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Drama. Romance. Ciencia ficción
Ian Gray, un estudiante de biología molecular especializado en la evolución del ojo humano, conoce a una misteriosa mujer cuyo iris es multicolor. Años después, su investigación lo lleva a hacer un descubrimiento asombroso, que podría cambiar la forma en que percibimos nuestra existencia. (FILMAFFINITY)
10 de octubre de 2014
49 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
"¿Qué pasaría si algo de componente espiritual refutase nuestras creencias más científicas?"
Ciencia y espiritualidad van de la mano en la segunda película como director de Mike Cahill, (ganador del premio Alfred P. Sloan en Sundance, que ya se llevó también en 2011), como en esas conversaciones cansinas y borracherescas de todas las navidades con alguno de tus cuñados. Dos de los temas que más nos diferencian en la historia humana son los auténticos y no acreditados protagonistas de ésta, la segunda película de Cahill, que nos hace plantearnos un poco unas afirmaciones audaces, más que bien buscadas: el conocimiento y la propia fé.
En 2011, Mike Cahill se estrenó en esto del largometraje con “Another Earth”, estrenada en el Festival de Cine de Sundance con críticas de lo más variopintas, perfilándose como uno de los directores independientes norteamericanos más prometedores que trabajan hoy día. Tres años después de su debut, “I Origins”, ambiciosa y totalmente entretenida cinta, pasa por ser un estudio cinematográfico absolutamente personal, valiente y arriesgado que cuestiona si la ciencia o la espiritualidad son las verdaderas maneras de demostrar la existencia y el origen de los seres humanos. Una verdadera montaña rusa de emociones y sentimientos que sin ser prefecta bien podría ser de lo mejor de este año en Sitges.
En Orígenes el director obliga al público a hacer uso de su reflexión e inteligencia para sumergirse en las profundidades de la rocambolesca trama. Cahill es fiel a un reparto que ya le funcionó a las mil maravillas. Vuelve a trabajar con nuestra querida indie medio zumbada Brit Marling como Karen, una científica de lo más sofisticado que trabaja fielmente junto a Ian Gray (el siempre impresionante e intachable Michael Pitt), un estudiante de biología molecular especializado en la evolución del ojo humano, que se pasa la vida tratando de refutar a Dios y la idea del diseño del ser humano por un ser inteligente superior.
Juntos, mediante el escaneo del iris y diversos sofisticados avances tecnológicos de estudio científico, se obsesionan con la intención de refutar la existencia de un ser espiritual superior a la raza humana cuando descubren sobre una valla publicitaria y en los ojos de una bella mujer llamada Sofi (Astrid Bergès-Frisbey) cuyo iris es multicolor, y que Ian conoce en una fiesta de disfraces, y los intrincados detalles de sus ojos son todo lo que necesita para enamorarse de ella.
Hacen el amor fugazmente en un baño y ella se marcha sin decirle su nombre ni si quiera enseñar su rostro. Pero Ian, que rarito es un rato, no lo necesita, su acento, su cultura, ajenos a los de ella, funcionan como catalizador de su relación romántica, que se convierte en el primer acto de la cinta llegando a poder desesperar a más de uno.
