En cuanto a estilo, "The Zero Theorem" recuerda a otras obras de Terry Gilliam. Ésta es una película que, bien mirada, no es menos estrafalaria o caótica que otras de este autor. El problema es que apenas hay nada más que esa sensación de redundancia estética, de vuelta a ese universo propio y particular del director. Éste es un film reconocible, genuino, que seguramente sólo él podía hacer. El problema es que apenas hay nada más.

Para mí, el problema es el guión. Aunque los escenarios y los personajes podían sugerir una historia más rica, lo cierto es que el argumento no da para mucho. Christoph Waltz se entrega a su personaje de forma encomiable, pero curiosamente despiertan más interés el resto de personajes del film. Y eso no es buena señal, desde luego. La manera de contar la historia no ayuda mucho, repele más de lo que atrae. A los pocos minutos de iniciada la película, el espectador ya puede tener sensación de hastío y, lo que es peor, de nimiedad. Como en otras ocasiones, Gilliam cuenta la trama de manera sesgada y alambicada, exigiendo del espectador que haga un esfuerzo propio en la creación de la historia. El problema es que aquí da la sensación de que esa técnica narrativa es una estratagema para disimular que, en realidad, bajo este bizarro envoltorio, hay muy poco, apenas una crítica social muy obvia. Al final, “The Zero Theorem” acaba siendo un producto abrumador, indigesto, que no despierta interés ni emociones. Otra vez será.