La idea de una rubia muy rubia y muy pija con aspiraciones a ser una gran letrada tratando de luchar contra el pecado evolutivo que la hizo nacer con el pelo amarillento ya fue tratado en una película en la que Reese Witherspoom estuvo a punto de echar su carrera al retrete. El relativo exito cosechado por esa película, especialmente entre el mundo adolescente, provocó dos temidas secuelas: una un par de años más tarde, y ésta.

Para la primera de las secuelas, se conservó la historia original y la protagonista; en cambio en ésta no sólo presenta una historia alejada de la original sino que la buena de Reese Witherspoom ya no tiene nada que ver. Es más, esta película se aqueja del llamado mal de las segundas partes consistente en multiplicar lo aportado por el largometraje original. Unas Rubias muy Legales multiplica por dos la protagonista, por infinito su estolidez, y por cero su interés. Sin embargo, presenta una historia y alguna que otra situación que entretiene al público adolescente.

Mientras sus virtudes, la moraleja final y el buen ver de las protagonistas, se pueden contar con los dedos de una mano; sus defectos requieren varias de ellas. Entre esos defectos podemos enumerar lo estrafalarias que resultan las normas internas del colegio, la sobreactuación de los actores, lo ridículo que resulta el guión, la exageración innecesaria del color rosa...