Ésta es una de esas películas que van vestidas de gala sin ornamentos artificiales de efectos especiales ni parafernalia externa. La plétora de acicates de esta fantástica propuesta de Barry Levinson se basa únicamente en la sublime interpretación del eficiente dueto protagonista: Cruise-Hoffman, una fórmula perfecta para sacar adelante con brío, coraje y profesionalidad el complicadísimo y prácticamente ignoto universo oculto y nebuloso del autismo, llevado al cénit interpretativo por el inconmensurable Dustin Hoffman, una especie de "monstruo" de la interpretación que tiene su huequito bien ganado en el Olimpo de los más egregios e intachables actores jamás vistos en pantalla. Soberbia y confinamiento en uno mismo se dan la mano en esta película, contempladas desde la distancia inicialmente, para paulatinamente llegar a un entendimiento, a un enternecedor y bello encuentro que fructificará en una relación encantadora que acaricia el alma. La egolatría de Cruise frente a la ausencia de Hoffman, todo un reto que ambos actores defienden magistralmente