Tres agentes del Moshad cuya misión es capturar a uno de los criminales de guerra que se escaparon a los juicios posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial. Para ello nos sitúan en el Berlín del Este del año 1965.
Los principales personajes son tres diferentes pero con un fin común: vengar a su pueblo del horror nazi.
Hasta aquí todo perfecto pero la historia empieza a utilizar flash backs para justificar acciones no tan justificables, el secreto de una misión no concluida y, entre tanto, mezclas de tríos amorosos, nazis orgullosos de serlo, éxito, fama, vidas construidas sobre una baraja falsa y así, según discurre el metraje se va desmoronando.
A ello contribuye una gran diferencia entre los actores que realizan el rol de jóvenes (los cuales se quedan a medio camino en sus actuaciones) y los que lo realizan ya los personajes en su madurez con unas interpretaciones más brillantes. Sus propias escenas, en base al guión, son más flojas que las de los jóvenes pero en esencia más intensas.
La sensación de querer justificar el típico dilema bien y mal y hacer lo correcto fluye un final demasiado fantástico y tópico.
Otra oportunidad desaprovechada de revitalizar el cine de espías que tan buenos títulos dejo durante la larga guerra fía.