 80, la crónica negra italiana se vio sacudida por el asesinato del boxeador Giancarlo Ricci a manos de Pietro De Negri, responsable de una peluquería canina. Según la versión oficial, De Negri secuestró, asfixió, mutiló y quemó el cuerpo de Ricci en el que está considerado uno de los crímenes más cruentos del país alpino. Otras voces aseguran que parte de esas atrocidades fueron cometidas post mortem, y que De Negri, que durante su encuentro con la policía estaba bajo los efectos de la cocaína, exageró su testimonio con datos que la autopsia posterior desmintió.

Tres décadas después, el director Matteo Garrone toma ese episodio en Dogman, una película que, contra todo pronóstico, no nace con vocación de esclarecer el caso original, ni tan siquiera con la intención de filmar una particular visión de lo sucedido. La Roma de los 80 es en pantalla pura atemporalidad: la trama sucede en un extrarradio inconcreto, en un barrio hostil en cuyas inmediaciones parece haber estallado una bomba, con varios kilómetros a la redonda de polvo, inmundicia y vacío. Y, sobre todo, De Negri-Marcello, por gracia del actor Marcello Fonte, se convierte en una figura extraña, inquietante a la vez que paternal, tanto con su hija como con un trasunto de Ricci-Simoncino que en la ficción es su colega, su camello y a la postre su perdición. Alguien capaz de mostrar un cariño inconmesurable por los perros que cuida y al mismo tiempo cometer las acciones más execrables con una doblez aterradora. En esencia, Garrone se inspira en el delincuente para descubrir al hombre, y de ese análisis surge una narración cortante, impúdica, inmisericorde, con un plano final que deja a su protagonista y a toda la platea a la deriva, en la soledad posterior de un crimen que puede que no obtenga castigo.

Hay que alabar la capacidad de Garrone por conseguir una atmósfera de inquietud constante, con un estallido violento final alejado de la hipérbole gore o del sensacionalismo que gastan los medios de comunicación. Todo en Dogman resulta doloroso, injusto, crudelísimo. También merece una buena nómina de aplausos Marcello Fonte, en cuyo saber interpretativo bascula la humanidad de De Sica y la rotundidad de todo el cine de su firmante. Únicamente puede cuestionarse a Dogman su condición de anécdota criminal frente a ese gran fresco del hampa que era Gomorra, como si Garrone no pudiera desasirse de los temas y los tropos, tampoco perfeccionarlos, de la que hasta la fecha es su mejor película. Tal vez por ello Dogman convence y a la vez sabe a ya visto. Una contradicción de la que queda un gran hallazgo: un personaje protagonista sin clichés que durante y después del visionado se impone como un misterio que pone los pelos de punta.

@CinoscaRarities, http://cachecine.blogspot.com
Xavier Vidal
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