la idea de "cine" nos remite siempre, de una forma u otra, a esa ilusión común de los "ojos que se atreven a ver, que pueden y quieren ver". Esto puede generar un encadenamiento de espejos: el ojo de la cámara que busca los ojos del espectador, o viceversa. Luego vendrán los planteos posteriores: imagen pura, imagen con contenido y, en este caso, el trasfondo detrás de la imagen.

Sleeping parte, y se fija con obsecuencia, en la noción más elemental y primaria: un cine que muestra. Imagen desnuda dentro de planos fijos cuasi constantes que por momentos buscan al espectador mediante travellings de lento acercamiento. A partir de esa postal inmediata el espectador puede, o no, interpretar lo que fuese.

La prota es la encarnación de esa idea matriz: puro cuerpo, pura forma. Nos deleitamos con sus curvas. El silencio acompaña a los secretos. Secretos hay a docenas porque la prota es una prostituta de lujo que, oh, detalle significativo, no puede ser penetrada. Son las reglas. Prota impenetrable, ni el espectador termina de entender sus decisiones, sus ambiguas reacciones. De aquella rubiecita a la peli toda: estamos ante un templo impenetrable. De allí nuevamente a los secretos, como extrañas desviaciones (sexuales y de las otras).

Cabe el debate sobre el morbo explícito de Sleeping: por momentos parece lo único válido en medio de tanto silencio, en medio de esa tramposa muestra de depuración estética. Más y más secretos.

Una peli virgen sobre una virgen impenetrable. Secretos que quedan "dentro" de ella. Son las reglas.