Hoy he subido mi nota un punto. Y lo he hecho después de haber terminado la tercera temporada. Me lo tomo todo con calma. Decidí dejar pasar un tiempo cuando terminó la segunda para ver si así se pasaba el cabreo.

El cabreo sigue latente, aumentado diría yo. “Lost” es una serie atípica. Me encrespa que me tomen el pelo, que me digan lo que tengo que creerme o debo callarme. En “Lost” existe todo un cúmulo de despropósitos, de tonterías sin pies ni cabeza pero me es imposible separarme de sus personajes. Estoy hasta las narices de tanto flash back, más que nada porque no soy incapaz de retener tanta información como nos ofrecen y ya no me acuerdo de las irreales vidas de cada unos de los supervivientes del vuelo de Oceanic 815. Porque señores, menudos personajes que había dentro de ese avión, ni los concursantes de Gran Hermano hubieran dado tanto juego. Como en toda serie, cada uno tiene sus personajes favoritos, sus manías y deferencias ante tal elenco de actores. A mí realmente casi todos me caen fatal, y aún así, míralos que monos paseando por la isla y yo sufriendo como una madre para que no les pase nada. He dicho casi todos, porque hay un hijoputa muy grande que desde el principio me llamó la atención: John Locke. No hay actor que desentone y eso también ayuda a dar un poco más de credibilidad ante tanta imposibilidad.

Los interrogantes que se abren con cada temporada son infinitos y las respuestas que se le dan a tanta incógnita son escasas y eso también supera mi paciencia. Pero ahí estoy, en la isla, con ellos, con un grupo de pasajeros que me tienen nervioso e irritado. Descubriendo en cada episodio que algunos guionistas de hollywood trabajan de verdad, dotando a la serie más irreal un toque de credibilidad y dando a cada interrogante abierto una solución inesperada.

Los capítulos están mimados desde el principio al final. Con un alarde técnico primoroso y la espeluznante música de Michael Giacchino.
Sí, la isla misteriosa no se rige por las leyes naturales. Newton se hubiera vuelto majareta si hubiera dormido a la sombra de un manzano de la isla, porque probablemente la manzana, en vez de caerle encima, hubiera salido disparada hacia arriba.