“Entre tinieblas” es un film cargado de intenciones, aunque no tanto de contenido. Por eso, no ha envejecido demasiado bien. Almodóvar muestra su lado más salvaje y depravado, fiel al espíritu gamberro de sus obras primerizas, aunque con un discurso más elaborado e idealista. El problema, como el de muchas obras de la llamada Movida, es la sensación de que la provocación es lo más importante. Para mí, la película adolece de tener un argumento más bien flojo, y con una actriz protagonista muy plana, poco digna del genio que exige el director manchego (según he leído, la elección vino dada por imposiciones de producción). Con ello, es difícil que el conjunto aguante...

Hay situaciones deliberadamente irreverentes, que quizá eran indecorosas según los códigos imperantes en la época, pero que ahora sólo generan, como máximo, curiosidad o simpatía. Pasados los años, prevalece el personal sentido religioso que el propio Almodóvar quiso darle, de modo que el director, más allá de mostrar a monjas drogándose, deja patente qué es lo que para él la Iglesia debería ser. Eso sí, ya en esta película Almodóvar deja pinceladas de su desgarrador estilo, y entre los momentos de exceso destacan escenas verdaderamente emocionantes, y otras rabiosamente divertidas. Y, sobre todo, nos regala un personaje como el de la madre superiora, con una excelente Julieta Serrano, que supone lo mejor de esta película irregular, tan escandalosa como tierna.