Es curioso como según donde esté situada la porción de tierra en la que vives dentro del mundo decidirá gran parte de tu existencia.
Digo curioso como puedo decir avergonzante, bochornoso, patético o humillante.
Te hace sentir impotente ante la vida, ver cómo hay ciertas cosas que tú no controlas, que tú no decides, que ya están preestablecidas para ti sin tu consentimiento.
Explícale a esa pobre muchacha de 12 años por qué ella tiene que hacerse pasar por un chico para tener una posibilidad tanto ella como su familia.
Intenta decirla por qué mientras ella aprende a taparse con el burka, aquí un niño se gasta 100€ en unas zapatillas.
Intenta convencerla de que su destino es casarse con un anciano baboso mientras aquí se divorcian y se despluman como a pollos.
Intenta que sea optimista mientras cuelga sollozando de un pozo, reflejo de las pocas esperanzas que se hunden en la oscuridad.
Intentalo tú porque yo no sé hacerlo.
Por eso, cuando surge gente como Siddiq Barmak, que conoce de primera mano aquello, que quizás no domine bastante bien el arte cinematográfico y su película tenga bastantes fallos técnicos (sin hablar ya del horroroso doblaje), pero nos deja una película llena de atrevimiento y valentía, un grito ensordecedor pidiendo explicaciones y soluciones, no puedes hacer más que gritar junto a él.
No seré yo quien cierre su boca.
No seré yo quien le corte las alas.
Un 6 de necesaria, de reveladora, de luchadora.
Un aplauso para Siddiq Barmak.