El arpa birmama pertenece a ese tipo de cine que pone de manifiesto las consecuencias de las guerras, metiendo en el mismo saco a invasores e invadidos. Visto desde la atalaya de la fría razón analítica, ambos elementos humanos (atacantes y defensores) son víctimas, por no imponer su espiritualidad única y pacífica a las órdenes.

El guión de la más reconocida obra, al menos en occidente,de Kon Ichikawa es obra de su mujer, que se basó en la novela de Michio Takeyama. Natto Wada abandonó las colaboraciones con su marido, años después (1965), alegando que "ya no hay sentimiento en los filmes actuales, la gente ya no toma en serio el amor humano"

El peregrinaje del soldado y músico protagonista en su camino de vuelta, tras haber fracasado en una mediación imposible, es una tranquila huida del infierno y un intento de poner orden y sosiego en su alma y en una tierra carbonizada por la maldad.

Como ya he apuntado en otras ocasiones cuando he comentado películas antibelicistas, son de ese tipo de historias que habría que obligar a ver a quienes justifican las contiendas y, sobre todo, a quienes dan consignas exterminadoras; aunque mucho me temo que este tipo de individuos están vacunados y no son precisamente los valores de amor y piedad los que les mueven o conmueven. Pero me niego a admitir que son más los insensibles que los que lamentan las penalidades, muertes y miserias que acompañan a cualquier acción armada. Tan solo dejando la impasibilidad, opinando, diciendo no..., o tocando un instrumento, arpa o clarinete, en lugar de un fusil, ganaríamos la batalla y los rimeros de muerte serían montañas de paz.