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Voto de cachaforlan:
7
Comedia En una pequeña ciudad provinciana, a unas burguesas ociosas se les ocurre la idea de organizar una campaña navideña cuyo lema es: "Siente a un pobre a su mesa". Se trata de que los más necesitados compartan la cena de Nochebuena con familias acomodadas y disfruten del calor y el afecto que no tienen. Plácido ha sido contratado para participar con su motocarro en la cabalgata, pero surge un problema que le impide centrarse en su trabajo: ... [+]
14 de noviembre de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las apariencias son lo único que nos importa. En este mundo impersonal, frío y egoísta, cada gesto de humanidad debe llevar detrás una motivación oculta que nos empuje a realizarlo. Nada surge espontáneamente por la propia bondad de las personas. Esta opinión podría aplicarse perfectamente a la época actual, pero lo más llamativo de esto es que Plácido fue filmada en el año 1961. ¿Los tiempos cambian? Menos de lo que parece.

Plácido nos ofrece una sátira mordaz a la sociedad de la época franquista bajo el disfraz de una comedia costumbrista sin más. Nada más lejos de la realidad. Es preciso reseñar este detalle. Como comedia, Plácido no pasaría de ser otra cinta de esa España de los 60, la España de Sor Citröen y Marisol. No sería más que otra comedia fácil y simplona, quizás mediocre, ya que ciertamente no logra alcanzar las dosis de humor de otras de sus coetáneas. Pero Plácido merece ser analizada desde otro prisma más interesante. La película destila inteligencia e ironía por los cuatro costados y lo consigue sin perder un ápice de su aroma a sencillez.

Berlanga crea una crítica feroz hacia todos los estamentos de la sociedad. La historia transcurre en una pequeña ciudad española en pleno día de Nochebuena, el día en el que los cristianos están más predispuestos a realizar una obra de caridad. Esta obra de caridad no es otra que la de acoger a un pobre en su casa esa noche, algo que genera una imagen positiva a cada una de las familias de clase alta que se unen a la iniciativa. Lo que podría verse como un acto de buena voluntad en realidad no es más que una fachada, Berlanga nos convence de que eso no existe, la amabilidad con el huésped no es más que una obligación para una corte provinciana que lo único que siente hacia sus invitados es desprecio, asco y desdén, incluso en las situaciones límite, en las que importa más quedar libre de pecados que las últimas voluntades. Coherencia cristiana, quizá.

Todos los recursos que se emplean en la película están utilizados con la más absoluta naturalidad. Nada se fuerza en exceso, no hay nada que busque el impacto en el espectador, las escenas fluyen sin alardes innecesarios. Quizá se eche en falta más garra y determinación a la hora de denunciar los comportamientos rechazados en Plácido pero no debemos olvidarnos de un detalle nada baladí: La película debía pasar bajo el temido filtro de la censura, lo que provoca una influencia clara en el producto final. Todo se deja a reflexión del espectador. Cada uno debe sacar sus propias conclusiones. Esta circunstancia a priori puede observarse como definitivamente negativa, pero no tiene por qué ser así. Sin la censura a lo mejor Plácido hubiera sido una propuesta fallida. Gracias a ello tenemos una crítica, mordaz, sutil, sencilla e irónica de la que ningún estamento social logra escabullirse. Ni la clase alta, por supuesto, ni la banca, ni el show business, ni tan siquiera la clase baja (sensacional la escena de la viuda en su casa) se escapa de esta trituradora de las apariencias que es Plácido. Y es que Plácido en sí misma es apariencia pura, aparenta ser una comedia pero no lo es, muestra la realidad como era, sin tapujos, sin opiniones, tan real como la vida misma, lejos de banalidades. En este caso las apariencias no engañan.
cachaforlan
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