A mí, desde luego, y en vista del nueve y medio que le casco, me convence ese potente discurso sci-fi metafísico, más que el apartado romántico, que también. Se hace evidente a lo largo de la cinta que Ian tiene una visión bastante escéptica de la espiritualidad. Cahill, que huye de las etiquetas en sus protagonistas y se aleja de la religión siempre que le es posible, nos ofrece argumentos bastante bien pensados en ambos sentidos. En cuanto Ian encuentra a Sofi, ambos se enamoran de inmediato. Pero no confundamos esto con un relato a lo Corín Tellado, porque a través de una secuencia apabullante, una tragedia sobrevenida, la película da un giro inesperado en forma de salto doble con pirueta lateral. Entonces Ian comienza una nueva etapa en su vida donde, rememorando al primer Dr. Frankenstein, juega a ser Dios mediante el uso de la ciencia, junto con su fiel compañera de laboratorio, su personal Igor, Karen, cuestionándose sus propias creencias desde el mismo núcleo. A través de este momento, I Origins se convierte en una fábula en busca de respuesta a las dudas de Ian, que sin embargo nunca nos llegan a ser reveladas. Cuando la relación con Sofi termina de forma inesperada, la película nos sitúa siete años delante. El Dr. Ian Gray y Karen son ahora profesores titulares, están casadoa y tienen un hijo recién nacido. Su reputación ha crecido y ha escrito un best-seller llamado “El Ojo”. Escanean los ojos del bebé como parte de un sistema de identificación biométrica sólo para descubrir que dicha exploración coincide con el de una persona recientemente fallecida. Tratando de dar sentido a este rompecabezas, Ian viaja primero a Idaho y luego a las abarrotadas calles de Nueva Delhi, India, donde se encuentra con Priya (Archie Panjabi), que le pone en contacto con Salomina (Kashish), una niña de ocho años cuyos ojos son idénticos en color y la forma de Sofi de, un descubrimiento que desafía a su sistema de creencias. Así, Ian, que se había convertido en un hombre de familia aparentemente normal, pionero en su investigación, vuelve a enfrentarse a lo desconocido. La película ofrece muchas preguntas, la mayoría de las cuales, desgraciadamente se nos quedan sin respuesta, con lo que fácilmente puede cautivar al espectador, especialmente si no es muy dado a pensar, porque por desgracia también, incide en errores ya no científicos sino cinematográficos, y nos mete a saco una serie de inconcebibles coincidencias, rollos numerológicos como el del 11, que le restan cualquier atisbo de autenticidad a gran parte de lo que sucede en el guión ( Ian encuentra, por ejemplo, esa coincidencia de los ojos únicos de Sofi en la India, casi sin buscar). Fallos que a mí me molestan lo mismo que un nublado, vamos, nada. Y es aquí donde se explora el componente metafísico, la intersección de la ciencia espiritual.
La ciencia de la biometría es relativamente nueva, por lo que no existirá una amplia base de datos biométricos de ojos Sigo en SPOILER.
Ciencia y espiritualidad van de la mano en la segunda película como director de Mike Cahill, (ganador del premio Alfred P. Sloan en Sundance, que ya se llevó también en 2011), como en esas conversaciones cansinas y borracherescas de todas las navidades con alguno de tus cuñados. Dos de los temas que más nos diferencian en la historia humana son los auténticos y no acreditados protagonistas de ésta, la segunda película de Cahill, que nos hace plantearnos un poco unas afirmaciones audaces, más que bien buscadas: el conocimiento y la propia fé.
En 2011, Mike Cahill se estrenó en esto del largometraje con “Another Earth”, estrenada en el Festival de Cine de Sundance con críticas de lo más variopintas, perfilándose como uno de los directores independientes norteamericanos más prometedores que trabajan hoy día. Tres años después de su debut, “I Origins”, ambiciosa y totalmente entretenida cinta, pasa por ser un estudio cinematográfico absolutamente personal, valiente y arriesgado que cuestiona si la ciencia o la espiritualidad son las verdaderas maneras de demostrar la existencia y el origen de los seres humanos. Una verdadera montaña rusa de emociones y sentimientos que sin ser prefecta bien podría ser de lo mejor de este año en Sitges.
En Orígenes el director obliga al público a hacer uso de su reflexión e inteligencia para sumergirse en las profundidades de la rocambolesca trama. Cahill es fiel a un reparto que ya le funcionó a las mil maravillas. Vuelve a trabajar con nuestra querida indie medio zumbada Brit Marling como Karen, una científica de lo más sofisticado que trabaja fielmente junto a Ian Gray (el siempre impresionante e intachable Michael Pitt), un estudiante de biología molecular especializado en la evolución del ojo humano, que se pasa la vida tratando de refutar a Dios y la idea del diseño del ser humano por un ser inteligente superior.
Juntos, mediante el escaneo del iris y diversos sofisticados avances tecnológicos de estudio científico, se obsesionan con la intención de refutar la existencia de un ser espiritual superior a la raza humana cuando descubren sobre una valla publicitaria y en los ojos de una bella mujer llamada Sofi (Astrid Bergès-Frisbey) cuyo iris es multicolor, y que Ian conoce en una fiesta de disfraces, y los intrincados detalles de sus ojos son todo lo que necesita para enamorarse de ella.
