Parece todo escrito cuando nos disponemos a hablar de cualquier trabajo de Michael Moore, sea libro o documental. Parece que habríamos de repetir lo mismo que ya dijimos la vez anterior y utilizar los trillados términos que la crítica habitual utiliza, nunca sabré si por consigna: demagogia, oportunismo, obvios argumentos, denuncias de osito de peluche, manipulación.....Pero luego sigues la trayectoria de quienes impulsan estos descalificantes argumentos y empiezas a olfatear que la verdad subyace bajo las montañas de basuras que se arrojan sobre las historias del mediático y simpático hombre paquidérmico, no sólo por su peso, también por su dura piel.
Los sarpullidos que provoca en determinada clase social, a la que él pertenece, son suficientes para concluir que esa animadversión es por algo.

De acuerdo, la mayor parte de quienes vemos películas como "Capitalismo: un historia de amor" no aprendemos nada que no supiéramos o intuyéramos, pero nos alegra constatar que alguien se atreve a contarlo en voz alta, y aunque Michael Moore resultara ser "el tonto del pueblo" siempre seremos deudores de su valentía.
Concretamente, en este documental al que nos estamos refiriendo, queda una vez más patente que aunque no tengamos poder suficiente para llegar al fondo de las denuncias, porque ya sabemos que la justicia suele llegar hasta donde alcanza tu último euro (en este caso dólar); no pueden responder jurídicamente a los ataques porque las pruebas que presenta el director son suficientemente sólidas como para que al tragárselas les causen una indigestión.
Michael Moore nos dice que la única manera de escapar al abuso del capital y librar a la democracia, secuestrada por Wall Street, es abrir los ojos y gritar: ¡basta!, a las multinacionales y a los políticos corruptos impuestos por el rodillo económico del consumo.
Nosotros somos más, y el reportero de la gorrita es uno de los nuestros.