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Voto de Chagolate con churros:
8
Drama François es un joven profesor de lengua francesa en un instituto conflictivo, situado en un barrio marginal. Sus alumnos tienen entre 14 y 15 años, y no duda en enfrentarse a ellos en estimulantes batallas verbales; pero el aprendizaje de la democracia puede implicar auténticos riesgos. Al comenzar el curso, los profesores, llenos de buenas intenciones, deseosos de dar la mejor educación a sus alumnos, se arman contra el desaliento. ... [+]
19 de enero de 2009
62 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
Híbrido entre ¿cine documental y ficción?, Cantet postula (una vez más) aquellos valores del mayo del 68. No lo muestra abiertamente, pero ya el mismo título original “Entre las paredes (muros)” abre un abanico de intenciones que parecen medio ocultas en un planteamiento a priori neutral.

Nada más lejos de la realidad, la neutralidad es nula y Cantet expone el sistema educativo como un error, una forma de excluir los alumnos que no se amolden a un plan, una cárcel donde lo importante no es aprender, sino pasar de nivel. Su última secuencia, certera, dura, jodidamente afilada, es un puño en forma de roca. Y la alumna, descorazonada, abiertamente dubitativa, sabe que algo falla y no consigue entender si es su culpa. Lo que falla, señores, es el sistema educativo que existe y no el alumnado.

Cantet, que de neutral repito no tiene nada, saca de la manga una de las escenas menos crédulas que he visto en mucho tiempo. Una alumna de 14 años, contestona, follonera y brabucona reconoce que no ha aprendido nada en el curso escolar, pero si lo ha hecho fuera de ella, gracias a un libro, prepárense que esto es bueno…, el libro, de un tal Platón, llamado algo así como La República. ¡Para mear y no echar gota! Escena absurda, fuera de lógica y que una vez más usa su director para pretender demostrar que el sistema educativo está obsoleto y que es fuera del aula donde los alumnos aprenden más.

Veraz o no veraz; necesaria o no, lo cierto es que Cantet nos planta una cinta muy atrevida, con prácticamente todo el metraje metido entre las paredes del aula, con una cámara viva y unos personajes que trasmiten veracidad y humanidad.

El final, ya lo he dicho, es contundente. Y si a alguien le quedaba duda de las intenciones del director galo, deben despejarse. Y luego queda esa aula vacía, esa sensación de error grande, de futuro incierto, de una pausa de sendos meses para que luego, en septiembre, todo siga igual. Girando, con consejos disciplinares, con broncas dentro del aula, con una docena de expulsados al año para seguir como si nada, con un excesivo fracaso escolar inaceptable, con profesores deprimidos o amargados porque deben seguir un sistema que no funciona.
Chagolate con churros
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