Flojo largometraje intenta entremezclar thriller y terror con una extraño humor que tiene la particularidad de no hacer gracia. En un pueblo de montaña de Utah una serie de crímenes ponen en jaque a la policía local. Extrañamente pronto cunde la idea de que se trata de un hombre lobo.

En las críticas profesionales se alude a "Fargo" como referente más cercano para describir este extravagante intento de mezclar géneros. La especial idiosincrasia local, que debe requerir una receptividad muy del lugar porque a mí no me da ni frío ni calor, supuestamente debe dar pie a situaciones propias de comedia, pero no puedo decir que esta película haga no ya reír, sino sonreír. Un handicap para ello es el protagonista, que es nada menos que también guionista y director. Su sobreactuación no ayuda, resultando irritante en ocasiones y su personaje carga con un drama familiar y de adicciones paralelo que no despierta ni un mínimo de interés.

Los fans del terror van a salir sin colmar sus ansias de emociones fuertes, ya que las actuaciones del licántropo están cuidadosamente filmadas para que apenas se le vea. Quizá por cuestiones de presupuesto, quizá porque necesitaban cuadrar un final tan plano, incongruente y carente de chispa como todo lo anterior. Ni como thriller, ni como tragicomedia rural ni como, por supuesto, película de hombres lobo merecer ser rescatada.