FA
colaborador
Media votos
5,6
Votos
11.612
Críticas
629
Listas
0
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
- Sus redes sociales
-
Compartir su perfil
Voto de reporter:
8
8,0
158.228
Ciencia ficción. Thriller. Intriga. Acción
Dom Cobb (DiCaprio) es un experto en el arte de apropiarse, durante el sueño, de los secretos del subconsciente ajeno. La extraña habilidad de Cobb le ha convertido en un hombre muy cotizado en el mundo del espionaje, pero también lo ha condenado a ser un fugitivo y, por consiguiente, a renunciar a llevar una vida normal. Su única oportunidad para cambiar de vida será hacer exactamente lo contrario de lo que ha hecho siempre: la ... [+]
5 de agosto de 2010
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mientras todo el mundo esperaba nuevas noticias de Gotham, Nolan apareció con un puñado de imágenes desconcertantes y una frase aún más intrigante: “Tu mente es la escena del crimen.” Y ya nadie se acordó de Batman. La información iba llegando a cuentagotas y el hype subía de forma exponencial. Justo el escenario en el que este cineasta británico se mueve como pez en el agua, porque siempre apuesta a lo grande... y siempre gana. Normal que la industria confíe tan ciegamente en él. Es tanta la fe depositada que los peces gordos de la Warner Bros., a pesar de no entender absolutamente nada después de un primer pase privado, igualmente decidieron seguir adelante con toda la maquinaria de marketing para promocionar un proyecto que según su opinión, y a pesar de todo, seguía mereciendo el trato de joya de la corona.
Y así, en un panorama cinematográfico tiranizado por secuelas, precuelas, adaptaciones, remakes y reboots, aparece algo completamente nuevo. Una película que nos recuerda que en el cine no está todo inventado, y que en este negocio todavía hay sitio para los que no temen arriesgarse. Por riesgo entendemos el no querer acomodarse en fórmulas cuya eficacia ya se ha demostrado holgadamente; el querer ir más allá; el deseo de dejar huella en un amplísimo espectro del público. Por eso, afirmaciones como la de pretender rodar la ‘Matrix’ del siglo XXI, más que ser tildadas de arrogantes, deberían considerarse como perfectamente coherentes en el contexto de Nolan. Si su ‘Origen’ está por debajo o por encima del nivel que alcanzaron los hermanos Wachowski será materia de un debate que ahora no viene al caso. Lo importante es que esta película no debe temer a entrar en dicha comparativa, ya que de ninguna manera saldrá malparada. La principal razón para creerlo está en la creación del complejísimo y fascinante universo propio en el que nos invitan a sumergirnos estos ladrones de sueños.
Para ‘Mulholland Drive’, David Lynch (otro maestro de lo onírico, aunque sus fantasías vayan por otros derroteros) dio al espectador una serie de pistas para que no se perdiera con las aventuras de aquella amnésica aspirante a actriz. Alguna ayuda similar por parte de Christopher Nolan hubiera sido más que bienvenida, aunque con la introducción del personaje novato de Ellen Page (clara excusa narrativa sustitutiva del manual tradicional, y la enésima prueba de la agudeza con la que el director supera las dificultades que él mismo se pone) ya nos conformamos. Así pues, para nada hablamos de un producto que llega a las cotas del a veces frustrante enmarañamiento lynchiano, ya que, en términos generales, la historia se sigue con mucha facilidad, pero sí hay que tener claro que se trata de un mundo regido por una infinidad reglas surgidas de la nada que al mismo tiempo dependen de unos conceptos cuya definición en absoluto coincidirá con la que teníamos antes del visionado del filme. Un tótem, una patada, el limbo, el propio origen...
Y así, en un panorama cinematográfico tiranizado por secuelas, precuelas, adaptaciones, remakes y reboots, aparece algo completamente nuevo. Una película que nos recuerda que en el cine no está todo inventado, y que en este negocio todavía hay sitio para los que no temen arriesgarse. Por riesgo entendemos el no querer acomodarse en fórmulas cuya eficacia ya se ha demostrado holgadamente; el querer ir más allá; el deseo de dejar huella en un amplísimo espectro del público. Por eso, afirmaciones como la de pretender rodar la ‘Matrix’ del siglo XXI, más que ser tildadas de arrogantes, deberían considerarse como perfectamente coherentes en el contexto de Nolan. Si su ‘Origen’ está por debajo o por encima del nivel que alcanzaron los hermanos Wachowski será materia de un debate que ahora no viene al caso. Lo importante es que esta película no debe temer a entrar en dicha comparativa, ya que de ninguna manera saldrá malparada. La principal razón para creerlo está en la creación del complejísimo y fascinante universo propio en el que nos invitan a sumergirnos estos ladrones de sueños.
Para ‘Mulholland Drive’, David Lynch (otro maestro de lo onírico, aunque sus fantasías vayan por otros derroteros) dio al espectador una serie de pistas para que no se perdiera con las aventuras de aquella amnésica aspirante a actriz. Alguna ayuda similar por parte de Christopher Nolan hubiera sido más que bienvenida, aunque con la introducción del personaje novato de Ellen Page (clara excusa narrativa sustitutiva del manual tradicional, y la enésima prueba de la agudeza con la que el director supera las dificultades que él mismo se pone) ya nos conformamos. Así pues, para nada hablamos de un producto que llega a las cotas del a veces frustrante enmarañamiento lynchiano, ya que, en términos generales, la historia se sigue con mucha facilidad, pero sí hay que tener claro que se trata de un mundo regido por una infinidad reglas surgidas de la nada que al mismo tiempo dependen de unos conceptos cuya definición en absoluto coincidirá con la que teníamos antes del visionado del filme. Un tótem, una patada, el limbo, el propio origen...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
... son sólo algunas de las piezas que esperan ser descubiertas y encajadas, de modo que mentes poco despiertas mejor abstenerse.