Hacen el amor fugazmente en un baño y ella se marcha sin decirle su nombre ni si quiera enseñar su rostro. Pero Ian, que rarito es un rato, no lo necesita, su acento, su cultura, ajenos a los de ella, funcionan como catalizador de su relación romántica, que se convierte en el primer acto de la cinta llegando a poder desesperar a más de uno.
A mí, desde luego, y en vista del nueve y medio que le casco, me convence ese potente discurso sci-fi metafísico, más que el apartado romántico, que también. Se hace evidente a lo largo de la cinta que Ian tiene una visión bastante escéptica de la espiritualidad. Cahill, que huye de las etiquetas en sus protagonistas y se aleja de la religión siempre que le es posible, nos ofrece argumentos bastante bien pensados en ambos sentidos. En cuanto Ian encuentra a Sofi, ambos se enamoran de inmediato. Pero no confundamos esto con un relato a lo Corín Tellado, porque a través de una secuencia apabullante, una tragedia sobrevenida, la película da un giro inesperado en forma de salto doble con pirueta lateral. Entonces Ian comienza una nueva etapa en su vida donde, rememorando al primer Dr. Frankenstein, juega a ser Dios mediante el uso de la ciencia, junto con su fiel compañera de laboratorio, su personal Igor, Karen, cuestionándose sus propias creencias desde el mismo núcleo. A través de este momento, I Origins se convierte en una fábula en busca de respuesta a las dudas de Ian, que sin embargo nunca nos llegan a ser reveladas. Cuando la relación con Sofi termina de forma inesperada, la película nos sitúa siete años delante. El Dr. Ian Gray y Karen son ahora profesores titulares, están casadoa y tienen un hijo recién nacido. Su reputación ha crecido y ha escrito un best-seller llamado “El Ojo”. Escanean los ojos del bebé como parte de un sistema de identificación biométrica sólo para descubrir que dicha exploración coincide con el de una persona recientemente fallecida. Tratando de dar sentido a este rompecabezas, Ian viaja primero a Idaho y luego a las abarrotadas calles de Nueva Delhi, India, donde se encuentra con Priya (Archie Panjabi), que le pone en contacto con Salomina (Kashish), una niña de ocho años cuyos ojos son idénticos en color y la forma de Sofi de, un descubrimiento que desafía a su sistema de creencias. Así, Ian, que se había convertido en un hombre de familia aparentemente normal, pionero en su investigación, vuelve a enfrentarse a lo desconocido. La película ofrece muchas preguntas, la mayoría de las cuales, desgraciadamente se nos quedan sin respuesta, con lo que fácilmente puede cautivar al espectador, especialmente si no es muy dado a pensar, porque por desgracia también, incide en errores ya no científicos sino cinematográficos, y nos mete a saco una serie de inconcebibles coincidencias, rollos numerológicos como el del 11, que le restan cualquier atisbo de autenticidad a gran parte de lo que sucede en el guión ( Ian encuentra, por ejemplo, esa coincidencia de los ojos únicos de Sofi en la India, casi sin buscar). Fallos que a mí me molestan lo mismo que un nublado, vamos, nada. Y es aquí donde se explora el componente metafísico, la intersección de la ciencia espiritual.
