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España España · Zaragoza
Voto de Juan Solo:
7
Drama. Bélico Mayo de 1940. Winston Churchill (Gary Oldman) se convierte en primer ministro británico en un momento realmente crucial de la Segunda Guerra Mundial, pues los nazis avanzan imparables conquistando prácticamente la totalidad del continente europeo y amenazando con una invasión a Inglaterra. Churchill deberá entonces explorar la posibilidad de un tratado de paz con Alemania, o ser fiel a sus ideales y luchar por la liberación de Europa. (FILMAFFINITY) [+]
14 de enero de 2018
36 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Corren nuevos tiempos para el biopic, y eso lo sabe ya hasta el más pintado. Ahora ya no se lleva eso de contar de punta a cabo la vida y milagros de la celebridad de turno, y más bien de lo que se trata es de centrarse en un momento concreto de su existencia y desarrollarlo con profundidad, independientemente incluso de si éste supone un antes y un después dentro de la trayectoria del homenajeado. El cine nos ha dado ejemplos recientes al respecto en películas dedicadas a Lincoln, luchando para que el Congreso apruebe su famosa enmienda contra la esclavitud, a la reina Isabel, en los días posteriores al fallecimiento de Lady Dy, o a Hitchcock, intentando ligarse a Janet Leigh durante el rodaje de “Psicosis”. Dentro de esta misma variante, “The darkest hour” vendría ahora a relatarnos lo que fueron las primeras semanas de mandato del presidente británico Winston Churchill, en unos tiempos especialmente delicados para el mundo tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Son momentos cruciales también para el propio Reino Unido, que no deberá demorarse demasiado en determinar cuál va a ser su verdadera posición en el conflicto. Churchill accede además al cargo después de un vacío de liderazgo en su propio partido. No es el candidato deseado por la mayoría, y sus primeras decisiones tampoco van a ser del agrado de muchos. En esos primeros días, el nuevo presidente tendrá que lidiar entre otras cosas con la operación Dynamo que supondrá la célebre evacuación de las tropas aliadas en la playa francesa de Dunkerke, muy de moda últimamente por cierto en las pantallas de cine (¿será cosa del Brexit?)

A priori, podría presuponerse que “The darkest hour” no es sino una gigantesca excusa para hacer que su protagonista principal, Gary Oldman, arrample con todos los premios habidos y por haber, y consiga- por fin- el primer Oscar de su carrera. Lo que el tópico llama un vehículo de lucimiento, vaya. Y es cierto que Oldman está soberbio, con su dicción – ver esta película doblada es pecado mortal-, con sus gestos, con su sola presencia, con una caracterización perfecta además. Pero no es menos cierto que, afortunadamente, el film es algo más que Gary Oldman. Tampoco, en principio, el proyecto parecía encajar con la personalidad de un director como Joe Wright, y eso que su fijación por el episodio de Dunkerke le viene de lejos, como quedó sobradamente demostrado en aquel recordado plano secuencia circular que aparecía en “Expiación”. Wright hace gala de su habitual virtuosismo, que en esta ocasión resulta menos irritante que otras veces, con una esmeradísima puesta en escena y los aderezos imprescindibles de la dirección de fotografía de Delbonell y la banda sonora de Marinelli. Por si fuera poco, el guión esta vez también acompaña, y “The darkest hour” termina siendo la lección de historia amena y eficaz que todos esperábamos que fuese desde el principio.

No spoilearé la que sin duda es la escena más memorable y emotiva del film, pero nos habla de lo bien que le vendría a los políticos mezclarse de vez en cuando con el vulgo y con el pueblo llano. Tiene algo de ese espíritu humanista del cine de Clint Eastwood cuando, por ejemplo, se detiene a reflejar la dimensión moral de Mandela codeándose con su selección de ruby o con los empleados de su residencia oficial. En este sentido, yo me acuerdo también del biopic dedicado a Jorge VI- en la línea también de los dedicados a Lincoln, a Hitchcock o a la reina Isabel- aunque sólo sea por mera asociación de ideas y porque el personaje protagonista de allí aparece aquí como secundario en la trama. Qué importantes son también los discursos en esta película, no sólo vemos como se declaman, también como se ensayan o se redactan. A Churchill, un mago de la elocuencia y la oratoria (no olvidemos que ganó el Nobel de Literatura) le precedían su bombín y su puro, pero también su perseverancia, su famoso “Never, never give up”. De ella se sirvió para fraguar su leyenda; “The darkest hour” da cuenta de cómo ésta empezó a forjarse.
Juan Solo
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