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España España · Illescas
Voto de BiShOp:
8
Drama En julio de 1967, graves disturbios raciales sacudieron la ciudad de Detroit, en el estado de Michigan. Todo comenzó con una redada de la policía en un bar nocturno sin licencia, que acabó convirtiéndose en una de las revueltas civiles más violentas de los Estados Unidos. Los incidentes más graves ocurrieron en el motel Algiers, cuando miembros de la policía y la Guardia Nacional acudieron ante unos disparos de un arma de fogueo. (FILMAFFINITY) [+]
30 de septiembre de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras abordar el drama bélico con En tierra hostil (2008), retrato trepidante del trabajo de un grupo de artificeros en Irak, y el thriller con base histórica en La noche más oscura (2012), donde narra la caza de Bin Laden, Kathryn Bigelow (San Carlos, 1951) completa su particular trilogía de cine orientado a despertar la conciencia social con "Detroit", demostrando una vez más que se trata de una de las directoras más viscerales de su generación, capaz de afrontar películas que se sustentan sobre temas de actualidad, pero también espinosos, siendo acusada en muchas ocasiones de tirar la piedra y esconder la mano, de cuidarse mucho de sobrepasar la línea que marca lo políticamente correcto en Estados Unidos, para no contrariar a nadie. Si lo observamos desde otra óptica distinta, también podemos decir en su favor que es capaz de ahondar en la llaga de ciertos temas sin tomar partido a favor o en contra. En "Detroit" trata el racismo que siempre ha estado presente en los EEUU, un tema atemporal, y lo hace a través de la narración suceso desconocido para gran parte del público, con un desarrollo irregular que afecta al resultado final pero con destellos del buen cine que es capaz de ofrecer Bigelow.

El libreto de Mark Boal (Nueva York, 1973), colaborador de Bigelow en las tres anteriores cintas de la directora, se estructura en tres partes. Tras una breve lección de historia insertada a través de unos artesanos títulos de crédito y usando imágenes reales de archivo como base, nos metemos de lleno en el contexto sociopolítico (aunque pueda parecer que en cierto modo se pasa de puntillas sobre él) de la trama. Bigelow maneja perfectamente los tempos, consiguiendo que flote en la atmósfera algo amenazante, algo que sabemos que no tardará en estallar. Y estalla con la redada que se lleva a cabo en un club nocturno, constituyendo la chispa definitiva que precipita los acontecimientos. Es una fase de presentación de muchos de los personajes que serán fundamentales en la segunda parte de la película, donde la directora pone en boga sus enormes cualidades. Con el ejército ya en las calles de Detroit, un inocente juego con un arma de fogueo supone el asalto por parte de militares y policías del motel Algiers, buscando al autor de los disparos.

Este segundo segmento de la película es sin duda el más desasosegante y cruel, donde asistimos al punto más bajo de la condición humana, al triunfo del odio racial como lacra de la humanidad. A través de un montaje preciso como un reloj y un uso de la cámara centrado en primeros planos y excelentes planos-secuencia, Bigelow acelera nuestro pulso y golpea nuestra conciencia con saña, provocando repulsa, angustia e indignación a partes iguales, encontrándonos con algunos de los mejores minutos de cine del año.

El gran hándicap de la película es el tercer acto, posiblemente necesario pero mal insertado, que se encarga de tirar por tierra lo conseguido en las casi dos horas anteriores. Se centra en el juicio a los culpables y en las secuelas que sufren las personas que se encontraban esa noche en el motel.

De un reparto coral, destaca principalmente el joven Will Poulter (1993), que encarna a un policía racista, y que se marca una interpretación absolutamente antológica, con un personaje repulsivo, obcecado en sus convicciones y que utiliza el incidente del motel para sacar fuera todo su odio y violencia. Él acarrea todo el peso interpretativo de la segunda parte del metraje, aunque también es justo nombrar a John Boyega (Londres, 1992), de moda en el firmamento cinematográfico por su participación en la nueva trilogía de "Star Wars" y que se mete en la piel de un guardia de seguridad que asiste horrorizado a las vejaciones y abusos de las autoridades sin nada que poder hacer.

En definitiva, un nuevo paso de Kathryn Bigelow en su faceta de realizadora de cine de denuncia sociopolítica, con un duro alegato antiracista que sufre de un cierto bajón en el ritmo en su último tramo. La dirección es solvente, a ratos brillante, y tanto William Goldenberg como Harry Yoon dan una lección de cómo montar una película. Cine duro de ver pero muy necesario.

NOTA: 8/10

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BiShOp
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