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Voto de LennyNero:
6
10 de mayo de 2009
20 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Valdría la pena hacer un ejercicio de perspectiva histórica para analizar en mayor profundidad una película como Cuento de Primavera y quizás, por extensión, toda la obra de Rohmer. Saliéndonos del marco estrictamente cinematográfico se atisban ciertas constantes que nos retrotraen a un periodo tan lejano como aparentemente poco conectado con el cine, la ilustración francesa del siglo XVIII.
Tomando una definición simple del movimiento nos hallamos ante la intención de establecer un sistema de valores y de pensamiento que antepone la razón como forma vehicular de los modos de vida del ser humano. Derivándose de ello aparecen características tales como el racionalismo, el pragmatismo y el idealismo. Características las tres que precisamente marcan esta obra y que funcionan casi como perfecto tratado ilustrado.
Así nos hallamos ante un film cuyas bases argumentales se articulan en torno al elemento racionalista, ofreciendo una lección de diálogo fluido, civilizado, donde las grandes pasiones y los sentimientos profundos son casi por completo eliminados dejando paso al equilibrio del razonamiento. Sólo en determinados momentos una de las protagonistas se deja llevar por sus sensaciones. Son precisamente estos instantes de incomprensión, de desgarro los únicos donde hay un cierto posicionamiento del director, dándole un ribete negativo al personaje en contraste con la capacidad de distanciamiento gélido del resto del metraje, donde la comprensión de las razones de cada personaje se impone al trasfondo de la historia mínima que hay detrás. Sin embargo hay una brevedad consciente en esta explosión emotiva, un simple ejemplo de a donde puede desembocar el desenfreno y la no contención.
Precisamente en ese elemento didáctico es donde encontramos el pragmatismo de la obra. Hay una intención clara de utilitarismo, de que no hay que centrarse en el andamio argumental puesto que casi funciona como un elemento ornamental, como una excusa puesta al servicio de la enseñanza moral que quiere transmitir. Estaríamos pues ante un caso de film-ensayo, que más que cuento cabría calificar de fábula, donde cada personaje tiene un papel asignado del cual no se puede salir ni una línea y donde la persona se desdibuja en plano medio o general buscando siempre la composición distanciada, donde las palabras valen más que los gestos.(sigue en spoiler)
Tomando una definición simple del movimiento nos hallamos ante la intención de establecer un sistema de valores y de pensamiento que antepone la razón como forma vehicular de los modos de vida del ser humano. Derivándose de ello aparecen características tales como el racionalismo, el pragmatismo y el idealismo. Características las tres que precisamente marcan esta obra y que funcionan casi como perfecto tratado ilustrado.
Así nos hallamos ante un film cuyas bases argumentales se articulan en torno al elemento racionalista, ofreciendo una lección de diálogo fluido, civilizado, donde las grandes pasiones y los sentimientos profundos son casi por completo eliminados dejando paso al equilibrio del razonamiento. Sólo en determinados momentos una de las protagonistas se deja llevar por sus sensaciones. Son precisamente estos instantes de incomprensión, de desgarro los únicos donde hay un cierto posicionamiento del director, dándole un ribete negativo al personaje en contraste con la capacidad de distanciamiento gélido del resto del metraje, donde la comprensión de las razones de cada personaje se impone al trasfondo de la historia mínima que hay detrás. Sin embargo hay una brevedad consciente en esta explosión emotiva, un simple ejemplo de a donde puede desembocar el desenfreno y la no contención.
Precisamente en ese elemento didáctico es donde encontramos el pragmatismo de la obra. Hay una intención clara de utilitarismo, de que no hay que centrarse en el andamio argumental puesto que casi funciona como un elemento ornamental, como una excusa puesta al servicio de la enseñanza moral que quiere transmitir. Estaríamos pues ante un caso de film-ensayo, que más que cuento cabría calificar de fábula, donde cada personaje tiene un papel asignado del cual no se puede salir ni una línea y donde la persona se desdibuja en plano medio o general buscando siempre la composición distanciada, donde las palabras valen más que los gestos.(sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Es esta frialdad general lo que lleva a una predilección por esteticismo idealista, con pocos, pero perfectamente definidos, espacios donde se desarrolla la acción. En ellos se aprecia un gusto por el orden, por las composiciones en línea recta, en el encuadre más aceptable para el espectador, en una cámara invisible cuyos desplazamientos son sutiles, hasta pasar inadvertidos al espectador mostrando una suerte de inmovilismo temporal sólo roto por el cambio de ubicación mediante elipsis. Una forma que busca deliberadamente huir del tremendismo dramático y buscar una interpretación del sentimiento amoroso intelectualmente elevada.
Es por todo ello que un Cuento de primavera, funciona casi a la perfección en cuanto plasmación perfecta de las intenciones del director. Sin embargo, y esto es una constante no sólo de Rohmer, sino de un cierto cine francés (Las horas del verano de Olivier Assayas sería un buen ejemplo de ello), la plasmación de esta burguesía de clase media que lo soluciona todo con buenas intenciones y diálogos elevados acaba por producir un efecto contrario al buscado. Simplemente uno no se acaba de creer esta deshumanización racional, la ausencia gélida de estallido emotivo desconcierta y por momentos porque no decirlo, aburre. Esto no implica un mal trabajo del director sino un problema de empatía emocional y estética con la propuesta. Problema que a la larga se presume grave, puesto que detrás de toda intención didáctica debe haber un público a quién aleccionar, un público que si no conecta hace perder toda la utilidad a la obra, un público en definitiva, que no necesariamente debe buscar la tragedia fácil, pero que desde luego pocas lecciones extraerá de diálogos sobre la crítica de la razón pura de Kant.
Es por todo ello que un Cuento de primavera, funciona casi a la perfección en cuanto plasmación perfecta de las intenciones del director. Sin embargo, y esto es una constante no sólo de Rohmer, sino de un cierto cine francés (Las horas del verano de Olivier Assayas sería un buen ejemplo de ello), la plasmación de esta burguesía de clase media que lo soluciona todo con buenas intenciones y diálogos elevados acaba por producir un efecto contrario al buscado. Simplemente uno no se acaba de creer esta deshumanización racional, la ausencia gélida de estallido emotivo desconcierta y por momentos porque no decirlo, aburre. Esto no implica un mal trabajo del director sino un problema de empatía emocional y estética con la propuesta. Problema que a la larga se presume grave, puesto que detrás de toda intención didáctica debe haber un público a quién aleccionar, un público que si no conecta hace perder toda la utilidad a la obra, un público en definitiva, que no necesariamente debe buscar la tragedia fácil, pero que desde luego pocas lecciones extraerá de diálogos sobre la crítica de la razón pura de Kant.