Aunque también es cierto que si nos quedáramos sólo con este aviso, seríamos totalmente injustos con la cinta, al obviar la que claramente es su mayor virtud. Y es que seguramente quedarán muchos cabos por atar; seguramente no habrá una interpretación unitaria sobre lo que se acaba de ver (merced sobretodo de una magnífica secuencia final, que no hace más que ensalzar la importancia de saber encontrar el punto ideal donde terminar una historia), pero sea cual sea el grado de confusión con el que se abandone la sala de proyección, nada privará al respetable de disfrutar de un entretenimiento que dejará a todo el mundo con la boca abierta. Así es Christopher Nolan, un consumado especialista en navegar con pasmosa destreza entre dos aguas. En otras palabras, es alguien que siempre vela para que su ilimitada ambición no sea incompatible con las necesidades del público; alguien capaz de conciliar el cine personal con el comercial; alguien empeñado en demostrar que los blockbusters también pueden ser estimulantes.
Éste sin duda lo es gracias sobretodo a un brillante punto de partida que además se ve excelentemente desarrollado. A las constantes del cine de Nolan (destrucción de las formas narrativas clásicas, personajes traumatizados cuyo devenir está marcado por sus obsesiones...) se le suman innumerables referencias entre las que encontramos por ejemplo los ya citados Wachowsky, la sofisticación y adrenalina del mejor James Bond, la capacidad perturbadora del primer David Cronenberg, el excelente aprovechamiento de los entornos urbanos de Michael Mann o incluso pinceladas de la opera prima de Rian Johnson (Joseph Gordon-Levitt y Lukas Haas no han sido los únicos elementos que se han tomado prestados de la estupenda ‘Brick’). Una estructura teóricamente imposible que sólo podía ser ensamblada por el mejor de los arquitectos.
Estas piezas se funden en un todo gracias a una puesta en escena tan elegante como adrenalínica, un reparto de lujo que está a la altura, un guión solidísimo y una banda sonora sublime a manos de Hans Zimmer. Nada escapa del control de Nolan, que no satisfecho con todo esto, se permite ofrecer unos últimos cuarenta minutos de auténtico infarto en los que la gravedad y el tiempo se doblegan a su voluntad. Un espectáculo inmenso en todos los sentidos que no sólo resulta ser una de las mejores películas del año, sino que también lleva la sci-fi a otro nivel, constatando de paso la valía de uno de los mejores directores en activo. Sobran las razones para pedir que el idilio de este gran soñador con el séptimo arte se alargue durante muchos años más, porque siete largometrajes después, su imaginación y buen saber hacer no muestran ningún síntoma de agotamiento. Que así siga.
Aunque también es cierto que si nos quedáramos sólo con este aviso, seríamos totalmente injustos con la cinta, al obviar la que claramente es su mayor virtud. Y es que seguramente quedarán muchos cabos por atar; seguramente no habrá una interpretación unitaria sobre lo que se acaba de ver (merced sobretodo de una magnífica secuencia final, que no hace más que ensalzar la importancia de saber encontrar el punto ideal donde terminar una historia), pero sea cual sea el grado de confusión con el que se abandone la sala de proyección, nada privará al respetable de disfrutar de un entretenimiento que dejará a todo el mundo con la boca abierta. Así es Christopher Nolan, un consumado especialista en navegar con pasmosa destreza entre dos aguas. En otras palabras, es alguien que siempre vela para que su ilimitada ambición no sea incompatible con las necesidades del público; alguien capaz de conciliar el cine personal con el comercial; alguien empeñado en demostrar que los blockbusters también pueden ser estimulantes.
Éste sin duda lo es gracias sobretodo a un brillante punto de partida que además se ve excelentemente desarrollado. A las constantes del cine de Nolan (destrucción de las formas narrativas clásicas, personajes traumatizados cuyo devenir está marcado por sus obsesiones...) se le suman innumerables referencias entre las que encontramos por ejemplo los ya citados Wachowsky, la sofisticación y adrenalina del mejor James Bond, la capacidad perturbadora del primer David Cronenberg, el excelente aprovechamiento de los entornos urbanos de Michael Mann o incluso pinceladas de la opera prima de Rian Johnson (Joseph Gordon-Levitt y Lukas Haas no han sido los únicos elementos que se han tomado prestados de la estupenda ‘Brick’). Una estructura teóricamente imposible que sólo podía ser ensamblada por el mejor de los arquitectos.
Estas piezas se funden en un todo gracias a una puesta en escena tan elegante como adrenalínica, un reparto de lujo que está a la altura, un guión solidísimo y una banda sonora sublime a manos de Hans Zimmer. Nada escapa del control de Nolan, que no satisfecho con todo esto, se permite ofrecer unos últimos cuarenta minutos de auténtico infarto en los que la gravedad y el tiempo se doblegan a su voluntad. Un espectáculo inmenso en todos los sentidos que no sólo resulta ser una de las mejores películas del año, sino que también lleva la sci-fi a otro nivel, constatando de paso la valía de uno de los mejores directores en activo. Sobran las razones para pedir que el idilio de este gran soñador con el séptimo arte se alargue durante muchos años más, porque siete largometrajes después, su imaginación y buen saber hacer no muestran ningún síntoma de agotamiento. Que así siga.