Me quedo con la sensación de que el director sin querer ha destapado el tarro de las esencias de la mediocridad capitalista. A ello contribuyen un sorprendente Michael Douglas y el siempre solvente Robert Duvall, que consiguen que te metas de lleno en la trama, aunque hay que decir que algunas situaciones son llevadas al extremo de la fantasia que tanto gusta a los yanquis, la realidad es que Douglas con su ecléctica visión de las circusntancias consigue que acabe odiando a la sociedad en la que vivimos y sintiendo verdadera comprensión que no lástima por su figura.

Una película empáticamente viable.