Un guión y un argumento excelentes, una serie de diálogos soberbios (a destacar los monólogos del profesor Keating), una dirección magistral y una sublime puesta en escena, hicieron a esta película estadounidense, escrita por Tom Schulman, dirigida por Peter Weir, protagonizada por Robin Williams y ambientada en Vermont, merecedora de cuatro nominaciones al Oscar e incluso ganadora de un BAFTA a mejor película. Aun así, a la postre, solamente fue galardonado con una estatuilla al mejor guión desbancándola de importantes Oscars “Paseando a Miss Daysy” –en el apartado de mejor película-, “Oliver Stone” –en el apartado de mejor director- por su dirección en el largometraje “Nacido el 4 de Julio” y “Daniel Day Lewis” –en el apartado de mejor actor principal- por su interpretación en la película “Mi pie izquierdo”.

La trama narra básicamente la relación entre siete estudiantes de la prestigiosa a la par que conservadora Academia Welton y un nuevo profesor de ideales liberales que enseñará a sus alumnos la importancia de la poesía, el verdadero motivo por el cual la escribimos y su significado además de el del tópico literario “Carpe diem” y el de nuestra propia existencia.

De esta forma, el conservadorismo que se les ha instruido a los alumnos durante años tanto en su colegio como en su familia acabará chocando bruscamente contra el concepto progresista y vitalista que tiene el profesor John Keating tanto de la lírica como de la vida, de forma que sus discípulos emprenderán una búsqueda de sus pasiones individuales e intentaran explorar nuevos horizontes y descubrir la agitación del mundo más allá del estricto plan de estudios y del lema de Welton: Tradición, honor, disciplina y grandeza.

No obstante, este cambio brusco de pensamiento en los estudiantes y la desmesurada acentuación del concepto vitalista desembocarán en fatales consecuencias haciéndonos comprender también que la excesiva exacerbación tanto del conservadorismo como el progresismo casi nunca trae nada bueno y siempre hay que buscar un término medio, sin indagar en ninguno de los extremos.

Aun con todo, la falta de dinamismo (sobre todo durante el nudo de la historia) y de originalidad, la excesiva comercialidad de algunas escenas (sobre todo las del final) y una BSO y unas interpretaciones por parte de los actores bastante mediocres -exceptuando la magistral interpretación de Robin Williams- además de algunas escenas en dónde el modo en que el profesor Keating intenta enseñar a los alumnos a pensar y a ejercer la reflexión crítica sobre todo lo que aprenden y en general todo lo que les envuelve, haciéndoles entender que no son meros repetidores sino pensadores y que no son receptores sino evaluadores, resulta poco convencional y excesivamente heterodoxo, llegando a ser incluso irrisorio en algunas ocasiones, también hicieron que este film se quedase con la catalogación de interesante o notable película pero sin llegar a ser una obra maestra.