La ciencia de la biometría es relativamente nueva, por lo que no existirá una amplia base de datos biométricos de ojos Sigo en SPOILER.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Entonces, donde supuestamente, sólo puede haber una firma por persona, al igual que las huellas dactilares, ¿qué significaría el encontrar duplicados?, y más aún, ¿Qué podría significar si un duplicado se encuentra en los ojos de una persona fallecida?, ¿también tendrá una memoria profunda, inconsciente, de las cosas que sucedieron en la vida de la persona fallecida?. Iker Jiménez lo fliparía... Y es que si esto no es apasionante, apaga y vámonos... Entonces Ian trata de encontrar la conexión entre las vidas pasadas de las personas y los recuerdos, que está convencido que se conservan a través de diversos patrones de iris. La película entonces, en su tramo final, vuelve a cobrar impulso y llega a un emocionante, sorprendente y profundo final, que hace que bien merezca la pena todo lo anterior. Desde su estreno en Sundance este año, I Origins, una voz audaz del futuro de magníficas películas independientes, se ha convertido en una peli indie más que comentada y debatida y en buena medida, se convierte en una de las más potentes reflexiones sobre la espiritualidad y la ciencia, eso sí, sin tener que responder demasiadas cuestiones y dejando al espectador que tome sus propias decisiones, pudiendo quedarnos como suele suceder en la zona gris de la duda. Eso sí, la película ofrece una plataforma para la intensa conversación y análisis tras los créditos finales. Quizás el mayor defecto de I Origins sea su previsibilidad, ya que deja muy, muy poco del desarrollo de la trama a la imaginación del espectador. La peli acarreó desde su estreno numerosas críticas negativas, seguramente de críticos de marcada mentalidad científica, ofendidos por la premisa la cinta, pero fuera de estos debates, que si bien son estúpidos, son necesarios e inevitables, la película es una auténtica gozada, una fuerte y vigorosa aventura, reflexiva y concienzuda que equilibra lo intelectual y lo sentimental-espiritual en un relato perfectamente contado, que alejado de la religión (su mayor logro) afronta temas tán profundos como el Amor omnipresente, el conocimiento más allá de lo conocido y demás.
En mi humilde opinión, se puede tener absoluta certeza, fé y confianza en la ciencia, pero siempre, por remoto que sea, habrá algo que quede fuera de la existencia y el puro conocimiento y por ende, no tendrá explicación en el mundo puramente racional.
I Origins no es un tratado filosófico, es “sólo” una película sobre el desarrollo del carácter y cómo las relaciones personales pueden afectar la forma en que mantenemos nuestra propia experiencia de vida. Se pregunta no sólo si la fe puede coexistir con la ciencia, sino si, en esta era dominada por completo por la ciencia, el encantamiento, la magia, lo no científico se puede restaurar y tiene sitio en nuestras vidas.
Ni que decir tiene que el director responde con un sí rotundo.
Lo mejor: Su planteamiento nada pedante. El debate místico-científico, fabuloso. El reparto, en especial su protagonista, perfecto. Radiohead. La música de Will Bates y Phil Mossman y la espléndida fotografía de Markus Förderer.
Lo peor: Algunas incongruencias, más que salvables. El flashback de media hora. Las casualidades constantes que restan credibilidad (si bien hay que tomarlo más como una fábula). Hay momentos en los que los debates tiemblan, Ian, prociencia, de repente cree en numerología, Karen, científica también, de repente cree en la reencarnación. Los personajes femeninos tienen pocas dimensiones frente al protagonista, maravilloso.
En mi humilde opinión, se puede tener absoluta certeza, fé y confianza en la ciencia, pero siempre, por remoto que sea, habrá algo que quede fuera de la existencia y el puro conocimiento y por ende, no tendrá explicación en el mundo puramente racional.
I Origins no es un tratado filosófico, es “sólo” una película sobre el desarrollo del carácter y cómo las relaciones personales pueden afectar la forma en que mantenemos nuestra propia experiencia de vida. Se pregunta no sólo si la fe puede coexistir con la ciencia, sino si, en esta era dominada por completo por la ciencia, el encantamiento, la magia, lo no científico se puede restaurar y tiene sitio en nuestras vidas.
Ni que decir tiene que el director responde con un sí rotundo.
Lo mejor: Su planteamiento nada pedante. El debate místico-científico, fabuloso. El reparto, en especial su protagonista, perfecto. Radiohead. La música de Will Bates y Phil Mossman y la espléndida fotografía de Markus Förderer.
Lo peor: Algunas incongruencias, más que salvables. El flashback de media hora. Las casualidades constantes que restan credibilidad (si bien hay que tomarlo más como una fábula). Hay momentos en los que los debates tiemblan, Ian, prociencia, de repente cree en numerología, Karen, científica también, de repente cree en la reencarnación. Los personajes femeninos tienen pocas dimensiones frente al protagonista, maravilloso.